Hacía tiempo que no disfrutábamos de un programa doble y dos piezas características, emblemáticas incluso en el caso de la segunda de ellas, del género chico más castizo.
El Teatro de la Zarzuela en nueva producción, nos dio de nuevo esa oportunidad con sendos sainetes líricos (porque tenemos que reivindicar las precisas y preciosas denominaciones de los géneros originales en partitura, al margen de esa acostumbrada y torpe costumbre aglutinadora): El bateo en un acto y cuatro cuadros, con música de Federico Chueca y libreto de Antonio Paso y Antonio Domínguez, y La Revoltosa, en un acto también, más amplio, pero en tres cuadros, con excelentes música de Ruperto Chapí y libreto de José López Silva y Carlos Fernández Shaw. Todo un festín de grandes autores, inspiración, gran música y una literatura que, en modo alguno, le va a la zaga, genial, especialmente en La Revoltosa.
El bateo (el bautizo, para los más jóvenes), los bateos, en general, han dado pie a todos estos dramas y otros muchos que se nos ocurran a corto, medio y largo plazo y, al igual que aquí o en La reina mora, al final siempre hay alguien que deshace el nudo gordiano creado por aquel personaje oculto entre las sombras que entraba todas las noches furtivamente en la casa de marras (“a las dos…” ¡en punto…!) o ese inesperado hijo fantasma, registrado angustiosamente por doquier, en Alma de Dios…
Catarsis teatrales de problemáticas sociales, secretos a voces, que se han cobrado (en la realidad, digo) más de una, de dos… víctimas, desgracias y estigmas individuales y colectivos.
Un argumento coral por vocación, bien mandao y dispuesto, y mejor protagonizado por Wamba, Gerardo Bullón en el pase al que asistimos, junto al resto de un buen reparto. Buena dicción, presencia, compostura y canto para este personaje nuclear de nombre “gótico” (sic), Wamba, que resulta ser el inspirador de una trama de paradojas y guiños políticos que, si en su aspecto religioso, ha perdido cierta vigencia fuera de su ámbito, no tanto en el más doméstico.
Apuesta de relativa renovación, un tanto dependiente de sufridos y eficaces lugares comunes en boga en este aspecto (en ambas obras casi por igual), desde la dirección de escena de Juan Echanove y la escenografía de Ana Garay, con una generosa profusión, realmente encomiable en su manejo de tropel de figurantes y cantantes de coro, bailarines, en un escenario limitado (especialmente en la menos frecuente, El bateo).
Una obra inicial que, a la postre, y de forma algo inopinada a priori (al menos para el que suscribe), resultó más redonda, más homogénea en su planteamiento y mimbres, brillante incluso en ciertos momentos, que la que le seguía, sobre el papel, de muchísima más enjundia y valor artístico previo. Aunque está cuestión merecería una reflexión abstracta más extensa y profunda (sin necesidad de volver sobre el tópico de Nietzsche y La Gran vía, o chanzas y boutades por el estilo…).
El preludio de La Revoltosa, aún con el telón bajado en principio, es otra historia: motivo celebrado de lucimiento de la Orquesta de la Comunidad de Madrid dirigida por Óliver Díaz. Pronto, aún sin concluir este inspirado y reconocido preludio, subió este telón y el estático cuadro escénico ya evidenciaba pistas adelantadas del posterior desarrollo de este episodio de la vida madrileña, de las corralas y patios vecinales...
Actores y cantantes, comunes y no comunes con la anterior representación de El bateo, citados todos en el faldón. Los mismos ingredientes para un plato más ambicioso, dispuesto así por sus consabidos autores. Letra de lujo y música que no le va a la zaga (o viceversa).
Que el dúo de Felipe y Mari Pepa es lo que más se aplaude en este sainete lírico, por supuesto. No fue para menos tampoco hoy. Defendido con detalle y fina evolución psicológica por Sofía Esparza y el citado (que aquí no daba demasiado la estampa del personaje que se espera en la trama, aunque sí y, de sobra, el perfil artístico, como en la obra anterior).
Con cantantes de buena proyección vocal en platea y carácter, dicción y, eso sí, en el caso de las voces femeninas en esta Revoltosa, de amplio vibrato (mayor en un caso que en el otro, protagonista), un elenco actoral de cálida y bien transmitida vis cómica, ofrecieron claridad en el relato y su desarrollo e intensidad dramáticas.
Aunque, curiosamente, las mayores ovaciones (al margen de lo citado y el final de todo este pase de domingo, con público a rebosar) las recibieron los respectivos números iniciales de cada una de las dos obras. Y, claro está, el feliz desenlace con sabor y gracia, y una interpelación final de sana reivindicación subliminal en libreto, al grito (¿constitucional…?) de:
— ¡Viva [la] Mari Pepa!
Luis Mazorra Incera
Dirección musical: Óliver Díaz. Dirección de escena: Juan Echanove. Escenografía y vestuario: Ana Garay. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Coreografía: Manuela Barrero. Videoescena: Álvaro Luna y Elvira Ruíz Zurita.
Reparto de El bateo: Wamba, Gerardo Bullón; Virginio, José Manuel Zapata; Visita, María Rodríguez; Sra. Valeriana, Milagros Martín; Película, José Julián Frontal; Nieves, Lara Chaves; Lolo, Alberto Frías; Pamplinas, Julen Alba; Pascual/Celestino, Ángel Burgos.
Reparto de La revoltosa: Mari Pepa, Sofía Esparza; Felipe, Gerardo Bullón; Soledad, Blanca Valido; Gorgonia, Milagros Martín; Cándido, Ricardo Muñiz; Encarna, María Rodríguez; Sr. Candelas, José Manuel Zapata; Tiberio, José Julián Frontal; Atenedoro, Alberto Frías; Chupitos, Sergio Dorado.
Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro del Teatro de la Zarzuela
Obras de Chapí y Chueca.
Teatro de la Zarzuela. Madrid.
Foto © Javier del Real