Tras el fallecimiento de Stalin en 1953, el deshielo político trajo cierta flexibilidad a un panorama artístico que, anclado en las bases del realismo socialista, ansiaba la estimulante posibilidad de explorar otros caminos estéticos desde el otro lado del telón de acero. En lo que respecta a la música, uno de los mejores y más exitosos ejemplos supuso la creación del Festival de Otoño de Varsovia que, iniciado en 1956 con el apoyo del gobierno y a instancia de la Unión de Compositores Polacos, fue fundado por Tadeusz Baird y Kazimierz Serocki como espacio de difusión de la nueva creación polaca mientras, de manera muy astuta, servía también para que los músicos de la órbita soviética conocieran las novedades de la música occidental. Erigido, por tanto, como un encuentro de cultura plural durante la guerra fría, el Festival de Otoño de Varsovia se ha convertido en una convocatoria de absoluta referencia mundial que, manteniendo sus bases patrimoniales intactas, sigue siendo idóneo para conocer la música de creación reciente.
Uno de los conciertos más esperados de la presente edición tuvo lugar durante la clausura del festival en la que se congregaron en la Sala Filarmónica Nacional de Varsovia el grupo vocal proModern, la Big Band de la Universidad Chopin y la Orquesta Filarmónica de Varsovia para ofrecer, en formaciones crecientes en escena, una velada verdaderamente histórica.
Compuesta en 2012 y estrenada al año siguiente en la final del Concurso Latinoamericano de Composición Vocal, Vocerío, de la compositora argentina nacida en 1983, Agustina Crespo, abrió el concierto desarrollando un relato sonoro en el que, mediante sutiles dinámicas, desmenuza las palabras casi hasta la gestualidad fonética para, desde el ataque de la onomatopeya, explorar las posibilidades del instrumento vocal mediante el filtrado artificial y la modulación de timbres. De esta manera, el resultado ofrece una gran expresividad que rememora, salvando las distancias, al Petrassi de los Nonsense gracias también, a las matizadas dinámicas y una muy cuidada puesta en escena en torno al atril del grupo proModern bajo la dirección de Andrzej Borzym jr.
Prosiguiendo con una creciente plantilla en el escenario, el conjunto vocal dio paso a la Big Band de la Universidad Chopin que interpretó Actions, obra fechada en 1971 del maestro polaco Krzysztof Penderecki (1933 - 2020), y única incursión del compositor en el lenguaje del free jazz desde su etapa sonorista. Estrenada en el Festival de Donaueschingen con la New Eternal Rhythm Orchestra bajo la dirección del compositor, Actions, con una aproximación al lenguaje del free jazz en apariencia no tan logrado como en propuestas contemporáneas más urdidas como las de la Third Stream de Schuller junto a acercamientos posteriores tan dispares como Hot de Donatoni o las obras de HK Gruber, se despliega como un lúdico acuerdo performativo entre lo escrito por Penderecki, muy influído por la gestualidad jazzística, y la libertad de interpretación e improvisación que fluyen con imponente y saturado resultado que parecen evocar el ulterior estilo de compositores de hoy como Cendo o Bedrossian. En ese sentido, aunque el continente de la obra sea jazzístico y se fusione en contenido con los giros típicos del jazz, realmente no lo es, siendo quizás esta consecuencia la que hace que la obra sea realmente atractiva y que manifiesta, más allá de la creación aislada, el interés de Penderecki por las cualidades escénicas del free jazz presente en las líneas instrumentales graves de obras como la Partita para clave, o en la gestualidad de la escritura para metales de De Natura Sonoris no.2, ambas, también, de 1971. Para realzar estos detalles, la interpretación a cargo de la Big Band de la Universidad Chopin de Varsovia dirigida por Piotr Kostrzewa proyectó un sonido redondo en el que sus diversos solistas expusieron un lucimiento virtuosístico envidiable, mutando progresivamente del swing inicial hacia un explosivo dramatismo en su sección final.
Con una idea de diálogo con otras músicas, y también basada en la deconstrucción de un material conocido como las canciones de The Beatles, el también polaco Paweł Hendrich (1978) explora mediante la atomización del material en Beatles la asociación semántica con el grupo desde el eco residual de los fragmentos de los temas de la banda de Liverpool, prácticamente irreconocibles, en un vasto lienzo sinfónico. Con una arquitectura basada en el puntillismo sonoro, Beatles alterna fases de estatismo repetitivo con otras más vivas y de ritmo más marcado para jugar con el oído a desenmarañar la materia prima ante una orquestación de sonido rugoso. Para tal efecto la Orquesta Filarmónica de Varsovia bajo el mando de Geoffrey Paterson ofreció una lectura matizada y transparente, a la búsqueda de un sentido diáfano en la textura orquestal, cuidando transiciones para resaltar el relieve de la obra.
