De unos años a esta parte la obra de Bruckner se va escuchando en Pamplona: el éxito es creciente. Cuando la OSN terminó su Sinfonía nº 5 quedó esa sensación de que no era posible que hubiera pasado una hora y veinte minutos.
La versión del polaco Antoni Wit fue impecable. Su autoridad, aplaudida por los músicos, que parecían formar parte del público llegadas las ovaciones, aúna el conjunto en una única, entregada y generosa dirección. Su batuta es fluida y natural; no se puede objetar nada a tempos y articulaciones en una versión que suena naturalmente expresiva; en una obra de semejantes dimensiones, no podemos pararnos en detalles nimios.
El compositor austríaco tiene una rara cualidad: cómo llegar a extremar los recursos técnicos y, en contra de todo pronóstico, jamás resultar pretencioso. Bruckner lleva a la expresión de la calma, la grandeza, la delicadeza, el desbordamiento... desde un planteamiento siempre humilde. Comienza la sinfonía -inspirándose ya en el Stabat Mater de Pergolesi ya en el Requiem de Mozart- con esa especie de discreción imprevisible que no puede dejar indiferente. Lo mismo hace sonar a la orquesta como un gran órgano barroco, que aísla a cada instrumento en un giro inesperado. Un concierto que se recordará. A la salida escuché al director decirles a los músicos que era una pena que al día siguiente no tocaran otra vez Bruckner.
Javier Horno Gracia
OSN - Orquesta Sinfónica de Navarra
Antoni Wit.
Obras de Bruckner.
Auditorio Baluarte de Navarra,
Pamplona.