La apertura del ciclo Liceo de Cámara XXI del CNDM fue arriesgada, y por eso digna de agradecer. Arriesgada por vincular dos composiciones del mismo género en las que una es una obra maestra y la otra... Imaginemos a un compositor del siglo XIX que, tras ingerir unas setas divertidas, viaja hasta el futuro, al siglo XX (ni siquiera al XXI); allí se pasa cuarenta y ocho horas escuchando música; tras regresar del futuro (que en esta trama es el pasado que es el futuro o no o yo que sé), toma una de sus composiciones e incrusta en ella efectos que le han gustado de su viaje (técnicas extendidas, texturas turbadoras...). Resultado: el Octeto de Jörg Widmann (estrenado en 2004).
Podríamos debatir ahora sobre el sentido del pastiche y el valor de la artesanía. Ambas cosas son esta obra. Pero me temo que el autor no suele hacerse estos planteamientos, así que, sólo por hoy, evitaré detenerme en este punto. Hay que reconocer que Widmann sabe mucho, muchísimo, de música. Ha tenido muy buenos maestros y él mismo ha ejercido la docencia en Friburgo. Sabe tanto que, dicen por ahí, hace unos años se alzó como el compositor contemporáneo más interpretado (este dato no sé si dice mucho o poco del público actual).
Por suerte, y esto también es digno de agradecerle al ciclo de cámara, su obra, muy difícil técnicamente, fue interpretada por unos músicos soberbios. Tanto, que realizaron una lectura magistral de una pieza que no lo es. Las habilidades físicas, intelectuales y emocionales de los intérpretes quedaron bien patentes en todo momento, especialmente en el movimiento "Lieder ohne Worte", el único salvable por coherencia de toda la obra.
En la segunda parte llegó el turno de la obra maestra incontestable: el Octeto de Franz Schubert es un monumento de la música de cámara, lleno del empuje que el compositor había recuperado tras una de sus etapas críticas (decir esto de Schubert no es mucho, ya que el pequeño Franz tuvo una vida breve plagada de crisis). Sin embargo, los intérpretes en esta ocasión no llegaron a lo magistral. Correctos, sí. Técnicamente brillantes, también. Pero faltó imaginación en el desarrollo de los temas, las conclusiones (poco respiradas) y los diálogos instrumentales.
Posiblemente el cansancio fue la causa principal; lo dieron todo en el Widmann y faltó aliento en Schubert, para el que se necesita estar muy bien merendado. También les sobró respeto con el vienés, y no parecieron arriesgarse a hacer nada lúdico con él. Como lectura de referencia literal, es decir, para conocer y reconocer la obra en esencia, la interpretación fue perfecta. Como ejemplo quedaron el "Adagio", limpio y reflexivo, el cuarto movimiento, "Andante", en el que los músicos dibujaron con detalle cada variación, y el "Allegro molto" de la culminación, que abordaron con un esfuerzo final lleno de espectacularidad, arrancando los aplausos de la sala. Schubert fue atendido, aunque no trascendido.
No obstante, la velada resultó de lo más agradable, defendiéndose de manera excelente una primera obra discutible y con eficacia la maestra. Dentro del buen hacer, merece destacarse el violín director de Satué, la versatilidad de la trompa de Castelló y, por supuesto, el clarinete de Ramos, sin duda el intérprete que mayor emoción desplegó a lo largo de todo el concierto.
Juan Gómez Espinosa
Liceo de Cámara XXI. CNDM. Temporada 2023/2024.
Obras de: Jörg Widmann (Octeto) y Franz Schubert (Octeto en fa mayor, D 803)
Intérpretes: Cuarteto Cosmos (Helena Satué y Bernat Prat, violines; Lara Fernández, viola; Oriol Prat, violonchelo), Miquel Ramos (clarinete), Dag Jensen (fagot), José Vicente Castelló (trompa) y Joaquín Arrabal (contrabajo).
Fecha y lugar: 5 de octubre de 2023, Auditorio Nacional de Música de Madrid (Sala de Cámara).
Foto © Elvira Megías