Aun cuando disminuida por salvajes cortes a la subvención estatal, la English National Opera (ENO) sigue luchando con su empecinada insistencia a presentar óperas exclusivamente cantadas en inglés. Algo tal vez absurdo en la era de los sobretítulos cuando de Bohème o Tosca se trata, pero siempre bienvenido en el caso de las óperas de Benjamin Britten en que al original en idioma vernáculo se agrega la experiencia telúrica en la percepción de la dramaturgia y teatralidad. Y siempre con cantantes frescos, directores de escena bien formados en la tradición británica de experimentar sin destruir el contexto original, y una orquesta de excelente calidad. Esta nueva producción de “La vuelta de tuerca” a cargo de la directora de escena Isabella Bywater es un ejemplo de ello.
Basada en la novella homónima de Henry James esta “ópera de cámara”, con libreto de Myfawny Piper narra la saga de una Gobernanta psicológicamente frágil que trata de salvar a Flora y Miles (la niña y el niño a su cuidado) de los fantasmas de dos abusadores en Bly, una sombría mansión de campo. Allí estos dos niños fueron sojuzgados por Ms. Jessel y Peter Quint, dos perversos tutores muertos cuyos espíritus se empecinan en seguir poseyendo a sus víctimas. En lugar del tradicional cuadro escénico victoriano, Bywater propone una clínica de recuperación mental donde una Gobernanta alienada comienza incorporándose abruptamente sobre su camastro para contarnos la razón de su locura. A partir de allí y durante toda la obra el ámbito palaciego original es reemplazado por las oficinas, ventanales y pasillos de la institución que de esa manera terminan siendo el escenario de las visiones de la paciente. Cuando ésta re-actúa su intención de escaparse de Bly para salvarse ella, un enfermero de bata le arranca su pequeña valija y la reconduce a su cama. Porque Bly, mansión o manicomio, es un estado mental del cual es imposible escaparse. Solo unas sugestivas proyecciones de lagos y bosques alivian este encierro psicológico.
La audaz propuesta de Bywater sale a veces un poco confusa porque es muy, pero muy difícil representar cualquier alienación con un hilo narrativo racional. En este caso la alienación de la gobernanta obliga a representar las idas y venidas de los personajes como perturbadores pantallazos emocionales. Pero así son las historias de fantasmas en sus calidoscópicas variaciones de ficción y realidad y fue un mérito de la directora de escena el validar su visión mostrándonos los fantasmas como seres muy reales que los niños ven y sufren y los adultos presienten alrededor de ellos. Y lo cierto es que la regie de personas sincronizó magistralmente con esta partitura tan original por su programático desarrollo. Construida como una serie de variaciones sobre el célebre leitmotiv llamado “de la tuerca” (doce notas entretejidas en dos escalas completas), la acción va reafirmándose progresivamente a través de variaciones y alternativas de tonalidad y cromatismos, e interludios que enlazan una acción cinematográfica. Duncan Ward un joven director de orquesta ya en carrera internacional, dirigió con una intensidad palpitante y una progresión dramática contenida pero implacable este diferenciado concierto de cuerdas, gong, celesta, vientos, piano y arpa. Y también apoyó con seguro balance de dinámicas un excelente elenco de cantantes.
Ailish Tynan (la Gobernanta) proyectó su drama con convincente fraseo y brillantez de registro, y Robert Murray fue un Peter Quint espectral en esos poéticos melismas del registro medio alto que contrastan con la enfática ferocidad en su posesiva obsesión por Miles. Éste fue interpretado con lograda mezcla de inocencia y malicia por Jerry Louth, una brillante voz blanca capaz de cantar sus famosos “Malo” con glacial e implacable frialdad. Junto la excelente Flora de Victoria Nekhaenko, estos dos niños lograron lo principal, esto es, manipular a los adultos como víctimas y victimarios.
Eleanor Dennis, actuó con excelente mezcla de dolor y rebelión el fantasma de Ms. Jessel y Alan Oke fue un prólogo consumado por su talento para convocar a los espectadores a una atención a la vez concentrada y aprehensiva. Excelente también Gweneth Ann Rand, una Mrs. Grose que supo convencer en su rol de ama de llaves, realmente una especie de corifeo que solo puede desesperarse sin poder intervenir en el drama que se desarrolla a su alrededor.
“Esta tuerca puede ser girada al infinito”, escribió el gran musicólogo britteniano Peter Evans. En su opinión, la utilización de las doce notas del Leitmotiv de la tuerca, aún cuando influenciada por Schönberg, no es una negación de las jerarquías tonales sino una ramificación de las mismas. Una ramificación tan infinita como los vericuetos de un drama psicológico que conforme pasan los años desde su estreno en 1954 pareciera hacerse cada vez mas actual en sus posibilidades de exploración melodramática.
Agustín Blanco Bazán
Londres, English National Opera (ENO), viernes 11 de octubre de 2024.
Benjamin Britten: La vuelta de tuerca (The turn of the Screw)
Regie y escenografía: Isabella Bywater.
Ailish Tynan, Victoria Nekhaenko, Gweneth Ann Rand, Jerry Louth, Eleanor Dennis, Robert Murray, Alan Oke.
Orquesta de la ENO. Dirección: Duncan Ward.
Foto © Manuel Harlan