En la órbita del Focus Festival de la Orquesta Nacional de España, pero sin seguir al pié de la letra aquel generacional Focus operandi, se celebró en una sala de cámara del Auditorio Nacional con reducida afluencia de público, un nuevo concierto -Satélites- de quinteto tradicional de viento madera. Un quinteto, Silvanus, nutrido con curtidos solistas de la Orquesta Nacional de España que referimos en el faldón de esta crítica.
Tres piezas de Manuel Angulo -imaginado refrain o estribillo- vertebraron un programa dispuesto a modo de rondeau.
Pentasonans, la primera de ellas, ciertamente, mucho más ambiciosa de lo que aparentaba en un primer momento, planteó estructuras que, como se apuntara en los comentarios iniciales, basan su material en palíndromos.
Al margen de cuestiones teóricas, que no vienen aquí al caso, la obra sacó buen partido de esta agrupación, dejando clara su primordial ascendencia formal, con ánimo general de scherzo y abundando en ágiles tipos de articulación especialmente afines a los instrumentos de viento madera.
El homenaje a Ramón Gómez de la Serna, Parábola de Ramón Barce, fue el siguiente puerto. El primer episodio contrastante de este “rondó”. Aquí la aspiración abstracta se hizo más notoria y exigente. Interesante y desgarrador solo de fagot, rico en sonoridades y registros -empezando por un comprometido agudo-. Un solo que, al que suscribe, le recordó el espíritu inmortal e hispano de las greguerías del homenajeado y que impregnó desde ese momento toda esta sección. El clarinete con sus diferenciados registros, amplia paleta dinámica y, sobre todo, característicos y perturbadores glissandi, la trompa... junto a cierta heterofonia conclusiva entre flauta y oboe, parecieron todos confabularse a partir de ahí en un hipotético ágora musical, en esta misma línea discursiva.
Diseño invisible de Angulo nos devolvió a aquella estética, si bien en una aspiración más orquestal y sinérgica: bloques de diáfana instrumentación, insistentes homofonías, paralelismos y divergencias, hoquetus y ajustado contrapunto.
Kukulkán de Tomás Marco, toma su pretexto en esta Diosa maya, planteando sonoridades trufadas de breves motivos, a partir de una altura inicial en una forma estratificada que va alcanzando niveles gradualmente, para converger en un diálogo selvático con punzante sonoridad de un clarinete protagonista, con técnicas transversales, que articula toda la pieza.
Vinum laetificat, de nuevo de Manuel Angulo cerró este programa en torno al vino que baña la cultura mediterránea: "Vinum laetificat... cor hominis". A medio camino de las páginas anteriores del propio autor, combinó ambas disposiciones concertantes, simetrías gráficas y sonoras, y cierto tono más enigmático y bucólico -solos y melodías tonales-, que el más o menos báquico que parece glorificar su titular.
El quinteto Silvanus, se entregó de principio a fin con ajuste y concertación, sonido, solidez y versatilidad técnica atril por atril, y, ante todo, musicalidad.
Luis Mazorra Incera
Quinteto Silvanus / Álvaro Octavio, flauta; Robert Silla, oboe; Eduardo Raimundo, clarinete; Enrique Abargues, fagot; y José Chanzá, trompa.
Obras de Angulo, Barce y Marco.
OCNE-Satélites. Auditorio Nacional de Música. Madrid.