Dorothea Röschmann es una de esas cantantes con las que no existen sorpresas, su carrera ha estado marcada por una constante honestidad, nunca ha sido una estrella, pero siempre se sabe que con ella se va sobre seguro. La he escuchado mucho en el Festival de Salzburgo, desde su primer año allí, en el papel de Susanna de las Bodas, hasta la Florinda de Fierrabras, pasando por Servilia, Pamina, Ilia, Vitelia, la Condesa y Doña Elvira. Sus actuaciones siempre han sido impecables, pera para el que suscribe, nunca han pasado de ahí. Posteriormente ha ampliado su repertorio incluyendo Jenufa, Desdémona de Otello, Leonore de Fidelio, Elisabeth de Tannhäuser y últimamente la Alceste de Gluck.
Para esta su tercera intervención en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela y CNDM, la primera fue en 2002 y la segunda en 2009, ha escogido un programa ecléctico, pero muy coherente, integrado por los Mignon Lieder de Schubert, los Rückert-Lieder de Mahler, los cinco Gedichte der Königin Maria Stuart, de Schumann y, para concluir, los Wesendonck Lieder de Richard Wagner.
Un programa atractivo e interesante en el que la soprano mostró sus indudables cualidades, un timbre bellísimo, un centro generoso que se desplaza al agudo y desciende a los graves sin problema alguno. El recital se desarrolló sin altibajos, alcanzando momentos muy emotivos. Tras la sección dedicada a Schubert, en la que destacaría su interpretación de Nur wer die Sehnsucth kenn (Sólo quien conoce el anhelo) el recital continuó con los maravillosos Rückert Lieder de Mahler, que interpretó con una sentida expresividad, pero, aunque estuvieron muy bien cantados, perdieron gran parte de su profundo patetismo al requerir de una voz con tintes más profundos, más conmovedores. Quizá el mejor resuelto fue Ich bin der Welt abhanden gekommen (Me he retirado del mundo) lleno de poesía y abandono.
La segunda parte comenzó con la sección dedicada a los Poemas de María Estuardo de Schumann, que resolvió sin fisuras, para concluir con los Wesendonck Lieder de Wagner, con los que logró lo mejor de la velada con gran sorpresa por mi parte, mostrando una voz estupendamente colocada, graves sin fisuras, agudos sin estridencias; una notable interpretación. Como propinas ofreció Es muss ein wunderbarer sein (Debe ser algo maravilloso) de Franz Liszt sobre texto en alemán de Oskar von Redwitz, y Die Lotosblume (La flor de loto), texto de Heinrich Heine, y música de Schumann.
Malcom Martineau, uno de los pianistas que bate records de intervenciones en el ciclo, dieciséis, fue un perfecto colaborador con la soprano. Aunque le noté menos involucrado que en otras ocasiones.
A pesar de todas las bondades antes mencionadas, como siempre con Röschmann, me faltó algo que me llevase al huerto. Tanta ortodoxia me resultó en exceso académica. Debe ser cosa mía.
Francisco Villalba
Ciclo de Lied: Dorothea Röschmann & Malcom Martineau.
Teatro de la Zarzuela, Madrid, lunes 25 de febrero.
Centro Nacional de Difusión Musical.
Foto crédito: © Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) – Ben Vine