El Teatro de la Maestranza se complacía en acoger la presencia de un tenor excepcional en el panorama lírico actual, el polaco Piotr Beczala, dentro de su gira nacional, como se puede leer en estas páginas. Y eso que llegó con un programa lleno de Tosti, De Curtis, Bixio…, aunque también aportó canciones polacas de Karłowicz, de Dvořák o Rimski, que ampliaban el estricto repertorio napolitano. Así que, teniendo para elegir algo menos arriesgado, no sabemos por qué quiso empezar por la famosa Mattinata de Leoncavallo, que a punto estuvo de costarle un disgusto canoro, habida cuenta de unos agudos a los que casi no llega por una voz todavía fría. A lo mejor Albano puede cantarla así o Camarena -a éste es que lo hemos visto, lo mismo que enfrentarse a un programa “suicida”, por la dificultad extrema-, claro que Camarena sólo hay uno. Dicho esto, se entregó al programa con muchas ganas -sobre todo de gustar-, como demostró en la primera parte con las canciones, casi todas sobre un registro agudo y en “forte”, y que por fin culminó con las dos arias más sobresalientes de Tosca, que bordó con efusividad y una técnica colosal.
Porque sus portentosos agudos forman parte de un registro muy completo, que cuenta con un centro igualmente excepcional, carnoso, pleno, y unos graves con cuerpo, claros, como todo su espectro sonoro. En la segunda parte abundaron más las arias, es decir, la emoción más dramática, exenta de cualquier recurso postizo, como ese “quejío” a lo Carreras que deja ver en las canciones napolitanas; y de todas, la que sobresalió con luz propia fue La fleur que tu mávais jetée de Carmen, acaso porque le permitía mostrar todo su registro completo, desde sus agudos deslumbrantes -con alguna exigua fluctuación- hasta sus graves más conmovedores.
La verdad es que una doble emoción nos inundó. Por un lado, la expresividad misma de su interpretación, y por otro el pensamiento de un Don José de su talla para un esperado regreso de la ópera de Bizet al teatro, ausente casi desde su inauguración (1992). Hemos de recordar que el coliseo se haya equidistante entre la Fábrica de tabacos (acto I) y la plaza de toros (acto IV).
Probó suerte también con Massenet (Le rêve de Des Grieux y Pourquoi me réveiller), técnicamente intachables, pero sin la emoción que sentimos en el aria de la flor. Un recital corto que terminó con dos propinas, la primera nos llevaba de nuevo a Nápoles (Core ´ngrato), terminando con otra canción polaca, en la que se equivocó o le entró la risa, pero tuvo que empezar otra vez. Pero su introducción al piano nos sirve para hablar de una acompañante tan excepcional como él: Sarah Tysman. Con una técnica antigua (sólo dedos) para una pianista todavía joven, pero que apura con una musicalidad que a veces desviaba nuestra atención del cantante. No era sólo su virtuosismo, sino la de metamorfosearse con los instrumentos de la orquesta a los que sustituía o la forma de jugar con el tempo.
Carlos Tarín
Piotr Beczala, Sarah Tysman.
Obras de Leoncavallo, Karłowicz, Dvořák, Rimski-Kórsakov, Puccini, Verdi, Tosti, De Curtis, Bixio, Massenet y Bizet.
Teatro de la Maestranza, Sevilla.