El segundo de los dos programas que en su visita de dos semanas a la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria cursó Leonard Slatkin, como principal director invitado, se centró en el repertorio español y ruso del siglo XX. Abrió la noche Triana de Albéniz en la conocida orquestación de Fernández Arbós.
Sobre las transcripciones de Arbós sobrevuela la polémica de su idoneidad frente al original pianístico. Si bien es cierto que Arbós no es un mago de la orquestación como pudo ser su contemporáneo Ravel, también tentado por la Iberia de Albéniz, no es menos cierto que tampoco merece el descrédito que durante mucho tiempo lo ha acompañado, proveniente en muchas ocasiones más que de su trabajo, de interpretaciones chapuceras.
En este sentido la lectura de Slatkin fue muy atractiva por su vigor, sentido del color instrumental y brillantez, de texturas suficientemente airadas. La Fantasía para un gentilhombre de Joaquín Rodrigo es una recreación de danzas para guitarra del compositor español del XVII Gaspar Sanz, realizada en homenaje al gran Andrés Segovia, que la estrenó. Sin recurrir a los oropeles de la orquesta sinfónica, se mantiene en un tono camerístico más recatado, como parece exigir la propia naturaleza de la guitarra y de las músicas de Gaspar Sanz.
Rafael Aguirre tiene la pieza plenamente interiorizada, ofreciendo una lectura de gran refinamiento, en la que hizo gala de un hermosísimo sonido, cálido y sugerente, fraseo delicado, con uso frecuente de inmateriales pianísimos y digitación impoluta. Slatkin, una vez controló el delicado equilibrio solista-orquesta, tras dos danzas iniciales con las escuetas maderas excesivamente sonoras, logró un marco bien ahormado para el desempeño del solista, moderadamente amplificado, alcanzando momentos altamente poéticos por su finura y belleza sonora.
La Quinta Sinfonía de Shostakovich, la más difundida con diferencia de sus 15 sinfonías, obtuvo una lectura de alto voltaje dramático, extrovertida y pasional, pero en mi opinión excesivamente unidireccional. Faltó contención y flexibilidad para plasmar el desasosiego y esa rabia contenida que no aflora en primer plano, soterrada, y hace aún más efectivos los grandes estallidos. Al tempestuoso primer movimiento, pese al excelente desempeño de las cuerdas, en especial la cuerda grave, le faltó una mejor gradación de tensiones, con un gran climax extrañamente poco destacado, desequilibrado entre las distintas familias instrumentales y un desigual desempeño de los solistas de viento que oscilaron entre la admirable flauta solista y un trompa principal que no tuvo su mejor noche.
Más centrado resultó el segundo movimiento con su carácter de Scherzo rayando por momentos en la vulgaridad populachera tan querida del autor ruso, de la que siempre se pueden hacer dobles lecturas.
El Largo que conforma el tercer movimiento, auténtico meollo de la obra, tuvo una plasmación desigual. Frente a pasajes bien resueltos, con estremecedores pianísimos de la cuerda, escuchamos momentos inseguros o deficientemente resueltos, como cuando con la cuerda subdividida, los 6 segundos violines más alejados del director asumieron el protagonismo de manera ostensiblemente vacilante.
El cuarto movimiento fue afrontado por Slatkin de manera decididamente triunfal, a un tempo inicial relativamente lento que fue acelerando progresivamente hasta desembocar en un torbellino de gran vitalidad. El decisivo Poco animato que precede a la gran coda no asumió ese carácter ambivalentemente inquietante de otras lecturas, culminando la obra un victorioso y asertivo final remarcado por los retumbantes timbales y el tutti en fortísimo.
Juan Francisco Román Rodríguez
Rafael Aguirre, guitarra.
Orquesta Filarmónica de Gran Canaria / Leonard Slatkin.
Obras de Albéniz/Arbós, Rodrigo y Shostakovich.
Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas de Gran Canaria.