Como apuntaba Zygmunt Bauman en Retrotopía, el interés por lo utópico ha cambiado de la proyección hacia el futuro a la mirada de un pasado escogido, en el que la melancolía y se entrelaza con la nostalgia, posible lectura -entre muchas otras- del concepto metamusical de Simon Steen-Andersen en TRIO, obra de 2019 para orquesta, big band y coro que, estrenada en el Festival de Donaueschingen en el mismo año, se ha forjado como un hito de gran magnitud en el catálogo de sus obras y, con seguridad, como una de las creaciones más estimulantes de lo que llevamos de siglo. TRIO apabulla no tanto por el empleo de la técnica multimedia que, ciertamente, podría refinarse con transiciones más suaves emulando el borrowing de ejemplos canónicos (como por ejemplo, el púramente sinfónico de Berio en su Sinfonía) sino por la incardinación de una constante en la obra de Steen-Andersen y, quizás, en una generación de músicos gamberros –en la que también sobresale Alexander Schubert- en el empleo del humor filtrado por la inmediatez de las redes sociales.
De esta manera, el gag musical en forma de meme de TikTok contiene una semántica en forma de rápidos telegramas que destellan dentro del hinterland discursivo del compositor, heredero aquí de los collages de Zimmermann y Stockhausen. Pero aun así, lo que consigue Steen-Andersen en TRIO –obra que puede disfrutarse en versión de su estreno, y con aparato multimedia incluido, en Youtube- es un carrusel emocional a base de un diálogo entrecortado entre los intérpretes con multitud de fragmentos de obras canónicas, citas de Tchaikovsky, Debussy, Stravinsky, Pfitzner, Dukas o Strauss entre otros, y desde la imagen, fragmentos de conciertos, ensayos y documentales extraídos del fondo de archivo de la Radio del Suroeste de Alemania (SWR/SWF), con los que el compositor interactúa, genera cadencias, interpela a la parte más performativa del hecho musical y, sobre todo, al público, en un extraño pero elocuente ejercicio autorreferencial que trasciende a la propia música y homenajea a las instituciones de radio y televisión como difusores culturales.
Así, la obra resulta tan divertida en el diálogo intertemporal con los ensayos de Kleiber, Fricsay, Solti, Celibidache, o Scherchen -cuyo chiste es hilarante-, las imágenes de García Navarro dirigiendo Stravinsky, sesiones de jazz con Duke Ellington, las palabras de Gielen, Boulez, o incluso el mismo Penderecki que en plena ironía contradictoria aparece diciendo que el público ha tenido ya suficiente música de vanguardia, como emocionante en el -ahora sí- excelente gusto al urdir una sección de pulidas transiciones en la que todo el efectivo sinfónico coral se suma a imitar el estilo de las partes corales de Israel en Egipto de Haendel en su primera grabación recogida en cilindro de cera en 1888 y cuya emergencia en TRIO parece la recepción de un mensaje ultraterreno. Que tras varios días esta obra siga dándome qué pensar, siga generando tema de discusión con otros colegas y, en definitiva, resuene en la memoria amplificando sus sensaciones –en el contexto, además, del programa, también con una obra de Penderecki que más que sonorista sería saturacionista y presenciada por su viuda- dice algo muy positivo de Steen-Andersen, pero también una verdad de cierto eco nostálgico, y es que una obra de semejante calado y elocuencia, parece solo ocurrir una vez en la vida.
Con el concurso del excelente grupo vocal proModern, la Big Band de la Universidad Chopin y la Orquesta Filarmónica de Varsovia bajo la dirección de Geoffrey Paterson y la pericia en la sincronía de Michał Bereza y Piotr Żochowski en la proyeción y el sonido de archivo, TRIO se estrenó en el Festival de Otoño de Varsovia mediante una interpretación detallada en swing, diáfana y de impecable textura. Una de esas interpretaciones, en definitiva, propias de un festival referente en las que se está presenciando la historia.
Justino Losada
proModern / Andrzej Borzym jr.
Chopin University Big Band / Piotr Kostrzewa
Varsaw Philahrmonic Orchestra / Geoffrey Paterson
Michał Bereza, Piotr Żochowski, proyeción y sonido.
Obras de Crespo, Penderecki, Hendrich y Steen-Andersen
Festival del Otoño de Varsovia, 2024 (28 de septiembre)
Sala de la Filarmónica Nacional de Varsovia
Foto: Festival del Otoño de Varsovia, cartel de esta edición.