Siempre se discute que si un cantante, por muy grande que sea, es idóneo para cantar lieder. Unos aducen que se han de interpretar sin la menor concesión a la teatralidad, dejando que la voz y la expresión sonora se encarguen de transmitir los mil matices de este repertorio. Otros, entre los que me cuento, que lo importante es que canten como es debido y que no se corten a la hora de expresarlos con su profundidad, si, pero sin eliminar su parte teatral. He escuchado en directo muchas veces al gran Dieskau y aseguro que era lo menos parecido a un cantante de salón del XIX que imaginarse pueda.
Esto viene a colación del recital en el Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Muiscal y Teatro de la Zarzuela que nos ha ofrecido René Pape acompañado al piano por Michael Schutze.
Pape, en principio es un cantante de ópera, al que he disfrutado en Salzburgo desde su Don Fernando en Fidelio en 1990, y su Sarastro de la Flauta Mágica en 1991, para posteriormente su asombroso Fasolt en 1994 en Bayreuth y después en otros muchos teatros. Su voz es de bajo cantante, sería un bajo barítono, si lo comparamos con los inmensos Christoff y Ghiaurov, o los cavernoso Talvela o Salminen, pero Pape posee en sus interpretaciones la misma fuerza dramática de aquellos y ese es su mayor activo. Así que pretender que su acercamiento al lieder sea camerístico es pedir peras al olmo y me parecería un desperdicio.
Otra cosa es que el programa con el que se ha presentado en el ciclo de lied madrileño, me haya parecido un tanto errático, mezclar una cantata masónica de Mozart, Die ihr des unermesslichen Weltalls Schöpfer ehrt K 619, con las Canciones bíblicas de Dvořák, los Three Shakespeare Songs de Roger Quilter y los monumentales Cantos y Danzas de la muerte de MUssorgski lo considero al menos arriegado, cantar en cuatro idiomas y obras de características tan diferentes es un desafío o un capricho de divo, que Pape lo es y con todo merecimiento. También me sorprendió, algo que me incomoda soberanamente cuando en un recital el intérprete está toda la velada sin quitar ojo de las partituras, lo que me hace pensar que o las notas o el texto no están muy estudiados.
Aparte der todo esto Pape demostró que aún es uno de los grandes, su Die ihr des unermesslichen Weltalls Schöpfer ehrt K 619, de Wolfgang Amadeus Mozart, con el que comenzó el concierto, le pilló un tanto frio, aunque la voz ya mostraba esa resonancias rotundas de las que siempre ha hecho gala el bajo, y que me recordaron su espléndido Sarastro, después se sumió con quizá más fortuna en las Canciones bíblicas de Dvořák, para en la segunda parte deleitarnos con las Tres canciones de Schakesperare, las dos primeras de Noche de Reyes y la tercera de Como gustéis que fueron impecables aunque le eche en falta un poco de la ligereza y chispa que requieren.
Pero llegaron los inmensos Cantos y danzas de la muerte de Mussorgski y aquí el bajo desplego toda su artillería, un centro ancho y sonoro, un grave rotundo y unos agudos, no siempre impecables, pero siempre resueltos. Aquí escuchamos su magnífico fraseo, su capacidad para colorear cada nota y cada frase con maestría. Y no digamos de su interpretación a niveles dramáticos, cada una de las cuatro canciones que integran el ciclo fue un prodigio de matices, coronándolas con una sobrecogedora recreación del Mariscal de campo donde la autoridad de Pape quedo fuera de cualquier tipo de crítica. Era evidente que tenía muy presente su gran interpretación de Borís Godunov.
Con sorprendente generosidad, en un cantante de sus características, nos ofreció tres bises Dos de ellos An die Musik (A la música) de Schubert y Zueignung (Dedicatoria) de Richard Strauss, obras habituales con las que muchos cantantes cierran sus conciertos de lied y finalmente 'Be still, my soul', con texto de Kathrina von Schlegel, traducida al inglés por Jane Borthwick, con música procedente de Finlandia de Sibelius.
El triunfo fue clamoroso y merecido aunque las propinas se ajustasen poco a las características vocales del gran cantante. El pianista sustituto del anunciado Camillo Radicke, Michael Schütze, cumplió con creces su cometido.
Francisco Villalba
Ciclo de Lied, Teatro de la Zarzuela
René Pape, bajo
Michael Schütze, piano
Foto © Elvira Megías