Martha Argerich, Bryn Terfel, Yefim Brofman, Itamar Golán y muchos otros distinguidos artistas, se encontraron en esta nueva edición del Festival Herbsgold (es español: “otoño dorado”) que a lo largo de dos semanas tiene lugar cada año en la Sala Haydn del palacio Esterházy de la ciudad austríaca de Eisenstadt.
RITMO eligió dos conciertos orquestales en días sucesivos para poder reseñar las cualidades de Julian Rachlin, el director de orquesta y violinista que preside el Festival, frente a dos agrupaciones de talentos diferentes: la Philharmonia de Londres y la Orquesta Sinfónica de Jerusalén. Al frente de la primera Rachlin comenzó la velada con una bien sincronizada obertura de Las Bodas de Figaro para pasar enseguida a destacarse no sólo como director sino también como solista en el concierto para violín opus 64 de Mendelssohn. Aquí se lució como un virtuoso de relajada sensibilidad y precisión en el tratamiento de detalle y con una sobriedad conmovedora en su fraseo de legato.
La orquesta londinense lo acompañó con similar idoneidad en una versión sólo malograda por alguna falta de balance sonoro. Porque en esta sala legendaria donde tanto trabajó Joseph Haydn las orquestas siempre suenan demasiado fuerte y en este caso algunas frases del violín solista se perdieron en medio del acompañamiento de la masa orquestal británica. En la segunda parte, la Sinfonía Escocesa de Mendelssohn fue una experiencia arrolladora por su énfasis y variedad de tratamiento cromático. Acto seguido, la acústica de la sala ayudó a enfatizar una magnífica versión de la Pizzicato Polka de J. Strauss que penetró en el tímpano de cada espectador con mágica y duradera intensidad.
En una breve entrevista Rachlin me describió a la Sinfónica de Jerusalén no ya como una orquesta israelí sino mas bien como la de una ciudad cuya presencia cultural excede cualquier nacionalidad definida. La agrupación nació antes que Israel para conciertos radiales en 1936, cuando la ambición de un estado judío era una utopía de colonos europeos en continua convivencia y discordia con los nativos de religiones diferentes. Esta tradición la define como un conjunto bien europeo por su sonido denso, compacto y de seguridad en el ataque. Estas cualidades permitieron un comienzo de descomunal efecto con la Sinfonietta número 1 sobre temas judíos de Mieczyslaw Weinberg que Rachlin quiere publicitar como la carta de presentación de esta orquesta de la cual él es ahora titular. El primer movimiento (Allegro risoluto) es una agitada fanfarria emparentada con un movimiento final Vivace.
Ambos hacen acordar a las piezas más populares de Shostakovich… pero también de Katchaturian. En contraste, el segundo movimiento es un elusivo Lento lleno de poesía intervención de vientos apoyados bellísimos comentarios de cuerdas. Luego de esta vibrante pieza sinfónica tan demostrativa de la cultura musical soviética, el chelista Gautier Capuçon se unió a la orquesta en una equilibrada versión del concierto para chelo número 1 de Haydn.
Y en la segunda parte la orquesta lo dio todo en una Sinfonía número 1 de Brahms que Rachlin dirigió tal vez demasiado rápido sin explorar demasiado loas contrastes y cromatismos que esta excelente orquesta puede seguramente destacar. Pero de todas maneras, la urgencia, inspiración y entrega de los artistas superaron cualquier reparo. Y, como bis, la mas famosa de las danzas húngaras brahmsianas salió como conclusión apropiada para esta velada de irresistible vitalidad.
Este concierto marcó el comienzo de una extendida gira europea que el destino ha querido tenga lugar en momentos de zozobra para los miembros de la orquesta. Porque aquí estamos hablando de instrumentistas de un país en guerra que sabe hacer música en medio de emociones extremas.
“Yo estaba con la orquesta en Tel Aviv el 7 de octubre pasado y el conflicto nos impidió llevar a cabo nuestra planeada gira por el sur, “me comentó Rachlin. De cualquier manera, dieron conciertos a sala llena y a veces con públicos que incluían familiares de los rehenes. Y ¿Qué mejor ocasión de doblar la apuesta contra un antisemitismo que hoy mas que nunca requiere ser combatido con una afirmación de humanidad indispensable para hacer frente a la violencia y la destrucción, venga de donde venga?
En Berlín, la orquesta de Jerusalén actuará en la restaurada gran sinagoga de Prenzlauerberg. Y en Munich lo hará en la abadía de Santa Otilia en el marco de los “Conciertos de liberación” que recuerdan los dados en 1945 cuando los muros de esta abadía albergaban sobrevivientes del régimen nazi, enfermos y desplazados sin país ni familia a donde regresar. Trágicamente también ésta es una historia que sigue repitiéndose en demasiados lugares del mundo.
Agustín Blanco Bazán
Orquesta Philharmonia y Orquesta Sinfónica de Jerusalén
Obras de Mozart, Mendelssohn, Weinberger, Haydn y Brahms.
Sala Haydn, Palacio Esterházy. Eisenstadt.
Foto © Tommi Schmid