Música clásica desde 1929

 

Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Pons y la OCNE rinden homenaje a Ataulfo Argenta - por Gonzalo Roldán Herencia

Granada - 06/07/2021

El Festival de Granada cumple este año setenta años de existencia, razón por la cual se han programado determinados espectáculos que rememoran algunos de los grandes momentos de su historia; no en vano, es el decano de los festivales de verano. Siete décadas ininterrumpidas en las que ha mantenido un equilibrio entre la excelencia e innovación, programando a las principales figuras internacionales y apostando por jóvenes promesas y propuestas frescas y novedosas. En este sentido, la presencia de la Orquesta Nacional de España (ONE) en la programación de esta temporada ha sido intencionada, ya que fue precisamente esta formación la que inauguró el primer Festival de Granada en 1952 con su entonces director titular, Ataulfo Argenta. El programa de aquella noche, que se dedicó íntegramente a Manuel de Falla, fue recreado por la ONE la pasada noche, dirigida en esta ocasión por Josep Pons, quien fuera su director titular antes de David Afkham (al que sustituyó en el último momento).

 

Es indudable que Ataulfo Argenta fue uno de los directores que más hicieron por la música clásica en la España de mediados del siglo XX, programando repertorios internacionales y poniendo en valor a músicos nacionales como Manuel de Falla. Por tanto, este homenaje rendido en el Festival es una elegante forma de recordar su figura, a la vez que se resalta el valor histórico que tuvo aquel concierto inaugural.

 

El programa se inició con las Noches en los jardines de España, tres nocturnos para piano y orquesta que Manuel de Falla trajo esbozados de París y cuya versión definitiva se estrenaba en Madrid en 1916. Josep Pons puso en atriles esta partitura con una espléndida interpretación, contando con Josep Colom en la parte solista; su interpretación fue muy equilibrada, con un toque nítido y presente al piano, que recreó muy hábilmente las referencias al folklore introducidas por Falla, como son la copla central o la imitación de los rasgueos de la guitarra española. Fue una versión bien perfilada que buscó el equilibrio entre solista y orquesta, controlado en todo momento por el gesto minucioso de Josep Pons, que supo extraer a la orquesta un sonido limpio y de gran belleza.

 

Completó la primera parte del concierto la gitanería El amor brujo, en su versión para ballet de 1925. En ella se describe el sufrimiento de la gitana Candelas, que quiere conjurar al fantasma de un antiguo amante y exorcizarlo para deshacerse de él. Pons, buen conocedor de esta obra, se mostró detallista en el gesto y explotó sobradamente la riqueza tímbrica de la ONE desde la introducción al final; en este sentido, definió con maestría el espíritu de cada número con el ritmo y fuerza adecuados dentro de la línea argumental de la partitura. Los vientos de la ONE, precisos y de un sonido claro y potente, realizaron una labor excelente coloreando los diversos motivos expresivos que Falla incluye en su partitura, junto con unas cuerdas que describen un complejo entramado sonoro. La versión contó con la presencia de la cantaora María Toledo para los números vocales, que interpretó con un carácter aflamencado y una voz muy oportuna para la obra; sus intervenciones fueron claras en lo musical y lo textual en las canciones del amor dolido y del fuego fatuo, así como de gran emotividad en la “Danza del juego de amor” o en las campanas del amanecer que cierran la obra. El resultado fue una versión fiel a la concepción de Falla y correcta en todos sus aspectos. 

 

La segunda parte se abrió con el Interludio y danza de La vida breve, la ópera que Falla llevara consigo a París como tarjeta de visita, en la que ya se presentía la Granada que más adelante sería su lugar de residencia durante prácticamente dos décadas. Estas dos piezas, una más reflexiva y otra más viva aunque sombría, fueron atacadas con energía por Pons ante una orquesta de muy buen empaste, sirviendo de preludio para la obra que cerraba el programa: El sombrero de tres picos, ballet que Falla escribió basándose en la obra homónima de Pedro Antonio de Alarcón.

 

El sombrero de tres picos se programó en misma versión de suites orquestales del concierto inaugural de 1952 al que se rinde homenaje, escritas por Falla tras el estreno del ballet y con las que se dio a conocer la obra internacionalmente. En una interpretación muy colorista y vitalista, Josep Pons y la ONE demostraron la buena sintonía que existe entre ambos; el director sacó sonoridades muy ricas y equilibradas, con una rítmica brillante, incluso agresiva por momentos, que completaba el sentido melódico de los distintos números y su riqueza tímbrica. Director y orquesta recibieron un caluroso aplauso en reconocimiento de su espléndida labor a lo largo de toda la velada, instándoles a saludar hasta cuatro veces. Fue un concierto para recordar y con el que se rememoró un trocito de historia del Festival de Granada.

Gonzalo Roldán Herencia

 

70 FESTIVAL DE GRANADA

Programa: Manuel de Falla, Noches en los jardines de España, El amor brujo (segunda versión de 1925), Interludio y danza de La vida breve y El sombrero de tres picos (suites 1 y 2).

Orquesta Nacional de España

Director: Josep Pons

Solistas: María Toledo (cantaora) y Josep Colom (piano)

Fecha y lugar: Palacio de Carlos V, 04 de julio de 2021

 

Foto © Festival de Granada | Fermín Rodríguez

470
Anterior Crítica / Una velada poco satisfactoria - por Juan Francisco Román Rodríguez
Siguiente Crítica / Clariphonia con “Cartas a Mozart” en Madrid - por Juan Antonio Serena