Uno de los grandes pasos dados por la música clásica en el siglo XX ha sido –entre otros muchos, por supuesto- el de otorgar a la percusión un papel más relevante en la escritura sinfónica, hasta el punto de llegar a ser instrumento solista. Ya a finales del XIX un tal Gustav Mahler daba a la susodicha sección una relevancia infrecuente en compositores anteriores; más tarde las vanguardias surgidas tras la Segunda Guerra Mundial bucearán en este mundo a través de ponernos en conocimiento de tantos y tantos instrumentos para darles un protagonismo extremo.
Podemos traer aquí la figura de Edgar Varese como ejemplo paradigmático de ello. Y así, hoy en día la sección de percusión ha llegado a adquirir una relevancia en la música clásica contemporánea nada desdeñable. Y, sin embargo, los conciertos para percusión y orquesta siguen siendo casos aislados, no sé si en su composición pero sí al menos en su programación en los abonos ordinarios.
Por ello creo que es de subrayar y agradecer que la Euskadiko Orkestra –junto a otras dos más, a saber, la Sinfónica de la Radio de Stuttgart y la Filarmónica del Ártico- hayan encargado a una figura actual como el hamburgués Detlev Glanert un Concierto para percusión y orquesta, que ha sido la gran novedad de este nuevo concierto.
Como solista, con modos de joven irreverente y accesible, el austríaco Christoph Sietzen provisto de las baquetas propias de vibráfono, marimba y lira para darnos una exhibición no exenta de virtuosismo que dejó al público fuera de juego por su capacidad de flotar, literalmente, frente a sus instrumentos. Y no digamos nada del ragtime bis acompañado en un gran detalle por dos miembros de la orquesta, Igor Arostegi y Alba Rodríguez, ambos geniales. La escritura de la orquesta quizás no es excelsa pero solo poder vivir esta novedosa experiencia ya merece y mucho la pena.
Antes, para abrir el concierto, un entreacto de Die drei Pintos, ópera cómica de Weber y cuya orquestación terminó Gustav Mahler, de música pizpireta y agradable. Y en toda la segunda parte la Sinfonía nº 2 en re mayor, op. 73, de Johannes Brahms, llevada con buen pulso y estilo germano entroncado en la más absoluta tradición por la batuta del suizo Christoph Matthias Mueller. Hamburgo, la ciudad natal de Glanert y Brahms, unida por un arco de ciento treinta años que nos permitió recorrer el camino que va de la música más actual a la propia de la tradición más inalterable de esa música que llamamos clásica y que durante el siglo pasado y en los años del que nos ocupa fue capaz de hacer suya la percusión, ese instrumento que es mucho más que hacer ruido.
Enrique Bert
Christoph Sietzen (percusión)
Euskadiko Orkestra. Dirección musical: Christoph-Mathias Mueller.
Obras de Carl Maria von Weber, Detlev Glanert y Johannes Brahms.
Auditorio del Conservatorio Jesús Guridi, de Vitoria-Gasteiz