Completo homenaje, el dedicado en el Teatro Monumental de Madrid, sede actual de la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española, a Sergiu Celibidache en el vigésimoquinto aniversario de su muerte. Orquesta que, en esta ocasión, contara al frente con nada menos que tres directores de su prolífica escuela (en orden alfabético): Enrique García Asensio, Mark Mast y Antoni Ros-Marbà, en un concierto con la colaboración del Instituto Cultural Rumano.
Una institución, la OCRTVE, con la que el director rumano realizara, según se afirmó en el propio acto, hasta dieciséis programas, treinta y dos conciertos teniendo en cuenta que cada programa se ofrecía al público (y, aún hoy, se ofrece habitualmente) dos días consecutivos.
Sin entrar en mi formación pianística de origen rumano, tuve también el privilegio de escucharle en directo, aquí en Madrid, aunque fuera en otro Auditorio, el Nacional recién estrenado, y con "su" Orquesta Filarmónica de Múnich.
Completo homenaje porque, aparte de las oportunas presentaciones de autoridades institucionales, rumanas y españolas, y un breve documental ilustrativo preparado por la propia Televisión, se pusieron en atriles tres piezas sinfónicas relacionadas, que guardaban en su centro, en su corazón, un notable y extenso ejemplo de la, más bien desconocida por estos pagos, actividad creativa como compositor del propio Celibidache.
Voy a permitirme aquí un pequeño ejercicio de retórica. Hace tiempo se me avisó por los más sabios y veteranos del mundo musical, sobre aquellos conciertos homenaje a compositores vivos, docentes a menudo, ya entrados en años. Homenajes que, por el contrario, no tenían obra alguna del compositor en cartel, aunque todos los ingeniosos títulos de las obras en programa dedicadas por una caterva de amigos, colegas y alumnos, se refirieran a él. Y, por cierto, tuve ocasión después de comprobarlo y comentarlo personalmente con algún protagonista "homenajeado" in situ, y en el Auditorio citado.
Pues bien, lo dicho, ha sido una enorme alegría asistir y disfrutar de un verdadero homenaje, este sí, con obras del propio homenajeado, en este Teatro Monumental de Madrid.
Y, además, con una página amplia y ambiciosa, pese a su coartada naïve. Más aún cuando Celibidache ha destacado, especialmente, en otras facetas, como director de orquesta y trascendental pedagogo en esta competida materia. Didáctica de la dirección de la que, ya que estamos, también soy deudor, no "hijo"... pero sí "nieto artístico", por la docencia recibida de esta materia y titulación en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, precisamente, por el propio García Asensio, "alma" de este emotivo acto, según bien se indicó.
Un acto en el que, además, aparte de las personalidades indicadas, estuvieron presentes hijo y nieto del eminente músico rumano.
- "Yo no soy músico, soy melómano y..." / -"¿Qué significa... «melómano»?" / - "Me gusta la música y..." / - "Hay músicos que no son melómanos y melómanos que no son músicos..." (Sergiu Celibidache responde en castellano en una entrevista pública, en el breve documental previo proyectado).
Con Ros-Marbà en el podio escuchamos, de inicio, su expresiva pieza para orquesta de cuerda Meditación al Viernes Santo. Proporcionada, serena y reflexiva forma de entrar en materia antes de alcanzar el citado plato fuerte, medular en la velada de hoy: Taschengarten (Jardín de bolsillo) de Celibidache.
Una partitura notable, ésta del rumano, escondida tras un titular algo equívoco y modesto, “de bolsillo”, con pretexto infantil como dije. Un pretexto que nos acerca a la música francesa, y, especialmente, al catálogo de Maurice Ravel. Un acercamiento también estético tanto en línea con la música del citado "apache" y vasco, como con la politonalidad y ligereza del posterior Grupo de los seis. Todo un descubrimiento que fuera compartido desde el podio, por Ros-Marbà en sus primeros números, y, de inmediato, por Mark Mast.
Su último número: Das ist alles (Esto es todo) volvió en simetría sobre su arranque, en el modo extrovertido que había caracterizado todo aquel rosario de piezas que parecían mezclar, de inicio, un Chabrier despreocupado y exultante, después la sutileza armónica funcional de Ravel, los estratos politonales del citado grupo francés o el Stravinsky del ballet Petrouschka.
Para rematar el programa, una obra de relativa brillantez orquestal: Celibidachiana de Antón García Abril (otro profesor mío en calidad de catedrático de composición del mencionado R.C.S.M.M.) está vez ya con Enrique García Asensio en el podio, resumió, en clave y traducción españolas, la larga mano de la influencia de este director, pedagogo y, como pudimos comprobar, compositor rumano, en nuestro país: "obras son amores..."
Una huella profunda e indeleble de la que, como ya indiqué en mi modesto caso, a poco que rasquemos y seamos sinceros, todos somos, de alguna manera, deudores.
Luis Mazorra Incera
Orquesta Sinfónica de RTVE / Enrique García Asensio, Mark Mast y Antoni Ros-Marbà.
Obras de Celibidache, García Abril y Ros Marbá.
OCRTVE. Teatro Monumental. Madrid.
(fotógrafía de Nicoleta Lupu)