El ciclo “Piano con sabor”, que en las últimas temporadas organiza el Auditorio Manuel de Falla en la colaboración con la productora fonográfica IBS-Classical, ha presentado al hispano-norteamericano nacido en Salamanca Juan Carlos Fernández-Nieto como uno de los intérpretes con mayor proyección artística en el ámbito pianístico patrio. Lo hacía con un programa muy atractivo en el que predominaron los paisajes sonoros como los contenidos en la Suite Española, Op. 47 de Isaac Albéniz, que fue enmarcada por las imágenes de otros como el imaginado en La soirée dans Grenade de Claude Debussy y los caucasianos de la fantasía oriental Islamey del compositor ruso Mily Balakirev.
Pensada como una especie de obertura del programa, se adentró en la mágica noche nazarí extrayendo la particular “sugestividad” que creó la genial idealización musical de Debussy, lo que requería una pulsación próxima en su ataque a la vez que profunda en su instantáneo recorrido, implementada por una técnica de pedal que hacía que el sonido se expandiera con enorme carga evocativa. Para tal resultado favorecía en gran medida su gesto ante el teclado que, desde un aparente distanciamiento, convertía el piano en una proyección de todo su ser sintiente, generándose una especial musicalidad que se situaba en el campo de lo puramente sensorial, manifestándose así una de sus capacidades más características como intérprete.
Tal cualidad tuvo su continuidad en Granada de Albéniz, primera pieza de las ocho que integran su Op. 47, adaptándose al mensaje de esta serenata con delicada emocionalidad, de manera especial en el motivo de su sección central. Le siguió esa corta página en aire de corranda que contiene Cataluña, que el pianista expresó con esa inquietante reiteración de insistente danza, cautivando al oyente dado el curioso realce que hizo de su ritmo. En Sevilla, como ya ocurriera en Granada, caló en su parte intermedia en la que, en paralelo, ambas manos cantaron muy ligadas y con gran igualdad dinámica, creando así ese contraste que pide el compositor ante la alegría de las partes extremas de la composición. Fernández-Nieto adoptó un sentido imitativo en Cádiz, canción en la que la sonoridad de la guitarra está muy presente reflejándola con una determinante y a la vez clara articulación, como la que también manifestó en Asturias, decantándose en ésta por seguir su aire de allegro no demasiado rápido que permitía que el oyente degustara sosegadamente su acento andaluz, transmitiendo a su vez el excelente sentido impresionista en la lamentación que contiene el dulce canto de su precioso interludio.
La elegancia se hizo patente desde el primer compás de Aragón, para cantar la jota con un contrastado sentimiento y plasmar con fantasía su mejor carácter de danza. La consolidada técnica del pianista se manifestó en toda su dimensión en la seguidilla con la que quiso describir Albéniz a Castilla al dejar una muy directa sensación de expresiva ligereza folclórica. Finalmente tradujo con un gran sentido evocador los compases de Cuba, acentuando el carácter romántico de su parte central que transmitió con sumo gusto. Se confirmaba así la elástica plasticidad con la que afrontó la interpretación de esta preciosa colección de Albéniz, poniendo acento en esa sutilidad impresionista que encierra cada una de sus piezas que trató como si fueran pinceladas sonantes, sabiendo jugar con la imaginación y la memoria musical del oyente.
Como cierre de programa, Juan Carlos Fernández-Nieto hizo una interpretación extraordinaria en fondo y forma de Islamey de Mily Balakirev, pieza considerada como una de las de mayor dificultad técnica del repertorio pianístico por compositores como Liszt o Ravel, verdaderos gurús del piano. Lo más destacado de su versión es el equilibrio entre concepto y exposición. Música y técnica quedaban unidas en una sola realidad expresiva sin la menor concesión a un exhibicionismo gratuito. Se percibía cómo el intérprete había llegado, desde el enorme esfuerzo físico que supone montar esta obra, a dar sentido al pensamiento del autor, logrando esa difícil musicalidad que puede quedar encubierta por la tremenda capacidad de mecanismo que requiere. Sin duda hay que valorar en el más alto grado de excelencia el resultado que obtiene este pianista en esta endiablada obra.
Como si hubiera querido apaciguar las tensiones caucaso-tartáricas de Islamey, Fernández-Nieto volvió su mirada sobre una de las piezas más bellas de Serguéi Rachmáninov, Vocalise, en la versión del escocés Alan Richardson, que dejaba de manifiesto, de nuevo, el gran músico que este pianista lleva dentro.
José Antonio Cantón
Recital de piano de Juan Carlos Fernández-Nieto
Obras de Albéniz, Balakirev y Debussy.
Auditorio Manuel de Falla de Granada. 20-III-2022
Foto: el pianista Juan Carlos Fernández Nieto.