Después del antológico concierto protagonizado por la Chamber Orchestra of Europe bajo la dirección Daniel Harding, el 72º Festival Internacional de Santander prosiguió su ciclo sinfónico con la visita de Midori, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, Juanjo Mena y un atractivo programa compuesto por el Concierto para violín y orquesta de Beethoven y la Sinfonía nº 1 ‘Titán’ de Mahler.
Puede que hablar de esperada visita al referirnos a Midori suene a tópico, pero ese odioso soniquete no le resta un ápice de verdad, ya que salvo error u omisión por mi parte, se trataba de su debut en la capital cántabra, donde otras colegas tan reputadas como Viktoria Mullova, Anne Sophie Mutter o Hilary Hahn ya se han presentado (de hecho, Mutter y Hahn lo volverán a hacer en los próximos días). Había ganas, tantas ganas de escuchar a la que en su día fuera niña prodigio y hoy es consumada intérprete, activista, educadora y mensajera de paz de Naciones Unidas, que la sala Argenta se quedó a un paso de registrar su tercer lleno en cuatro jornadas.
Pues bien, digamos, a modo de escueto resumen, que Midori estuvo a la altura de lo que cabe esperar de su envidiable y acreditada trayectoria, brillando sobre manera, pero no exclusivamente, en el larghetto del movimiento central, ese diálogo entre violín y orquesta casi improvisado, “un momento de poesía absoluta, en constante oscilación entre sueño y realidad” (Boucourechliev). No por esperado dejó de impresionarnos su sonido caudaloso, muy pulido, ni su celebrada capacidad para diferenciar dinámicas ni menos aun la nobleza de su fraseo, muy particularmente en ese tema que, repetido cinco veces, escucharíamos otras tantas si fuera necesario. Por todo ello, por esa musicalidad, por ese equilibrio entre lo lírico y lo dramático, recibió una atronadora ovación, a la que la intérprete correspondió con un preludio de la Partita nº 3 de Bach (3’19’’) avasallador, técnicamente intachable, que evidenció que los deslices apenas perceptibles al comienzo del concierto no habían sido más que una anécdota.
Por lo demás, había curiosidad por escuchar lo que Juanjo Mena sería capaz de hacer con la ‘Titán’ de Mahler en su regreso a la capital cántabra. Hace cuatro años, el vitoriano dejó un regusto agridulce con su integral de conciertos para piano de Beethoven con Javier Perianes y la London Philharmonic. Si bien advertimos una interpretación luminosa, aunque un tanto rígida y acelerada del Concierto del músico de Bonn (24’15’’, 9’22’’ y 9’45’’), debemos subrayar que no sólo no decepcionó con la partitura del músico bohemio, sino que, libre de las ataduras clásicas y enfrentado a los muy diversos episodios y climas que la conforman (ternura, parodia…), colmó todas las expectativas con una lectura brillante, extrema, contrastada (15’54’’, 7’39’’, 10’56’’ y 19’38’’). Mena valoró cada timbre, acarició amorosamente la melodía en torno a la cual gira el primer movimiento, se regodeó en la marcha fúnebre del tercero (más larga que las de Bernstein o Haitink, por ejemplo) y desató las fanfarrias de una deslumbrante apoteosis sonora que puso de manifiesto las muchas bondades de la OSCyL. Otra gran noche sinfónica, pues, en la memoria de un Festival que ha arrancado con muy buen pie.
Darío Fernández Ruiz
72º Festival Internacional de Santander
Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Midori (violín). Juanjo Mena, director
Sala Argenta del Palacio de Festivales
Foto © Pedro Puente