Nicolas Altstaedt fue solista con la Orquesta Sinfónica de Galicia del Concierto para chelo (Tout un monde lontain), de Henri Dutilleux, sesión en la que tuvimos también la obertura de El Corsario, de Héctor Berlioz y la Sinfonía nº 9, en Mi m. Op. 95 Del Nuevo Mundo, de Antonin Dvorak.
Nicolas Alstaedt obtuvo el prestigioso Credit Suisse Young Artist Award, de 2010, con el concierto de R. Schumann, y en su consolidada trayectoria, fue dirigido por maestros como Sir Roger Norrington, Esa-Peka Salonen, Sir Neville Marriner, Vladimir Ashkenazy, Sir Andrew Davis, V. Fedoseyev, E. Krivine o Dima Sloboneniouk. Fue músico residente de la NDR Elphilarmonie (2018/9), ampliando especialidades camerísticas que le llevaron a festivales como los de Verbier, Salzburgo, Primavera de Praga, los Proms, Gstaad y en 2012, sería Gidon Kremer quien le incorporase al Festival de Lockenhaus.
Ludovic Morlot, el director, es titular de la Orquesta Simfónica de Barcelona i Nacional de Catalunya, con la que se presentó eligiendo obras de J.S. Bach, E. Carter y el estreno de Betty Jollas Letters from Bachville.
Fue director de la Berlin P.O.; la Boston S.O.; la Seattle S.O.; la BBC P.O. y del Teatro La Monnaie (2012/4), con títulos como Jenufa, Pélleas et Melisande o La Clemenza di Tito. Asistió a masters de Sir Collin Davis, George Hurts, Pierre Monteux y Seiji Ozawa. Para comenzar programa, el Berlioz de la obertura de El Corsario Op. 21, una de sus páginas más logradas en este estilo próximo al poema sinfónico, con un primer intento a través de un proyecto para el Prix de Rome de 1831, de la Ville Medicis y con el telón de fondo del relato de Lord Byron, entonces con el título de La torre de Niza, al que acabará renunciando tras su revisión de 1855. Claves serán los personajes de inspiración, el héroe Conrad con aspectos en común con Childe Harold, que encontramos e otra de sus obras, y las figuras femeninas Medora y la extravagante Gunare.
Las cuerdas marcaron la evolución de esta corta pieza frente a pasajes de las maderas en forma de reclamo, desde el Adagio sostenuto, de pinceladas vagamente melancólicas, en una descripción de Medora para entregarse a un Allegro Assai, con un tema arrebatado por la presencia de Conrad, el héroe, en clara relación con Gunare, de definidas actitudes épicas, que confirman el talante de esta obra, pareja en ciertos aspectos con El Rey Lear Op. 4 o Waverly Op. 1, debilidades reconocibles en su ingenio creativo, sujeto inevitablemente a una continuada inspiración literaria que en lo que a esta obra atañe, se reconocerá por el tratamiento temático y la evidente resolución de los recursos orquestales en cuanto a su brillantez.
Henri Dutilleux acusado en cierto modo como compositor convencional desde la consecución del Prix de Rome, en 1938 resulta en el Concierto para chelo (Tout un monde lontain), un músico ciertamente independiente, quedando al margen de las influencias de Bartok, Milhaud o Stravinski y Hindemith, dejándose llevar por su propias intuiciones, y con respecto a Tout un monde lontain, será la respuesta a un encargo del Ministerio Francés de Asuntos Culturales, que remite en su ideario a la poética de Les fleurs du mal (Las flores del mal)-La chevelure, de Baudelaire, arduo y conseguido trabajo que podría haber sido un ballet, pero que a la postre resultó este concierto compuesto en 1968, para mayor gloria de su dedicatario Mstislav Rostropovich, quien lo pondrá en atriles en el Festival de Aix-en- Provence, bajo la dirección de otra autoridad como la de Serge Baudo, con la Orchestre de de París. Cinco parte en una obra, en la que se alude con regularidad a citas de Baudelaire, a modo de idea conductora, aunque de forma poco explícita.
