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Crítica / Prodigio de expresionismo musical - por José Antonio Cantón

Alicante - 11/01/2023

Escuchar un concierto de la Mahler Chamber Orchestra supone siempre una garantía en cuanto a resultado artístico dada su trayectoria desde que, bajo el lema “The sound of listening”, fue apadrinada por Claudio Abbado en 1997 con la primordial intención de cuidar el sonido orquestal, realidad que pude constatar recientemente en el asombroso sinfonismo de Schumann que realizó en la primavera de 2021 bajo la dirección de su asesor artístico, el maestro milanés Daniele Gatti, dentro del ciclo de Grandes Conciertos del Auditorio de Murcia.

Su nueva presencia en el escenario del ADDA concertando con una de sus figuras habituales como es la insigne pianista Mitsuko Uchida ha significado una de las atracciones más relevantes del Ciclo Sinfónico de la presente temporada de auditorio alicantino, lo que llevó a la ocupación del aforo completo del recinto.

La actuación se inició con el Concierto para piano y orquesta nº 25 en Do, K 503 de Wolfgang Amadeus Mozart, obra en la que la solista nipona es tenida, al igual que en todo el repertorio concertante mozartiano, como un referente indiscutible. Con comedida potencia, la pianista y a la vez directora indicó los acordes con los que se abre esta obra antes de entrar en acción con el teclado, que supuso un claro contraste sobre la completa presencia orquestal de su apertura.

Uchida entró casi subrepticiamente como queriendo destacar su papel alentador de la alegre dinámica que contiene el primer movimiento de este concierto, que tuvo cierto decaimiento en su Andante central en el que no se mantuvo la alternante tensión entre el piano y la orquesta que requiere su discurso, de modo más marcado en el breve segundo tema, efecto viene implementado por su corto desarrollo, sustrayendo así al oyente de los efectos de fantasía elísea que normalmente viene a reportar su escucha.

El movimiento final, un Allegretto a modo de rondó, sirvió para que la interpretación adquiriera tono y vitalidad, lo que levantaba el interés del oyente favorecido por el balance expresado en su melodía central, momento en el que aparecía en toda su plenitud la enorme calidad artística de la pianista en este particular repertorio.

El programa llegaba a su momento culminante con la  versión original de la Sinfonía de cámara nº 1, Op. 9 de Arnold Schoenberg escrita para quince virtuosos instrumentistas  como los muy selectos que puede llegar a disponer esta formación.

Comandada por el concertino friburgués José María Blumenschein asumiendo la exigente responsabilidad que requiere esta singular pieza del catálogo schoenbergiano, se dispuso a una interpretación que,  por su enorme calidad expresiva, me recordó a formaciones como el Ensemble Modern de Frankfurt o el Ensemble Intercontemporaine de París, verdaderos hitos en la interpretación de la música culta del siglo XX a un nivel de máxima excelencia. La complejidad técnica y estética de esta última obra del compositor vienés dentro del ámbito de la tonalidad, es uno de los mayores desafíos a los que se puede someter un conjunto instrumental por su precisa escritura, su rico entramado polifónico, su constante modulación, que genera cierta inestabilidad en el oyente, y su persistente a la vez que alternante tensión de cada uno de los instrumentos entre sí y con el conjunto orquestal.

Lo más importante de esta versión, en algunos momentos verdaderamente sublime, fue cómo razón y emoción se fundían en un todo fundamentalmente a través del denso cromatismo que se encuentra en el Adagio, el cuarto movimiento, que podría valorarse como su pasaje cumbre. En una muestra de enorme compromiso con esta singular composición, el violinista Blumenschein, líder indiscutible, se convirtió en impulsor de esa nueva melodía expansiva, producto del color instrumental que propone el autor, consiguiendo en algunos momentos unos entramados líricos realmente prodigiosos.

Esta interpretación de una de las composiciones más significativas de la poderosa creatividad Schoenberg quedará como uno de los acontecimientos musicales más brillantes de la historia del ADDA, superándose con creces la expectativa que había suscitado su programación. Llegó a recordarme uno de los conciertos más destacados ocurridos en Alicante el pasado siglo, en septiembre de 1996, con un programa monográfico dedicado a György Ligeti por el mencionado Ensemble Modern con el compositor presente en el Teatro Principal, dentro de la programación de la décimo segunda edición de Festival Internacional de Música Contemporánea de Alicante, evento al que tuve el privilegio de asistir. Aquella actuación sigue significando una de mis mejores experiencias en la trayectoria de más de cinco décadas en la publicación de mis criterios musicales.

La segunda parte del programa la ocupó de nuevo Mitsuko Uchida con el Concierto para piano y orquesta en Si bemol mayor nº 27, K 595 de Mozart que supuso una mejoría de proyección respecto al interpretado en la primera parte de la velada. El Allegro que lo abre fue tratado con un compartido sentido poético de los dos elementos concertantes, marcado por esa particular delicadeza contemplativa de la que hace gala Mitsuko Uchida cuando se trata de la música del genio de Salzburgo, logrando ese equilibrio integrador entre ellos desde sus distintas presentaciones y tratamientos temáticos.

De la lectura del Larghetto cabe destacar el preciosismo liederístico que dieron a su pasaje central, convertido así en uno de los momentos más relevantes de la actuación. En el Allegro final, la pianista hizo valer la genial capacidad del autor en la variada elaboración de un tema dialogando con la extraordinaria sección de viento-madera de la orquesta, y así justificar sobradamente la magistral invención del compositor contenida en esta obra.

Los aplausos de los músicos se unieron a los del público, corroborando la belleza transmitida por la pianista, dominadora como pocos intérpretes del pensamiento musical mozartiano. Como agradecimiento a tan unánime respuesta, Uchida ofreció como bis esa tenue confesión amorosa que encierra el décimo octavo pasaje del Carnaval, Op. 9 de Robert Schumann, dejando como rúbrica una serena pincelada de la mejor música romántica para piano, concluyendo así una de las citas más relevantes del Ciclo Sinfónico del ADDA en la presente temporada.

José Antonio Cantón

 

Mahler Chamber Orchestra

Pianista y directora: Mitsuko Uchida

Obras de Wolfgang Amadeus Mozart y Arnold Schoenberg

Sala sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA)

 

Foto: Uchida ensaya en el ADDA con la Mahler Chamber Orchestra.

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