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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Pensando y tocando así, cualquier elección es buena - por José M. Morate Moyano

Valladolid - 25/03/2025

Feliz coincidencia, la entrevista concedida en RITMO (Nº 992, Marzo) por la violinista madrileña Leticia Moreno (Madrid, 1985), en la que, entre otros detalles, comentaba cómo se había gestado su proyecto Bach en la Jungla, junto a tres colegas de su misma calidad musical y con la misma pasión: Claudio Constantini (Lima, 1983), bandoneón; Edicson Ruiz (Caracas, 1985), contrabajo y Matan Porat (Tel Aviv, 1982), piano. El proyecto, recogido por el Centro Macional de Difusión Musical (CNDM), recorrerá diferentes ciudades españolas, entre éllas Valladolid a través del Ciclo Recitales y Música de Cámara de la OSCyL.

Leticia, de ascendencia peruana, ha querido rendir su particular homenaje a Juan Sabastián Bach y la influencia que su magisterio mundialmente reconocido tuvo y tiene en el Continente Sudamericano, que ha aportado también su particular visión creadora e interpretativa. De ahí que con su fulgente Nicola Gagliano (1762,) con el que ha llegado a constituir un sólo cuerpo, su altísimo nivel técnico y el temperamento que suma a su sentido musical, lidere este Ensemble en un Programa que aúna lógica, culta popularidad e interés.

Se inicia con la Sonata nº 4, a tres voces, para violín y clave obligado, en Do m., BWV 1017, del grupo de 6 (3 mayores y 3 menores), nacidas en Cöthen en 1720, de mano del "padre Bach", que le acompañaron siempre. Aquí, el bandoneón hace el papel de teclado, y ¡qué papel!, justificando  por qué Constantini está considerado el mejor en su especialidad. Salvado el Largo inicial, donde el timbre de las dos voces que conlleva la escritura que soporta la del violín, tardó, quizá por demasiado porteño, en ser bien percibido por Sala y oyentes, dejando la siciliana un punto desvaída; los otros 3 movimientos, más aún el Allegro que conlleva una de las mejores fugas del Maestro, fueron una delicia de interpretación por parte del dúo. Leticia contuvo el vibrato como convenía, tocó con precisión la bella e intensa pastoral que es el Adagio ma non tanto, y rotunda la bourré Allegro assai que cierra la Sonata con las 3 voces en contrapunto imitativo y ritmos cruzados. Fue una magnífica carta de presentación.

Fusionando el folk brasileiro con el "estilo Bach" escribió Villa-Lobos sus 9 Bachianas brasileiras entre 1930 y 1945, de las que sonó la nº 5, tal vez la más conocida, que tardó en completar, pues su Aria en La m. (Cantilena), Adagio, es de 1938 y la Danza (Martelo) en Do M., Allegretto, del 45. El cuarteto ya se completó aquí, marcando muy bien el ritmo de entrada el piano, con pizzicati del contrabajo (miembro de la Filarmónica berlinesa) capaz de hacer cada uno con su color propio, para pasar al canto del bandoneón con exquisito gusto en el papel de la voz y dar entrada vigorosa al violín, que recupera el canto con la máxima expresión. El martelo, pleno de ardor y loca alegría en el piano, continuó en el resto con el bajo a ritmo constante. Nueva modélica versión.

El anónimo boliviano del XVIII, tomado del Archivo Musical de la Misión Jesuítica de Chiquitos, Sonata chiquitana nº 4 (AMCH 264-Soi 8), prueba cómo prendió en el alma indígena la música europea de Corelli y Vivaldi, o sea, Bach como cima, y cómo la hicieron suya en estilo y forma. Allegro virtuoso para Leticia y Constantini;  galano y bello el Andante y sencillamente elegante el Minueto, cerrando los 3 movimientos que la integran y el interés musicológico que encierra.

Luego esa montaña que supone la Chacona de la Partita nº 2 para violín solo, en Re m., BWV 1004 (1720) de Bach, que Leticia ha hecho suya desde sus comienzos, haciendo una versión que compendia todos sus admirables medios violinísticos. Su estructura compleja que sigue sin desentrañarse, ni el origen, ni cuantas citas corales de difuntos aparecen, ni si es un tombeau para María Bárbara su primera esposa fallecida, ni cuantas variaciones libres sobre reiterado patrón armónico, ni... ; pero sí hay absoluto acuerdo sobre que es una obra maestra; como tal fue tratada por Leticia Moreno, a quien fue mejor oír que contarlo.

Y en el mismo ambiente de origen musical pero en el Buenos Aires de 1964 al 70, nacieron las Cuatro Estaciones porteñas que Piazzolla escribió para su quinteto, tocadas aquí en orden meteorológico. No por conocidas dejaron de impresionar en esta versión, en la que Constantini, en popular pose vertical, pie sobre banqueta, dio magistral lección sobre su instrumento y lo que en sus manos puede lograr, transmitiendo una energía y/o calidez a la música, que a Leticia le va como anillo al dedo y a sus dos colegas contagió de idéntica pasión y vitalidad, construyendo una versión emotiva y musicalmente perfecta, que elevó la temperatura de la llena Sala al máximo, alta ya en todas las piezas anteriores. Ante tal respuesta del público, se vieron obligados a regalar el sentimental y delicado Adios!, Nonino del mismo Nuevo Tango del autor, redondeando con él la estupenda velada.

José M. Morate Moyano

 

Leticia Moreno, violín; Claudio Constantini, bandoneón; Edicson Ruiz, contrabajo; Matan Porat, piano.

Obras de J. S. Bach, H. Villa-Lobos, anónimo chiquitano y A. Piazzolla

Sala de cámara del CCMD de Valladolid

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