Concierto de la Sinfónica de Galicia contando con la pianista rusa Yulianna Avdeeva dirigida por Jaime Martín y que destacaban en programa el Concierto en La m. Op. 16 de Edward Grieg, para completar con la Sinfonía nº 2, en Re M. Op. 43, de Jean Sibelius.
Yulianna Avdeeva estudió en el Gnesin Special Music College de Moscú, y fue alumna de Elena Ivanova (2003), para ampliar con Konstantin Scherbakov en la Zuercher Höchschule, maestro del que posteriormente será asistente; en la Escuela Estatal de Música de Gnesin, siguió las docencias de Vladimir Tropp entre 2006/9), mientras ampliaba en otras materias en la Ac. International Lake Como. Su carrera concertística se fue consolidando en estos años visitando espacios como la Wien Bosendorfer Saal o el Barbican Center (Londres). Entre sus galardones, un segundo del Bremen Piano Competition (2003); un tercero del Kurt Leimer Piano Competition; un segundo del VII Concurso Ignaz Jan Paderewski (2017), un segundo del LXI Géneve Int. o el Primero del XVI Int. Frederik Chopin, de Varsovia. Realizó sus registros má importantes para el sello Mirare, destacando los dos conciertos de Chopin, con la O. of The Enlightenment Century, con F.Brüggen; obras de J.S. Bach, M. Weinberg, para el sello DG; Mozart, Schubert y Prokofiev.
Nórdicos por excelencia a partir de Edvard Grieg, músico con formación germana por sus estudios con Moscheles, Ricter y Reineke, dinamizador de un grupo de credenciales determinantes, Euterpe, que pretendía distanciarse de ese germanismo de larga estela, fundando también en Oslo la Academia Noruega de Música, quedando de su autoría tan sólo una sinfonía entre obras de mayor arraigo como este Concierto para piano y orquesta, en La m. Op. 16, pleno de rigor lírico y gratamente equilibrado, por lo que su aceptación le garantizó su permanencia a lo largo de los años. Compuesto mientras tenía como compañero de confianza a Edmund Neupert, en Dinamarca, perfilando el estreno de la obra hacia finales de 1869 pero que tardaría en darse a conocer hasta la primavera siguiente. El propio F.Liszt alabaría la calidad de la obra, precisamente por el distanciamiento de la influencia alemana casi inevitable entonces.
Tres tiempos de meridiana identidad comenzando con el Allegro molto moderato, en el que la solista Yulianna Adeeva propició el despliegue sonoro a través de una pujante cascada de acordes descendentes, permitiendo tomar protagonismo a las maderas y entregarse a un aire de danza popular asimilada por el autor en una ingeniosa pirueta colorista que resueltas en un fugaz animato que dejaba paso a la solista en un segundo tema de tintes elegíacos definidos por los chelos (detalle que revisará posteriormente), un sonido de trompetas, animó el desarrollo del tiempo de perfiles concisos confiados a la pianista mientras dialogaba con otros instrumentos de la orquesta que respondían con una vistosa fanfarria que prepara camino de un Poco piú allegro final.
El Adagio, quedó expuesto por las cuerdas en sordina, a las que responderían trompa y fagotes, aspecto que redunda en el ideario creativo de Grieg, y que nos trasladaba a otras obras suyas por su atractivo lirismo, permitiendo a la piano erigirse en protagonismo necesario que ocupó todo el movimiento, logrado por un encendido lirismo expresivo en respuesta a la cuerda en actitud vagamente discreta y que desde un pasaje pianissimo, se enfocaba hacia el Allegro moderato e marcato, en La m., iniciado con clarinete y fagot, entre apuntes sencillos del teclado, que ingeniosamente recurría a un aire de música popular, el hailing, animado y colorista que se acepta por sus disonancias como una tonada típica de violín Hardager, a lomos de ideas dispersas y cantábiles, remarcadas por distintos instrumentos para otorgar el protagonismo al piano en una descriptiva cadenza que recuperó motivos precedentes.
Jean Sibelius encumbrándose con la Sinfonía nº 2, en Re M. Op. 43, esa escuela escandinava representada también por Carl Nielsen o Edward Grieg, y en la que tienen cabida J.Severin Svendsen, R. Nordraak, Halfdan Kjerulf y Ole Bull. Del país de los Mil Lagos, Jean Sibelius (1865/1967), compañero generacional de Martin Wegelius, Robert Kajanus o Leevi Madejota, adalides de la veta nacionalista, siendo nuestro autor el maestro por excelencia del sinfonismo, monumento al género en el que no llegará a aportar innovaciones ostensibles, con ciertos débitos con respecto a Tchaikovski en su propio país sin una gran tradición propia. Una obra que agradecería Jaime Martín, para repetir la consideración que recibe por los aficionados en obras de estas dimensiones. La Sinfonía nº 2, en Re M. Op. 43, del período del poema sinfónico emblemático Finlandia, obra realizada a comienzos de 1901, en su retiro en Rapallo y que destaca por su filiación romántica, marcada por la brevedad de los temas que se diluyen en grupos más amplios, y en especial por los cuidados en los repartos instrumentales. El Allegretto ligeramente desconcertante, podrá señalarse como un arrebato de planteamiento estilístico anunciando el propósito de la sinfonía, entre cuidados recursos de formas breves que engarzan distintos instrumentos, preparando un desarrollo pausado, en forma de síntesis de elementos anteriores, con predominio de cuerdas y metales y una reexposición con aire de pastoral que se diluye pausadamente.
El Tempo andante ma rubato, sugería en su descriptiva actitud concentrada y meditativa, en la que los chelos marcaban la pauta a seguir, junto a los contrabajos en pizzicato, remarcados en forma de una cantinela estremecedora, una insinuación que remitía a influencias claramente modales y ancestrales, expuestas por el fagot, camino a un Andante sostenuto confiado a las cuerdas en una tonalidad distanciada para completar con instrumentos de metal. Con suerte, uno de los pasajes mejor tratados por Jaime Martín. El tercer tiempo Vivacissimo (Attaca), dentro de un posicionamiento tenso a la manera de un Scherzo, valdría como un motu perpetuo, manejado entre registros extremos para mayor énfasis orquestal, sobresaliendo contrabajos y violines, en registro sobreagudo.
El Finale. Allegro moderato, enlazado con el tercer movimiento sin solución de continuidad, quedaba repartido en cuatro temas comenzando por un primero con cuerdas con respuesta de fanfarrias de trompetas y el segundo como respuesta, añadiendo el tercero en un tranquilo-moderato, con un cuarto más breve, a cargo de los metales en una densa orquestación culminante de toda la orquesta en plena amplitud sonora en un apabullante crescendo final concediendo grandiosidad a la sinfonía, aspecto que contribuiría a confirmar el sello genuino de romanticismo nacionalista tan en boga, y del que sería cabeza visible, confirmado en el conjunto del resto de sus sinfonías. A mayores, una pieza chopiniana en estilo de mazurca.
Ramón García Balado
Yulianna Avdeeva
Orquesta Sinfónica de Galicia / Jaime Martín
Obras de E. Grieg y J.Sibelius
Palacio de la Ópera, A Coruña
Foto: Yulianna Avdeeva / © Maxim Abrossimow