La segunda visita durante esta temporada de abono de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria del director británico Trevor Pinnock estableció un recorrido junto a tres figuras señeras de la historia de la música que comenzó en el barroco, de la mano de Haendel, para recalar en el clasicismo mozartiano y desembocar en el primer romanticismo de Mendelssohn.
Haendel ha sido uno de los autores a los que mayor dedicación ha mostrado Pinnock desde los inicios de su carrera y con el que ha obtenido alguno de sus mayores triunfos, convirtiéndose en una figura indiscutida en la interpretación del sajón. Una suite entresacada de su famosa Música Acuática lo corroboró. Con una orquesta poco ducha en la interpretación del barroco, el director británico logró una lectura bien pergeñada, de danzas acertadamente balanceadas y cuerda bastante nutrida para lo habitual en este periodo, de la que la batuta desgajó conjuntos más reducidos en pasajes concretos, junto a parejas de oboes, fagotes, trompas, trompetas y timbal. La utilización de trompas y trompetas modernas destacó a estos innecesariamente sobre el resto del conjunto, que respondió con seguridad, pese a puntuales roces de las cuerdas y un segundo trompa algo inseguro.
El Concierto nº 20 de Mozart en las manos de Alexandra Dovgan, tras un llamativo despiste en los compases iniciales, sonó terso y nítidamente articulado. Con un sonido pianístico de gran atractivo sonoro que Dovgan reguló con excelente criterio, nos dejó un Mozart cantado con elegancia, de olímpica belleza, en un admirable ejercicio del más refinado clasicismo, sin esconder por ello algunas atrevidas modulaciones, ponderando con acierto la sonoridad entre ambas manos. Pinnock le ofreció un soporte instrumental nítido y bien proporcionado del que destacaron las admirables prestaciones de las maderas.
La Sinfonía nº 3 de Mendelssohn, “Escocesa”, obtuvo del director británico una lectura arrebatada y pasional de inmediato atractivo. Mantuvo sus características habituales, tempi ligeros, escaso rubato en las cuerdas y un sonido que privilegiaba a los violines, frente al resto de la sección, lo que si bien proporciona una sonoridad más brillante, resta peso y densidad al resultado general, con unos cellos apagados en sus varios solos. Pese al inagotable despliegue de energía con que discurrió la sinfonía, se echó en falta un mayor reposo en momentos como la introducción lenta al primer movimiento o la coda del cuarto movimiento, aunque en este último se logró un clima de entusiasmo innegablemente agradecido. Lamentablemente, a lo largo de la pieza Pinnock no logró equilibrar adecuadamente el sonido del conjunto, con unas trompas, trompetas y timbales esplendorosas que barrían con el resto de la orquesta en los tutti, convertidos más en intempestivas erupciones que en culmen de un crescendo meticulosamente elaborado. Con todo, director y orquesta lograron un gran éxito de público con atronadoras ovaciones y bravos.
Juan Francisco Román Rodríguez
Alexandra Dovgan, piano.
Orquesta Filarmónica de Gran Canaria / Trevor Pinnock.
Obras de Haendel, Mozart y Mendelssohn.
Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas de Gran Canaria.