Norma de Bellini, un manifiesto artístico en forma de tragedia lírica, enfrentado al Bellini de I Puritani o I Capuletti e I Montecchi a la que lo avatares históricos condenaron a una serie de devaneos aparentemente irreversibles. Queda para los hechos recientes, la recuperación a partir de los cincuenta del fenómeno Maria Meninghini Callas y el cartelón del aria divinizada Casta Diva, un rol que una vez más pondrá al aficionado frente a temibles exigencias de una soprano dramática a la que la propia historia heredada por Giudita Pasta, y su oponente en el estreno milanés Giulia Grisi, acuñarán un patrón de referencia.
A efectos reales, un romántico cuyas efusiones representan algo más que los italianismos de costumbre, siendo en las propias melodías, una idea en la que el texto se declama con precisión, consiguiendo que los acentos musicales y verbales, logren evolucionar a la par. Siempre precisaba libretos acordes y una versificación equilibrada, a tono con las urgencias de encender la imaginación. Puede admitirse, en un decir, ciertas similitudes con Verdi, en su período inicial, aunque en realidad resultase más exigente, superando a otros compositores de su tiempo. Aquella fidelidad con Romani, era producto de una apreciación meditada, al considerarle el versificador por excelencia. Verdi una vez más, por la misiva enviada a Camille Bellaigue, dirá en un escrito de consideración por la amplitud de sus melodías: hay melodías extremadamente largas, como nadie había hecho antes. En un resumen, el logrado climax de registro en los que las melodías, fuerzan su línea hacia el delirio, se toma su justa dimensión en el aria Casta diva, recreándose en un modelo sin precedentes.
Otro aspecto de importancia, será el tratamiento de la disonancia, perceptible en el final del segundo acto. Una exaltación del sonido en el que se magnifica el manifiesto romanticismo, en parte por ese gusto del uso de intervalos pequeños, en una pretensión por escribir melodías que ganaran en intensidad, en virtud de un deslizamiento por semitonos. Una estricta sensualidad sonora que se combinaba con una economía de recursos formales. En esencia, una disposición musical por escenas, propias en la Italia de 1820, en la que las arias y los conjuntos quedan claramente subdivididas, unas arias y unos dúos frecuentemente en tres secciones, frente a un coro de ofrece un papel importante. La puja entre el belcanto y la tensión dramática en Norma, hallaba otro punto resolutivo en el rol por excelencia del tenor Rubini.
En toda su expansión Norma nos arrastra desde un crescendo patético hasta el medido concertante final. Fue Norma, la Gran Sacerdotisa druida, en sus urgencias de una lírico-spinto, virtudes en desmesura de Veronika Dzhioeva, quien descarnó las entrañas del libreto de F.Romani, rindiendo al aficionado en la universal Casta Diva, siempre en un enfrentamiento a flor de piel con Adalgisa, una Aya Wakizono, dechado de mezzo lírica de amplia y potente voz con portentoso agudos. Estremecedora en la plegaria Deh! Protegimi, Oh Dio, deh! la visible virginal, en su papel a repartir entre soprano dramática o mezzo. Adalgisa y Polione, en su aparente protagonismo menor, ya desde el dúo amargo del belcantismo belliniano, en su virtuosismo interpretativo, remarcado por una puesta en evidencia en Va, Crudel, al Dio spiatato. Febril estado de arrebato druídico, se vivió en el dúo de Norma y Adalgisa Oh rimenbranza, para culminar en el trío con Pollione O non tremare, o pérfido… Vanne si mi lascia.
Lo mismo que pudo apreciarse en el dúo entre ambas, del segundo acto, Deh! Con te li prendi o el final concertante, conciliado por Norma y Pollione, De! Non volerli vitime, de fatídicas consecuencias y como causa y motivo de obligadas exigencias, partiendo de la tragedia de L. A.Saumer y L. Belmontet, Norma, ou l´infanticide.
Ruben Amoretti, Oroveso, gran pope de los druidas y un bajo de señorío, personaje complejo en su vida con sus apariciones fantasmales, resultó contundente en Guerrieri! Dal tebro giogio indegno . Completando cuadro, cantantes de la casa: Francisco Pardo, como Flavio, el confidente de Pollione, presto para justificar su presencia en el cartel, cumplió en su cometido. La cubana asentada en A Coruña, Lis Teuntor, tuvo el breve papel de Clotilde, la asistenta de Norma, artista procedente de otro tipo de espectáculos. Acertada producción escénica de Emilio López sin alardes galácticos en su cuidada elaboración, desde el tratamiento de la iluminación a los aspectos escenográficos y aportes de videoinstalación. En complemento con apuntes de Naiara Beistegui, como figurinista.
El Coro Gaos, de Fernando Briones, desdoblándose en los aspectos de canto y actorales, merecen un añadido de valoración para una producción que hará historia en los anales del festival. José Miguel Pérez Sierra con la Orquesta Sinfónica de Galicia, mantuvo a excelente nivel como ya hizo en recientes compromisos, este péplum druídico de exigencias evidentes en lo artístico.
Ramón García Balado
LXX Festival de Amigos de la Ópera de A Coruña
Norma de Bellini
Veronika Dzhioeva, Aya Wakizono, Moisés Marín, Rubén Amoretti, Lis Teuntor y Francisco Pardo
Emilio López / Escenografía
Naiara Beistegui. Figurinista
Coro Gaos / Fernando Briones
Orquesta Sinfónica de Galicia / José Miguel Pérez Sierra
Teatro Colón, A Coruña
Foto © Alfonso Rego