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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Pablo Amorós: Falla desde las raíces - por Ramón García Balado

A Coruña - 04/11/2022

El pianista andaluz Pablo Amorós fue solista con la Orquesta Sinfónica de Galicia de Noches en los jardines de España, de Manuel de Falla, en una obra que se avendría a sus apetencias, por su afinidad con Alicia de Larrocha, además de asistir a  masters con J. Achúcarro.

Noches en los jardines de España, cuadro de una especie de tres nocturnos en una dedicatoria a Ricard Viñes, y que había estrenado José Cubiles, con la O.S. de Madrid y el ilustre Fernández Arbós, en el Teatro Real, en la primavera de 1916.  En el origen, una serie de nocturnos para piano y que podrían haberse difundido como Nuits dans les jardins d´Espagne, un talante ciertamente afrancesado por su proximidad a Ravel y  Debussy, compositores que como era sabido, tenían una clara fascinación por los exotismos ibéricos, en cuanto a las armonías, los ritmos y las modulaciones.

Unas piezas en forma de nocturno, que acabarán transformándose en este tríptico, con acompañamiento orquestal, que en lo literario, encontrará argumentos en Francis James o Rubén Darío, en los Cantos de vida y esperanza y en Canción de otoño en primavera.

El día del estreno, se incluiría en programa El amor brujo, estrenado casi un año antes y en cuya Pantomima, se incorporaba una serie de motivos previsto para ocupar la cuarta pieza de Noches en los jardines de España, con el nombre de Nocturno de Cádiz. Tres nocturnos de profunda impregnación tanto francesa como andalucista, desde  En el Generalife- un Allegro tranquilo e misterioso-, marcado por una enigmática entrada orquestal que deja en evidencia su impresión nocturnal, para otorgar preferencia al solista, Pablo Amorós, delimitado dentro una atmósfera divagante, quien hubo de superar perceptibles desacuerdos interpretativos frente a la orquesta suscitando opiniones encontradas entre los aficionados, para esta obra concertante de connotaciones precisas  desde  en diálogo con los instrumentos de la orquesta, a partir del crescendo de gran impulso.   

La Danza lejana- Allegro giusto-, enlazaba para mayor empaque con el tiempo siguiente En los jardines de la sierra de Córdoba, siempre pendientes de los aires de danza que les inspiran. La danza lejana respondió más lánguida- en apariencia-, camino de una evolución rítmica y colorida, destacando los aires de la zambra, sublimando el solista una tendencia a la profundización en estilismos que recuerdan lo que se acepta como jondo, con ciertos puntillismos en la herencia francesa, con  un desvanecimiento en un leve pianissimo. Para el solista, quedaría el magisterio reconocido de Alicia de Larrocha, Joaquín Achúcarro, Gonzalo Soriano, Josep Colom o la añorada Rosa Sabater y Guillermo González o Eduardo del Pueyo.

El Preludio a la siesta de un fauno, de C.Debussy,  que llevó a la inmortalidad la poética de Mallarmé, partiendo de la plástica de Boucher, tras encontrarse con ella en la National Gallery, de Londres. El fauno joven oculto entre los juncos y acechando los juegos lascivos de las ninfas. El sonido de la flauta en la mañana clara y la súbita aparición de las ninfas. Había pensado Mallarmé en un ballet- como no podía ser menos-, y las desavenencias con el compositor no se hicieron esperar. Ensayos sobre esa poética le fueron ofrecidos y quedará ciertamente sorprendido por la precisión manifiesta. Una partitura pues plena de luz tanto irreal como mágica, hasta abarca la imaginable sensualidad  simbolista, que hasta recordará el segundo acto de Tristán e Isolda.

La impregnación impresionista, puro éxtasis erótico, lírico y  transparente, en su tejido sonoro, gracias a  una música que suscita imágenes a través de la sugestión, resultó una lectura de destilado colorido, planteado por José Trigueros y la orquesta. La fascinación por lo sorprendente en este sublime anhelo, quedaba  remarcado por una voluptuosidad ensoñadora. En resumen y para el autor, un comienzo y no una continuación, como ciertos especialistas pretenden resumir.

La Sinfonía Sevillana Op 23 de Joaquín Turina, verdadero muestrario de estilismos para José Trigueros, evitando rutinarios devaneos por redundantes y tópicos modismos, obra en tres movimientos y estrenada también por Fernández Arbós, en septiembre de 1920. Panorama, en una exhibición de  continuos juegos métricos entre subdivisiones binarias y terciarias. Se observaban motivos bien definidos, partiendo de una fugaz evocación del  schottisch- tan poco madrileño como poco vasco era el zorcico, de Ensueño-, y un tema en continuación propiamente andaluz.

Por el río Guadalquivir, se perfiló claramente en ese sentido evocador, iniciado por un solo de violín, al que respondían los timbres ondulantes de la orquesta, ejemplo de su personalidad creativa, en la que asoma una petenera lenta y con talante jondo, propuesto por el corno inglés, para seguir detalles contrastantes que nos trasladaron a un solo de violín, en un aire de sevillanas en pura poesía. Fiesta de San Juan de Aznalfarache, un gran tiempo festivo a la par que luminoso, exaltando recuerdos de temas característicos de los movimientos anteriores, desde el schottisch a la petenera. Puras recreaciones libres de aires tradicionales como el zapateado o el Garrotín. Para Federico Sopeña, la obra resume y redime todo ese maltrecho pasado español y de la gran forma sinfónica.

Ramón García Balado

 

Pablo Amorós

Orquesta Sinfónica de Galicia / José Trigueros

Obras de M. de Falla, C. Debussy y J.Turina

Palacio de la Ópera, A Coruña

 

Foto: Programa del concierto. 

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