Nicolas Alstaedt, soberbio en sus recursos frente a una orquesta de tímbricas saturadas en la paleta de colorido, dejó una lectura de estas piezas su temple de criterios acentuados. En Enigme (Enigma), resultaba vagamente con una entrada apacible pretendiendo una apariencia de scherzo para seguir con el tiempo de Regard (Mirada), una abstrusa provocación desafiante que se expresaba desde el sesgo de unos ojos verdes y un estremecimiento en vilo al borde del vértigo, remarcado por el planteamiento orquestal.
Houles (Oleaje), un deslumbrante estado de arrebato que nos resulta impuesto por una forma de scherzo, tramado a través de la idea visual de velas y remeros, reafirmando con claridad su misterio gracias al estímulo del atractivo sonoro. Miroirs (Espejos), ofrecía la doble luz de dos espíritus en forma de espejos gemelos, destacando un pasaje lento y sombrío, clave en el desarrollo del concierto por los fragmentos que, por su tratamiento, profundizan en el enfrentamiento con el resto de la orquesta y en Hymne (Himno), tiempo final, por su vivacidad, aprovecha las posibilidades de una meditada recapitulación tomada del resto de los movimientos anteriores, concluyendo en plenitud con el manifiesto de una orquestación portentosa e intensamente lírica, en beneficio del solista a través de la idea de cabecera de Enygme.
Para el bis, una pieza de similares tensiones de exigencias, en un detalle onomástico de Paul Sacher, estrenado por el propio Rostropovich.
Eterno Antonin Dvorak con la Sinfonía nº 9 en Mi m. Op. 95 (Del Nuevo Mundo), puro manifiesto de una obra destinada al Carnegie Hall neoyorquino, y que sería recibida por los mayores entusiasmos a finales de 1893, bajo la dirección de Anton Seidl.
Ludovic Morlot, tras entusiasmar a los asistentes en las obras anteriores, abordó la sinfonía bajo un prisma de seguras garantías. El Adagio-Allegro molto, nos embriagaba desde el avance de la cuerda y las maderas, para ceder al reclamo de la trompa entre audaces sobresaltos repartidos entre cuerdas, timbales e instrumentos de viento. Un talante de carácter heroico- legendario, sello de identidad del checo que acertaba en recurrir a ritmos de influencia americanos, mientras asoman ritmos de polka tomados de una boda campesina de El Moldava y apuntes de cierto modalismo ancestral.
El Largo, tiempo por excelencia y con seguridad el más americano, había recibido el título de Leyenda, inspirándose en la poética de Longefellow- Canto de Hiawarha-, en el que un grandioso estilo de coral de los instrumentos de metal, tomaban una melodía de origen irlandés a través del corno inglés, para convertirse cara a la historia en la emblemática tonada Going home.
El Scherzo- Molto vivace, con la sombra de Longfellow, supuso un festejo popular con un destacado revuelo de danza, ausente de ese reclamo de influencias americanas, quizás con esa dependencia que mantendría de su procedencia europea y romántica, destacando los motivos en staccato, usados en los dos episodios diferenciados, especialmente en el segundo gracias a su melodía espontánea de la flauta, con un retorno en tutti dedicado a la trompa como elemento transitorio.
El Allegro con fuoco, fue como una síntesis de todos los componentes temáticos en sus distintas fuentes desde el crescendo que marca la pauta y el valor testimonial del marcado modalismo entre una serie de paráfrasis que contribuyeron a la recreación de atmósferas personales gracias al logrado equilibrio de las ideas sobre las que se asienta esta sinfonía.
Ramón García Balado
Nicolas Alstaedt. Orquesta Sinfónica de Galicia / Ludovic Morlot
Obras de H.Berlioz, Henri Dutilleux y A. Dvorak
Palacio de la Ópera, A Coruña
Foto © Pablo Rodríguez