El pasado fin de semana, el Teatro Monumental de Madrid albergó un concierto muy esperado por los chelistas, el de Pablo Ferrández, joven intérprete de violonchelo que ha cosechado grandes logros. Con el teatro lleno en sus dos días programados, la música y los músicos cumplieron las expectativas y ofrecieron esa satisfacción que da haber visto justamente lo que uno esperaba.
El concierto n. 1 de Haydn no suele programarse habitualmente, se encontró más tarde que el segundo y esa circunstancia lo situó a la cola del resto de sus obras. Compuesto durante la juventud del músico vienés, su forma clásica es el paradigma del equilibrio, mientras que los desarrollos temáticos obedecen más a la melodía acompañada que a las texturas contrapuntísticas barrocas.
Así, el violonchelo tiene momentos expresivos inolvidables como son los del moderato y el del adagio, y requiere de una gran destreza para su interpretación. Ferrández cuenta con ello, lo avalan los premios que ha recibido y su debut con las principales orquestas del mundo; además, para esta cita tenía el apoyo de la dirección de Pablo González al frente de la orquesta de la RTVE. El tándem funcionó con precisión suiza.
Su interpretación fue jovial en los movimientos rápidos, transmitía la alegría que tienen esas partes en el clasicismo, muy relacionada con la sensación de paz, mientras que el adagio fue sublime. Pablo brilla en las partes más íntimas y vehementes de la música, y es ahí donde más se siente la unión con su instrumento, que es un momento maravilloso para el público. De bis, la Sarabanda de la Suite nº 3 para violonchelo en Do mayor de Bach, una elección que, tanto por la propia obra como por la interpretación, evidenció esa inclinación hacia la lírica de Ferrández. En el teatro, durante los escasos minutos que duró, solo se escuchó el roce del arco con las cuerdas y las notas que producía ese roce. Aplausos, aplausos y aplausos.
Llegó la segunda parte del concierto y el turno de la vistosa sinfonía del nuevo mundo. Entraron al escenario los vientos, percusión y muchas cuerdas, y entre mamparas y mascarillas, se fueron sentando los componentes de la Orquesta de RTVE. Dvorak ya supo en vida que esta obra era maestra y que le público la adoraba, por todas las sorpresas musicales que encierra y por lo vistoso que resulta verla en directo. Es una de esas músicas que te reconcilia con casi todo y que hace sentir la potencia de una orquesta en su máximo esplendor.
La dirección de Pablo González fue acertada, como lo había sido en la obra anterior, y si durante la primera parte la orquesta acompañó con recato y acierto al violonchelo, en la segunda se irguió como protagonista de propio derecho. Bien en la medida, en las dinámicas y en el discurso melódico, que se pudo seguir entre los diferentes solos; y muy bien en el carácter que imprimió con su dirección. Una tarde muy placentera la de esta velada.
Esther Martín
Pablo Ferrández, violonchelo
Pablo González, director
Orquesta de RTVE
Teatro Monumental, Madrid
Viernes 8 y sábado 9 de mayo
Concierto para violonchelo y orquesta n. 1 en do mayor de Haydn
Sinfonía n. 9 en mi menor “Del nuevo mundo” de Dvorak