Contó Eamonn Dougan en un esforzadísimo castellano, idioma que tanto se les atraganta a los anglohablantes, que los pubs llevan cerrados mucho tiempo en Inglaterra, y se puede inferir por la energía con la que dirigió las últimas piezas —un par de deliciosas gamberradas de Peter Warlock— que los echa mucho de menos, y no es de extrañar.
Esas piezas, para cantar con una pinta de cerveza en la mano, cerraron una velada en la que el Coro de la Comunidad de Madrid rindió un cumplido homenaje a la tradición coral inglesa, tan arraigada y con la misma solera que los pubs, reuniendo piezas sacras y profanas con las que la agrupación demostró que va solidificando una nueva cimentación sonora y regresando a una forma de hacer que tanto se añoraba.
En el ámbito catedralicio, la música coral inglesa reavivó una hoguera de esplendor a principios del siglo XX que afortunadamente se mantiene en nuestros días. Sin el esfuerzo de los compositores de esa época, sin embargo, se habría apagado sin solución, tal y como ha sucedido en España, donde a pesar de haber cultivado a algunos de los mejores polifonistas de la historia hemos sido incapaces de sacar sus frutos y revivir la riqueza de un Renacimiento que dejó algunos de los mayores monumentos musicales españoles.
Músicos como Elgar o Wood, los primeros responsables del revival inglés encomendaron tácitamente a las generaciones posteriores de compositores la misión de continuar su trabajo, y gracias a ello se lleva enriqueciendo de modo natural el repertorio de música coral, con compositores de la talla de Britten, Holst o Vaughan Williams, que escribieron multitud de servicios para diversas catedrales y capillas.
Es, precisamente, la fuerte idiosincrasia de esta música, tan alejada de nuestras tradiciones musicales y nuestro lenguaje, lo que provoca que los engranajes no terminen de funcionar —en líneas generales— cuando coros no británicos las ponen en escena. Igualmente, el hecho de que sea música compuesta para sonar en catedrales deja cierta sensación de estar incompleta cuando se escucha en auditorios, por buena que sea la acústica.
El Coro de la Comunidad de Madrid, aún con el excelente hacer y conocimiento de Dougan, se enfrentó con dificultades a las texturas sonoras de los motetes de Stanford y Bairstow, con algunos problemas de afinación, compensados en cierto modo con su capacidad para la coloración diversa y su esfuerzo por superar el reto que supone cantar con mascarilla —lo que dificulta la dicción en grado sumo— y en la absurda disposición escénica a la que obligan las actuales medidas de seguridad.
Sin embargo, una vez superada la etapa religiosa, el grupo demostró su excelente capacidad para cantar historias y brilló en el repertorio profano, en el que se sintió claramente más cómodo y donde afloró un sonido excelente en el que lucieron con especial intensidad las sopranos agudas con un bellísimo color y una homogeneidad a la que sin duda contribuyó el empeño de Dougann en moldear un sonido generoso, relajado y sin ningún tipo de constreñimiento, que tanto miedo da a otros directores y directoras.
La magia de las tres piezas profanas de Elgar con las que se inició la segunda parte se transformó en sonido contundente en la balada de Little Musgrave y Lady Barnard de Britten, en la que el poderío y autorregulación de las voces agudas masculinas contrarrestó la falta de transparencia de las graves.
Las mujeres, a su vez, cantaron con excelente gusto y elegancia una trilogía del oscuro Peter Warlock que contrastaba con la extroversión y luminosidad de la escritura de Britten, un compositor infravalorado allende el Canal de La Mancha y del que nos gustaría disfrutar más por estas latitudes.
La extravagancia de Warlock y sus canciones tabernarias, también tradicionales desde siglos atrás y a las que compositores como Purcell no dieron la espalda, cerraron un programa bien estructurado y que nos trajo música tristemente poco escuchada y con gran valor histórico y compositivo, dominada con solvencia por Dougann, y a la que el Coro de la Comunidad hizo justicia en un mar de dificultades. Se agradece.
Daniel De la Puente
Coro de la Comunidad de Madrid, Eamonn Dougan, director. Krastin Nastev, subdirector. Karina Azizova, piano.
Sala de Cámara del Auditorio Nacional, 7 de marzo de 2021.
Obras de Standford, Bairstow, Walton, Wood, Elgar, Britten y Warlock.
Foto © Begoña Gómez