Entre el panorama desolador de cancelaciones y aplazamientos a las que se enfrenta el sector musical en estos tiempos de pandemia, resulta alentador escuchar a un artista que, antes del comienzo de su actuación, se dirige al público para explicarle que ha llegado en coche desde Alemania para dicho concierto.
Esto es lo que hizo este fin de semana el cellista del Cuarteto Mandelring, conjunto que tuvo el domingo 20 la primera de sus cuatros citas madrileñas con la integral de los cuartetos de Dmitri Shostakovich, en el marco del II Círculo de Cámara programado por Antonio Moral en el Círculo de Bellas Artes, con el patrocinio de la Fundación Montemadrid.
Fue un concierto largo, en el que necesariamente hubo que hacer una brevísima pausa (qué lejos en la memoria quedan esos descansos en los que los aficionados podían intercambiar opiniones con amigos y conocidos tomando una copa, o sencillamente, estirando las piernas). El público es consciente del privilegio que disfruta (volviendo a Alemania, allí se han cancelado las actuaciones ante la nueva ola de contagios que sufre el país) y permaneció en su mayoría en sus localidades. Porque la cultura es segura y lo logramos entre todos.
El Cuarteto Mandelring ha planteado esta integral de manera rigurosamente cronológica, lo que permite al espectador la escucha lineal de unas obras que surgieron de lo más íntimo del compositor, y que retratan esas facetas del artista que no podían o debían salir a la luz pública en los años más duros de la dictadura soviética.
Shostakovich comienza a escribir cuartetos cuando ya es un consumado compositor de sinfonías y de otros géneros y estilos. Domina la forma desde el principio, sin titubeos, y juega con ella, plegándola a sus deseos y necesidades. Podríamos decir que los cambios que se van apreciando en sus diferentes cuartetos tienen más que ver con el desarrollo de su yo interior que con una evolución de su trabajo, firme y seguro desde un principio.
El compositor entreabre con su primer cuarteto una puerta a la que se asomará de manera intermitente en posteriores obras o que llegará a atravesar en contadas ocasiones. Esa puerta le da acceso a un universo musical donde puede ser él mismo, sin requerimientos externos de ningún tipo. Un universo en que puede mostrar su personalidad musical sin cortapisas, incluso cuando se enreda en devaneos con las formas clásicas.
Para quien esto escribe esa personalidad es una genial amalgama de pesimismo y arrebatamiento, de profundo lirismo y de casi histérica exaltación. Plasmado todo ello con un lenguaje tan propio (a base de recursos musicales empleados con reiteración) que sus cuartetos son puro Shostakovich, tanto en los momentos más recogidos y sublimes como en los más exaltados.
Y personalidad tiene el Cuarteto Mandelring para repartir a manos llenas. Abordan un Shostakovich rugiente en ocasiones, descarnado otras, lírico en esos solos de cada instrumento que semejan casi arias en estas obras corales Enfatizan en todo momento la modernidad de un compositor que escribía para sí mismo. El Mandelring es un claro ejemplo de numerosas formaciones actuales que han perdido hace tiempo el lastre de predecesores suyos más románticos, para tocar estos repertorios con una garra y fuerzas renovadas. No se trata en este caso, de personalismos sin fundamento, sino de una manera de trabajar que surge del convencimiento. Lo que se traduce en una interpretación homogénea, coherente y rigurosa, que fue recibida con calurosos y merecidos aplausos en esta primera cita madrileña. Esperemos que las circunstancias permitan al Mandelring mantener sus siguientes compromisos con la integral de Shostakovich, aunque tengan que atravesar el continente en coche una vez más.
Blanca Gutiérrez
Cuarteto Mandelring - Integral de los cuartetos de Dmitri Shostakovich
II Círculo de Cámara, Círculo de Bellas Artes (Madrid)
Foto © Uwe Arens