Bajo el epígrafe de Alma Rusa, la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria y su titular Karel Mark Chichon nos ofrecieron dos de las obras más aclamadas del repertorio sinfónico: el Concierto para piano nº 2 de Rachmaninov y la Sexta sinfonía de Chaikovski.
El concierto contó con el pianista Jorge Luis Prats que posee las cualidades imprescindibles para abordar esta pieza: sonido potente y con cuerpo, capaz de hacer frente a la suntuosa orquesta de Rachmaninov, solida técnica e innegable capacidad expresiva. El pianista cubano dejó muestra de su talento en una lectura impactante pero irregular, tal vez influida por el retraso de 45 minutos en el inicio de la velada debido a problemas de tráfico que afectaron a buena parte del público y de los músicos.
Algunos pasajes virtuosísticos resueltos sin la suficiente limpieza, equilibrio mal calibrado al inicio del segundo movimiento, con un piano excedido que sofocaba los solos de las maderas, o un sonido seco y excesivamente percutido cuando atacaba el registro grave en forte, se alternaron con frases de innegable belleza, especialmente en la segunda mitad del adagio y una exhibición de poderío y arrojo durante el desarrollo del primer movimiento o en la coda del tercero, frente a una orquesta opulenta a la que Karel Mark Chichon no siempre refrenó, frente a un solista de robusto sonido pero en desventaja en los tutti a pleno pulmón, especialmente si su parte se desarrolla en el registro grave, como en el célebre arranque del primer movimiento.
Karel Mark Chichon tiene una concepción muy clara de la Sexta de Chaikovski, que no coincide con las interpretaciones estandarizadas que estamos acostumbrados a escuchar. Su Patética es atormentada y vibrante, pero no resignada ni melancólica. El primer movimiento, tras el lúgubre adagio inicial marcado por el fagot, desarrolla grandes tensiones certeramente preparadas, que llegan a lo paroxístico en el climax principal, con un timbal aterrador en primer plano y unos metales implacables, reforzados con una quinta y sexta trompa, una tercera y cuarta trompeta y un cuarto trombón, a los que responden con similar intensidad maderas y cuerdas al completo. Los rápidos tempi crean un clima agonístico, de drama inevitable que atrapan al oyente, pero también empañan la claridad en las sucesivas entradas de los pasajes fugados.
El segundo movimiento con su carácter danzable aportó la necesaria distensión, ciertamente engañosa como la batuta se encargó de señalar en una inquietante sección central. La marcha del tercer movimiento fue plasmada diestramente en su alternancia tensión-distensión, con un ímpetu rítmico implacable excelentemente resuelto, que desembocó en el adagio lamentoso final, abordado sin solución de continuidad. En este movimiento Chichon mantiene su visión paroxística, de tempi vivos, reforzada por acelerandos en las sucesivas apariciones del segundo tema que crean una atmósfera sofocante y paroxística, disuelta en la nada tras el coral final de los trombones y la progresiva desaparición del tema en la cuerda grave. Una lectura muy distinta a la resignada desolación con que se suele abordar este movimiento y que aporta una mirada distintiva a esta pieza tan reiterada.
Juan Francisco Román Rodríguez
Jorge Luis Prats, piano.
Orquesta Filarmónica de Gran Canaria / Karel Mark Chichon.
Obras de Rachmaninov y Chaikovski.
Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas de Gran Canaria.