Eso es lo que afirma todo el ‘Borough’, el terrible pueblo de Peter Grimes de Britten. El fundamental espectáculo de Deborah Warner, nacido en Madrid y ya conocido en París y Londres, ha llegado por fin a Roma, respondiendo siempre que sólo si todos se adecuan a determinadas normas no escritas y no intenta diferenciarse. Además de haber afinado su ya excelente puntería inicial, consiguió, a mi modo de ver, ser el más completo gracias a la dirección de Michele Mariotti, que se ocupaba por primera vez de un título del compositor.
El joven maestro italiano mostró una preparación y compenetración envidiables no sólo en los famosos interludios, sino que, justamente, salvo los que comenzaban un acto tras las pausas, parecían ser todos una unidad, prolongación o comentario de lo que se acababa de ver, o preparación de lo por venir. La orquesta del Teatro le respondió con entrega y calidad y ha conseguido un nivel desde que Mariotti es director musical de la casa francamente notable.. El otro puntal de la institución fue asimismo el coro, no sólo por su canto (para el que lo preparó, como siempre, Ciro Visco). Mérito especial la pronunciación inglesa.
El reparto era, en su mayor parte, el ya conocido en ocasiones anteriores y con semejante trabajo escénico es lógico que así sea, aunque cambien coro y comparsas (por ejemplo el niño, aquí un Giacomo Milesi sumamente expresivo).
Clayton volvió a ofrecer su retrato –cada vez más matizado en lo vocal y escénico- del protagonista, definitivamente más en la línea de Vickers que de Pears. Esta vez su cuota de enajenación y desesperación pareció mayor, y su monólogo final fue aun más estremecedor.
Bevan fue una nueva Ellen. El personaje es difícil también en todos los aspectos y si se movió bien su canto acertó más en la zona aguda pese a que en algún momento forzó sin necesidad..
Keenlyside no necesita presentación. Quien puede, sólo con gestos, traducir los sentimientos contradictorios de Balstrode (por ejemplo, al quedarse sólo en escena inspeccionando la cabaña de Grimes), no necesitaría ni cantar. Pero vaya si lo hace con esa mezcla suya de naturalidad y trabajo como para hacer desear que Britten le hubiese dado mayor relieve a este capitán observador y escéptico que no se deja llevar por majaderías, pero sabe que ellas terminan por imponerse.
Los varios roles ‘secundarios’ pero importantes tuvieron también a algunos habituales como Bayley en Swallow, Imbrailo en Keene (ambos magníficos), Graham-Hall (un Boles esta vez más presente en lo actoral que en lo vocal), Wyn-Rogers cuya Auntie fue menos interesante que cuando antes interpretaba a Mrs. Sedley, ahora muy bien encarnada por Clare Presland. Hobson fue un amenazador Stephen Richardson (hay que ver lo amenazante que resulta su golpe de tambor), y los demás estuvieron adecuados a sus respectivas partes. El Teatro exhibía muy buena entrada, aunque no estaba lleno y hubo alguna defección tras los dos intervalos, pero los aplausos sonaron muy convencidos, sobre todo en los saludos finales.
Jorge Binaghi
Allan Clayton, Sophie Bevan, Simon Keenlyside, Jacques Imbrailo, Clive Bayley, Catherine Wyn-Rogers, y otros.
Orquesta del Teatro / Michele Mariotti.
Escena: Deborah Warner.
Peter Grimes de Britten.
Teatro Costanzi (Teatro dell’Opera), Roma.
Foto © Fabrizio Sansoni - Opera di Roma