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Crítica / Paul O’Dette, alquimista del laúd - por José Antonio Cantón

Alicante - 18/02/2022

Siguiendo con la presencia de grandes intérpretes de instrumentos de cuerda pulsada dentro del ciclo de recitales dedicados a la guitarra que organiza el ADDA cada temporada en colaboración con el Máster en Interpretación de Guitarra Clásica de la Universidad de Alicante, cuya dirección académica detenta Ignacio Rodes, concertista y catedrático de guitarra del Conservatorio Superior de Música ‘Óscar Esplá’ de Alicante, se ha contado para su segunda jornada con la actuación de una de las grandes figuras del laúd barroco como así es considerado desde hace décadas, el norteamericano Paul O’Dette. Coincidía en el día del fallecimiento del gran lutier y violero madrileño José Luis Romanillos, noticia que el maestro Rodes comunicó al público presente en este recital, que dedicó a su memoria.

Demostrando una clara distinción estilística, O’Dette abrió el programa con una de las obras más significativas de Bach para laúd derivada de una composición de siete piezas inicialmente pensada para violonchelo, la Suite en Sol menor, BWV 995, que abordó ya desde su Preludio con una alquímica expresividad, carácter que mantendría en el transcurso de toda su intervención.

Pendiente constantemente de la afinación, tan difícil en este instrumento, quiso poner en valor la limpieza que requiere la articulación que necesita este, ricamente estructurado, inicio de la obra, de forma semejante a los preludios de las suites inglesas para clave que, de alguna manera, quería sugerir el laudista dada la vitalidad que imprimía a su ejecución, que se convirtió en pura elegancia cuando llegó a la Courante. La sonoridad se enriqueció con la subsiguiente zarabanda, que hizo sonar con esencial emocionalidad. El estilo galante quedó materializado con las dos gavotas, sentimiento que O’Dette impulsó al llegar a la giga conclusiva en su manifiesto ritmo de danza.

La parte central del programa la ocupó la complicada Sonata en Re menor, SW 35 de Sylvius Leopold Weiss, uno de los compositores más prolíficos de música para laúd del periodo barroco.

En su interpretación, el laudista estadounidense quiso poner al mismo grado valorativo tanto su alto nivel musical como su virtuosismo técnico, transmitiendo nobleza estética en cuanto a lo primero y gran limpieza de tañido en lo referente a lo segundo, fundiendo ambos aspectos con manifiesta ejemplaridad, pese a tener pequeños instantes de falta de concentración motivados por la rápida ya la vez precisa lectura que requiere el seguimiento de esta sonata. Es tal el concepto global que demuestra tener O’Dette de esta obra que cualquier incidencia queda en muy segundo lugar.

Así hay que valorar en toda su importancia el aire popular que imprimió al Paysanne, ese tipo de baile muy apreciado por el compositor y que el intérprete tocó con delectación; destacó el carácter cantábile de la zarabanda, la que abordaba en un constante estado de intensa exploración y, finalmente, hay que destacar el sentido concertante preclásico con el que expuso el minueto y el allegro con los que concluye. Escuchar esta obra maestra del barroco por un intérprete de esta categoría significaba ser testigo de todo un elogio del detalle en el tañer.

El recital crecía en interés conforme fue transcurriendo llegando a su culminación con la transcripción para laúd de la Primera Sonata para violín en Sol menor, BWV 1001 de Juan Sebastián Bach a cuyo primer movimiento, Adagio, trató de darle un aire de improvisada fantasía. La lógica interna expresada en la alegre fuga que le sigue, tratada con sustancial abstracción, contrastó con el ritmo de tocata que apuntó en su final. Tal tensión quedó mitigada con la acentuación dada a la melódica línea de canto de la siciliana que O’Dette tocó con suma delicadeza.

Terminó con un claro mecanismo el Presto que cierra la obra, realzando el curioso límite de descomposición que presenta la estructura armónica de alguno de sus pasajes arpegiados.

El público, que llenaba casi la totalidad del aforo de la sala de cámara del ADDA, respondió con entusiasmo haciéndose acreedor de un bis, también de Bach; el Largo de la Tercera Sonata para violín en Do, BWV 1005 que, en este movimiento pausado reflejó la grandeza musical de este intérprete, verdadero alquimista del sonido de su laúd de trece órdenes construido por el neoyorquino Andrew Rutherford el año 2002, siguiendo el patrón de los instrumentos de cuerda “atiorbados” del Sebastián Schelle, uno de los más destacados lutieres alemanes del siglo XVIII.

José Antonio Cantón

 

Paul O’Dette (laúd barroco)

Obras de Johann Sebastian Bach y Sylvius Leopold Weiss

Sala de cámara del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) / 12-II-2022

 

Foto © ADDA

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