El Teatro Real, en un corto espacio de tiempo, ha centrado su programación en creaciones operísticas del siglo XX y así como sus resultados en las representaciones de óperas del repertorio han rozado lo catastrófico, por otra parte como en la mayoría de los teatros de ópera del orbe, hay que decir que con Lear, La pasajera, sobre todo, y ahora con el triplete de La voz humana de Poulenc, Cocteau, Silencio de Rossy de Palma y Loy, y Erwartung de Schönberg, se ha marcado otro tanto, no tan rotundo como con las obras de Reimann y Weinberg, pero también considerable.
La voz humana, estrenada en 1959, y creada para la soprano Denise Duval, es un monólogo de una mujer desesperada porque su amante la ha abandonado. Se trata de una obra cuya música parece un desarrollo de la música del miedo que ya habíamos escuchado con anterioridad en esa maravilla que es Diálogos de Carmelitas, pero las largas líneas musicales de esta obra, asociadas a la fe, aquí están ausentes.
Vaya por delante que considero un supino error representar una obra como esta, que es de cámara y se estrenó en la Opéra Comique de París, en un escenario de las dimensiones del Teatro Real, además abierto en su totalidad, donde Loy nos presenta un enorme espacio en blanco, que suele ser el habitual en este director/escenógrafo, con enormes ventanales, radiadores adosados a las paredes, unas cajas de cartón y una silla roja en medio de la escena.
A la derecha una especie de barra y una cocina, así que el ambiente alto burgués que deseaban Poulenc y Cocteau aquí brilla por su ausencia. Menos mal que esto, hasta cierto punto es accesorio, ya que lo que de verdad importa es que la soprano que encarne a “La mujer” además de cantar sea una excelente actriz. En Madrid, si no recuerdo mal, se lo hemos escuchado anteriormente a dos grandes, no en el Teatro Real, a Felicity Lott y a Anna Caterina Antonacci, esta vez el papel ha servido para que la siempre entregada Ermonela Jaho, demuestre una vez más que es una cantante actriz de primera división. Aunque tuvo que luchar con las dimensiones del decorado y el volumen de la orquesta, supo sacar adelante al personaje con una inteligencia, una capacidad para dotarle de todos sus matices vocales y escénicos, fuera de serie.
Tras Poulenc y un descanso, asistimos a un breve interludio denominado Silencio, un monólogo pergeñado por Rossy de Palma y Loy, cuya inclusión aún no tengo muy clara. Rossy de Palma, que tuvo una presencia muda como Marta, la amiga de la mujer, en La voz humana, aquí apareció en el proscenio con un traje, diseñado por Barbara Droshin, blanco que fue desplegando su descomunal cola de gasas blancas según la actriz se desplazaba de izquierda a derecha mientras recitaba el final de la Salomé de Oscar Wilde, en su original en francés, además de otras parrafadas sobre el amor e incluso el “Que te importa que no venga” de Los claveles. No fue nada deplorable, pero creo que no pintaba allí nada o muy poco.
Después, Erwartung. Aquí los balcones daban a un jardín frondoso, había una cama de matrimonio cuya cabecera se apoyaba en la barra de la cocina, que en esta ocasión parecía en uso y tenía una mesa en el centro. A la izquierda un largo perchero con trajes. En el original se dice que es de noche en un bosque.
Esta obra estrenada en 1924 con un poderoso libreto de la rompedora Marie Pappenheim, nos muestra a una mujer en busca de su amante al que finalmente encuentra muerto. Se trata de una elucubración enfermiza de un ser desquiciado, que según Loy, confunde la realidad con sus íntimos deseos de destrucción del ser que ama; he aquí ese final con la mujer acercándose al figurante que representa al hombre, con un cuchillo en la mano.
La obra es un caso evidente de la expansión de las teorías freudianas de su época. Schönberg consigue una partitura arrebatadora, dramáticamente grandiosa y perfecta para el drama que narra. El compositor no nos permite un respiro de alivio, nos constriñe, nos exprime y logra una extraordinaria obra maestra de 40 minutos.
Como La Voix, Erwartung necesita de una gran cantante actriz y en el Teatro Real la hemos podido disfrutar en la excepcional Malin Byström, que ya nos causó una grata impresión en 2019 como la Condesa en aquel inolvidable Capriccio de R. Strauss, también de Loy. La soprano sueca se enfrenta a la partitura sin vacilaciones, sin perder la musicalidad en ningún momento, ni forzando la voz a pesar de los tremendos escollos de una partitura tan endemoniada. A niveles meramente teatrales su interpretación fue impecable y, como Jaho, fue la muestra del alto nivel interpretativo de muchos cantantes de nuestro tiempo.
La parte meramente musical del espectáculo se benefició de la buena dirección del francés Jerémie Rhorer que supo desenvolverse como pez en el agua con Poulenc y también logró buenos resultados, con Schönberg, aunque para mí no lograse el mismo nivel de excelencia.
La orquesta de Teatro respondió a Rhorer con muy buenos resultados.
Francisco Villalba
La voz humana / Silencio / La espera
Rossy de Palma, Ermonela Jaho, Malin Byström
Escena: Christof Loy
Orquesta del Teatro Real / Jerémie Rhorer
Teatro Real, Madrid
Foto: Malin Byström (Eine Frau), en La espera (Erwartung) / © Javier del Real | Teatro Real