Sexto concierto del Abono Enero-Junio de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en su sede vallisoletana, con el debutante aquí Thomas Dausgaard (Copenhague, 1963), Titular de la Sinfónica Escocesa de la BBC, Director Honorario de la Orquesta della Toscana/ORT y Director de la Sinfónicca Nacional Danesa/DR. Contó con la colaboración del cellista Pablo Ferrández (Madrid, 1991), Premiado en el Internacional Chaikovski, en la "Paulo Cello Competition", en la Sommmet Musicaux de Gstaad, en Verbier, Kronberg, Liezen, Princesa Girona, Classical Music Awards y el "Joven Artista" de los Premios Opus Klassik por su primer álbum "Reflections".
El Programa se justificaba por la cierta similitud de las ideas motoras en cada una, con orgánicos crecientes (31, 40 y 48 cuerdas, respectivamente,) y tres visiones diferentes por época y nacionalidad del compositor, además de alta dificultad técnica en las interpretaciones. Previamente, con unas palabras sentidas del Maestro Dausgaard, abogando por lo que la Música representa de Esperanza y Paz en la vida de la Humanidad, sonó la Serenata de Otoño para cuerdas (2000) del compositor ukraniano Valentin Silvestrov (Kiev, 1937), como homenaje a su pueblo invadido injustamente, al que todos mostramos así nuestra solidaridad; la pieza, con su suave lirismo, contribuyó a expresar el deseo de un inmediato alto el fuego y vuelta a una paz duradera, refrendado con fuerte ovación.
Mozart y su Sinfonía nº 35 en Re M., "Haffner", K 385, 1782, abrían el repertorio previsto y, posiblemente por el menor tiempo de ensayo dedicado a la misma, ante lo que venía después, no tuvo una excelente lectura, aunque se cuidaron los detalles previos: dirección "a la mano" buscando cercanía y mayor nitidez, timbales clásicos y ardor y contundencia, "fuego" que el autor exigió. El Allegro con spiritu inicial, con sus ecos de "Bodas" y "Rapto" en el juguetón tema principal de cortas escalas y grandes acordes, tuvo poco equilibrio en los fortes, en un sonido que no alcanzó esa transparencia y gracilidad que caracteriza a Mozart.
Afortunadamente, las cosas mejoraron en el delicado Andante con los viento madera y el pianísimo de violas y violines II; el Minué tuvo contraste dinámico pero corto de elegancia, para Presto final solvente en lo técnico y expresivo, en el mejor momento de la Sinfonía. El danés intentó solventar problemas, bajando su cuadro de dirección con carácter didáctico, sin lograrlo del todo; aun así, el ánimo e intención puestos satisfizo al auditorio, prueba que hay músicas que siempre ganan.
Vino después el Concierto para cello y orquesta nº 1 en La m., op. 33 (1872) de Saint-Saëns, dedicado al cellista belga Tolbecque quien lo estrenó en París un año después con gran éxito. Y entramos en otra dimensión de la mano de un fantástico Pablo Ferrández, que actuaba con la OSCyL por 2ª vez, permitiendo comprobar que, lo apuntado hace 5 teemporadas se ha confirmado plenamente.
Estamos ante un artista de alto nivel que vuelve a situar al Cello español en primer plano mundial. Tocando esta semana el 2º de los Stradivarius que se le han confiado, de 1689, que considera de mayor expresividad, viveza y jovialidad, que el 1º de 1696 "Lord Aylesford" (que tocó János Starker), más serio de carácter y que va alternando para mantenerlos "en forma", él incluido. La forma cíclica que el autor le imprimió (como en la pieza de Nielsen), hace que parezca de un sólo movimiento pero con tres secciones marcadas sin interrupción. Ya en su inusual principio, donde el solista presenta el tema principal tras el corto acorde inicial de la orquesta, disfrutamos del nobilísimo sonido de Ferrández, pleno, cantable, hermoso y flexible, con volumen competitivo manejado con afinación y musicalidad exquisitos.
Congenió con Dausgaard totalmente, se miraron, respetaron y se integraron con una OSCyL fantástica en su papel, no sólo acompañante, sino participando en la estructura del Concierto sin restar protagonismo al solista, sino resaltando su labor. Fue una versión precisa y preciosa, con bellos momentos puntuales como el dúo flauta-oboe, el cuarteto de maderas, de nuevo el oboe, la cadenza del solista con distintas armonizaciones del tema del minué y el Molto allegro final con exactos tresillos, síncopas y brillante remate en La M.
Todo un espectáculo sonoro que, lógicamente, arrebató al público con el solista triunfante entre el éxito de todos. El cant dels ocells de Casals como regalo de Pablo "exigido" por las ovaciones, sonó a nuevo en sus manos, por su personal versión llena de emotividad en estos tiempos, sin almíbar ni exageraciones, fruto maduro y musical de todo un artista.
Para un danés hacer la Sinfonía nº 4, op. 29, "Lo inextinguible" (1914-16) de Nielsen, debe ser todo un placer y así lo demostró Thomas Dausgaard con su interpretación de memoria. Hubo todo lo preciso para el sobresaliente alcanzado: conocimiento del compositor para exaltar aquí su motor musical, que no programa, en la Gran Guerra simultánea a su creación, con respeto al idioma antiguo (intermezzo, pastoral, cantilena, batalla...) vestido de nuevo y, sobre todo, su intención de manifestar la vigencia de la Vida como valor inextinguible que, aún con momentos trágicos, mantiene siempre la esperanza de supervivir.
Todo en comunión con una OSCyL que le dio cuanto pidió con entrega y calidad supremas. Se sucedieron así sus consecutivos 4 movimientos, con notables aportaciones: clarinetes, cello, audaces metales y timbalero, de nuevo el cuarteto de maderas, oboe, flauta, cuerdas en pizzicato, unísono de violines, ¡cómo no! el electrizante dúo de timbales (éllos en blanco y negro como pelea muerte-vida), oboes y flautas y todos los vientos. Un disfrute sonoro total y controlado, que dejó al Maestro en su presentación en muy buen lugar.
José M. Morate Moyano
Pablo Ferrández. Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Thomas Dausgaard
Obras de W. A. Mozart, C. Saint-Saëns y C. Nielsen
Sala sinfónica "J. López Cobos" del CCMD de Valladolid