En el 10º Programa de Temporada de abono de la Sinfónica de Castilla y León en su sede vallisoletana, regresó como Director invitado Pablo González (Oviedo, 1975), formado en la Guildhall de Londres, I Premio en los Internacionales "L. Heltay" (Coral) 1997, "Donatella Flick" 2000 y Cadaqués 2006, Director Musical de la Sinfónica de Barcelona (2010-15) y de la de RTVE (2019-23), por cuarta vez en este podio. Y por quinta vez, el flautista Emmanuel Pahud (Ginebra, 1970), actual Artista en Residencia de la OSCyL, solista de la Filarmónica de Berlín y figura a nivel mundial, con su flauta Haynes de oro de 15 quilates.
La sesión se abrió con una primicia para la OSCyL, pues sonó Cielo bajo (1924), obra orquestal inacabada compuesta por Rosa García Ascot (Madrid, 1902, Torrelaguna 2002) a sus 22 años, aún alumna particular de Falla que anotó alguna corrección en el Manuscrito original, como hizo Turina también con algún consejo. Pianista, compositora, docente, galerista, viajera y mecenas de Arte, fue la única mujer del Grupo de los Ocho relacionado con la Residencia de Estudiantes; exiliada en México por la Guerra Civil con su marido el músico Jesús Bal y Gay, regresó a la Patria en 1965. Su estilo musical fusiona impresionismo y neoclasicismo, evocando la España sonora del S. XX, fuerte lenguaje preciosista y flexible, con facilidad y maestría notable para la orquestación, como apunta ya en esta pieza de sabor granadino. Sus casi 4 minutos dejaron entrever esas cualidades, plenos de lirismo expuesto por Pablo González con acierto y permitiendo a oboe y trompa cantar con sensibilidad junto a las 24 cuerdas convocadas y piano. La pieza volverá a sonar con los mismos intérpretes, el 28 de este mes, en el Auditorio Nacional, homenaje al Profesor Francisco Tomás y Valiente, en el Concierto “Música para la Paz”.
Hablar de las virtudes técnicas y musicales de Pahud, sería reiterativo y obvio, más en el Concierto para flauta y orquesta, FS 119 (1926), del danés Carl Nielsen, escrito para el flautista Gilbert-Jespersen, miembro del “Quinteto de Viento” de Copenhage, que le produjo buenas sensaciones cuando los escuchó. La obra, orquestada sin flautas ni trompetas, con maderas a dos, dos trompas, timbales y trombón bajo muy protagonista, permite al solista un constante diálogo con cada una de las familias, la orquesta y a él mismo, desarrollar cuantas posibilidades tenía la flauta en esos años, tanto en lo respiratorio, técnico y expresivo. Pahud reúne esas condiciones de modo sobrado, además con un sonido dorado y acariciante emitido y sostenido con una naturalidad pasmosa y una afinación exquisita. El público, que volvió a llenar el Auditorio, disfrutó los dos movimientos; también con el dúo en el primero de clarinetes y fagotes y el justo lucimiento del trombón, con melodías líricas y tiernas alternadas con otras de particular frenesí. En el segundo, el propio Nielsen dijo de la aparición de la flauta a solo: “entra con inocencia infantil, tras algo de maldad en algunas notas de la orquesta, cuya atmósfera se pacifica enseguida”. Solista y Director siguieron esa pauta y la OSCyL con ellos, timbal incluido, para que los glissandos del trombón llevasen al final entre irónico y humorístico, con ecos de la “Humoreske” de su sexta Sinfonía. La acogida correspondió a los méritos ganados en la interpretación, repitiéndose saludos y salidas, en particular para el gran flautista, que hubo de apagarlos con nueva muestra de habilidad y sensibilidad, aclamada.
Pablo González destacó siempre por el cuidado y detalle con que prepara las partituras a interpretar, muestra del respeto que siente por los compositores y la confianza que deposita en los músicos que dirige, considerándolos capaces de seguir su pensamiento; es pues un Director más de músicas que de músicos. Así lo probó en la presentación que hizo de la Sinfonía nº 4 en Re m., op. 120 (1841-1851) de Schumann, señalando el proceso de creación desde su original como 2ª en 1841, hasta su revisión completa en el 51 (la que aquí se interpretó), como 4ª y última de su producción sinfónica. Advirtió que, juntos, iban a intentar mantener jovialidad y transparencia de la original, con el mayor peso orquestal y seriedad experimentada de esta revisada profundamente, a la que el mismo Robert calificó como “mejor y más efectiva”. Si en algo ganó específicamente esta 4ª fue en unidad, utilizando 5 notas que, con distinto carácter, recorren toda la Sinfonía y nuevos temas que se van recuperando en los 4 movimientos que, sin interrupción, con leves enlaces de cellos, la componen. Pablo González, fiel a su idea, consiguió una versión más que notable, aún con riesgo de descuidar a veces el color del sonido en pro de esa unidad y el contraste, como entre el enérgico Scherzo y el suave Trío o en el Final Adagio-Animado, con esa doble personalidad del autor como Eusebio poético y Florestán teñido de bravura, que le persiguió a lo largo de toda su obra. Quizá lo más redondo estuvo en el Romanze, adagio molto, con destacados oboes y clarinetes amplios y nobles, dulce y sinuoso el concertino y un final con el oboe cantando su lied alterado expresivamente. De nuevo la Sala se mostró satisfecha con premio para todos. El Maestro, contento por su nueva presencia y la acogida, propuso para la despedida una vibrante, y personal, lectura de la Danza húngara nº 5 de Brahms, que acabó de exaltar al Auditorio.
José M. Morate Moyano
Emmanuel Pahud, flauta
Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) / Pablo González
Obras de R. García Ascot, C. Nielsen y R. Schumann
Sala sinfónica “J. López Cobos” en el CCMD de Valladolid