La pianista Varvara, nos visitó hace cuatro años, dentro de la temporada de la Real Filharmonía de Galicia, dirigida por Clemens Schuldt, sesión que incluía la Sinfonietta en La M. , de S. Prokofiev, preparando posiblemente espacio para el Concierto nº 2, en Sol m. Op. 16. Vladimir Fedoseyev, veterano maestro, fue apoyo del mítico Mravinski en la O. F. de Leningrado- nombre que oficiaba entonces-, y su carrera en el mundo operístico fue una constante comenzando en el Teatro Estatal Kirov Mariinski, con La novia del zar de Rimski-Korsakov.
Un programa ruso en amplitud de dimensiones tal cual se prometía, pero Fedoseyev suspendió por indisposiciones que cancelaron las giras previstas. Fue tarde para José Trigueros, ahora director asociado y un comodín en alza, por las trazas mostradas en la obra concertante y en la sinfonía. Quizás se recuerde la jornada por este festejado encumbramiento, porque su faena resultó la confirmación y el doctorado, para un programa de semejante enjundia y asumida con urgencia de minutero.
Prokofiev con el Concierto para piano y orquesta en Sol m. Op.16, obra que en el análisis de Harlow Robinson, cuando se escucha ahora, a distancia de su tormentoso estreno, resulta difícil entender por qué la pieza provocó reacciones tan intensas. Pero en general, el público musical ruso de 1913 era conservador y nada osado, mucho más conservador que el público europeo de la época. Existían, por cierto, muchos movimientos de vanguardia pequeños, pero su impacto era todavía limitado Por otra parte, el clima cultural de San Petersburgo era más conservador aún que el de Moscú. Más inquietante para Prokofiev que la injuria pública contra su nuevo concierto fue la resistencia que encontró aun entre sus colegas mayores.
El respetado director Alexander Ziloti, devolvió la partitura del concierto con este comentario: Resultaría muy interesante ver qué ocurre cuando Vd. se descubra a sí mismo. Varvara, ansiada precisamente en obra de su especialidad por las docencias de Voskokressensky y Koroliov, tuvo en Trigueros a un inesperado compañero en las urgencias. Fueron las dos cadenzas - la del Andantino- Allegretto y la del Allegro tempetuoso-, las que el autor ubicó para marcar la esencia del concierto y del que ella hizo un absoluto requerimiento de las observancias programáticas. El vértigo del Scherzo- Vivace venia a medir el muy exigente equilibrio en la métrica agotadora impuesta a la orquesta por un director que trató de mantener el punto de perfiles irónicos del Intermezzo: Allegro moderato.
La excitación a que dio lugar la Sinfonía nº 10, en Mi m. Op.93 de Shotakovich, tuvo enorme importancia en la vida musical soviética de los años cincuenta, años particularmente tensos y amargos para el compositor y el entorno cultural en general. Su sinfonismo acaparó parte de la temporada pasado y de la actual. De nuevo se nos invita a pensar en qué medida, Trigueros tuvo que recurrir a Slobodeniouk para salir del atasco. Un Moderato que nos supo en las claves desde la exposición con la cuerda baja en sus quebrantos o las precisas puntuaciones de clarinete y flauta. Temible Allegro al que Trigueros parecía entrar apuros por esa tendencia a congelar la respiración, tal cual demuestra en otras de las sinfonías. Puro Shostakovich en sus obsesiones. Fue el Allegretto ese movimiento en el que también los motivos utilizados, obligan a director y aficionados a vérselas con elementos a descifrar. Solemnidad en reserva y para ratificar el reconocimiento, el Allegro cargado de tintas sobre motivos revisados.
Ramón García Balado
Varvara. Orquestra Sinfónica de Galicia / José Trigueros.
Obras de Prokofiev y Shostakovich.
Palacio de la Ópera, A Coruña.
Foto: El director José Trigueros, que acaba de dirigir con éxito a la Orquesta Sinfónica de Galicia / © Miguel Ángel Fernández