Cada visita del Cuarteto Belcea es como el aroma del buen café recién hecho: no se olvida nunca. Y en esta ocasión, como en otras, lo han hecho acompañados de un pianista estelar (en su momento fue Piotr Anderszewski con el Quinteto de Shostakovich), Bertrand Chamayou para el escasamente escuchado Quinteto de César Franck (quizá la última vez que se tocó en este ciclo del Liceo de Cámara fue en 2006 por el Cuarteto de Tokyo y Josep Colom).
Y la novedad en esta nueva visita no era por las obras, sino por la incorporación de un nuevo segundo violín, Pawel Zalejski, en sustitución de Axel Schacher. Pawel pertenece al Apollon Musagète Quartet, y no sé si este cambio era temporal o definitivo, pero es un músico descomunal y su color difiere del de la líder, Corina Belcea, dueña de un sonido (en la línea de Anne-Sophie Mutter) muy diferente al polaco, por lo que se enriquece el colorido de un cuarteto ya de por sí excepcional en variedad.
Y tras aquel inolvidable Cuarteto Op. 132 de Beethoven, volvieron a ofrecer programa similar (aquella vez Beethoven-Shostakovich, en ésta Beethoven-Franck) con el Primero de los Cuartetos Op. 59 de Beethoven, que también tiene uno de los lentos más conmovedores de toda la historia de la música (como el del Op. 132), que nos dejó instantes de verdadera comunión con lo más hondo, lo más insondable de una interpretación musical; es decir, no hay palabras para describir tal belleza. Y hubo además mil detalles, como dinámicas estudiadísimas, humor haydniano en el scherzo, energía dosificada y trazada con elegancia en el finale “ruso”, donde los semitonos de los trinos de Corina Belcea daban la entrada a una frase antológica del cellista Antoine Lederlin, etc.
Quien no conociera o no estuviera familiarizado con la música de César Franck, la escucha de este Quinteto provocaría un estado de estupefacción que le duraría horas; pocas veces se acomete esta música con tanta intensidad volcánica (hay que ser muy buenos para ello, claro). Pero una música monumental como esta debe entenderse así, derrapando en las curvas y rozando el quitamiedos. Fue memorable el sentido de la construcción y como nos contaron la historia (si la hay, puesto que la abstracción brahmsiana que la engulle no deja pie a la fantasía imaginativa, algo que no gustó a Saint-Saëns, dedicatario y pianista en el estreno), llevando el Molto moderato inicial como una lenta liturgia plagada de instantes épicos que emulaban el sinfonismo con solo cinco instrumentos. Chamayou, que toca Franck desde hace mucho tiempo, conoce muy bien la obra y luce su gran sonido y su entendimiento de la partitura a partes iguales, alcanzando estados de éxtasis en una conexión muy íntima con el Belcea; todos para uno y uno para todos, que debería ser el eslogan de la verdadera música de cámara.
Volverá el Belcea en la próxima edición del Liceo de Cámara del Centro Nacional de Difusión Musical. Solo hay que anotar la fecha en el calendario, es un must de los de verdad.
Gonzalo Pérez Chamorro
Cuarteto Belcea
Bertrand Chamayou, piano
Obras de Beethoven y Franck
Auditorio Nacional de Música | Sala de Cámara
Liceo de Cámara, Centro Nacional de Difusión Musical
Viernes 14/04/23 19:30h
Foto © Elvira Megías