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Crítica / Nereydas inaugura el Ciclo de Adviento de la SMR de Cuenca - por Simón Andueza

Cuenca - 06/12/2021

El 3 de diciembre de 2021, en una gélida tarde otoñal conquense engalanada con sus luces y motivos navideños que nos señalan la inminente llegada del tiempo navideño, una larguísima y paciente cola a las puertas de la catedral pareciera que estuviéramos en una paradoja de espacio tiempo provocada por la distopía que en la humanidad se halla inmersa dese marzo de 2020, aunando las fechas navideñas con los añorados conciertos de la Semana de Música Religiosa de Cuenca, que llevaba sin celebrarse desde la Semana Santa de 2028.

Pero esta aparente alucinación propia de cualquier pesadilla nocturna de todo buen amante de nuestro más querido de los festivales españoles, felizmente es una exitosa realidad capitaneada por el patronato de la Fundación de la Semana de Música Religiosa de Cuenca y por su flamante Director Artístico, Daniel Broncano, quienes han creado desde unas cenizas cuasi extintas un renovado e ilusionante nuevo Ciclo de Aviento de la Semana de Música Religiosa de Cuenca, preludio perfecto de un ave fénix resplandeciente la próxima Semana Santa que en 2022 se celebra del 10 al 17 de abril.

Para celebrar tan magna efeméride en el marco incomparable de esa obra maestra del renacimiento europeo que es el Arco de Jamete de la Catedral, iluminado exquisitamente para la velada, lugar en donde se colocó el escenario, el propio Daniel Broncano tomó el  micrófono y puso en evidencia la ilusión del retorno de la Semana de Música Religiosa de Cuenca agradeciendo a las múltiples personas, entidades y empresas que lo han hecho posible, así como puso en contexto la elección del programa  del concierto que contiene alguna de las más icónicas obras maestras de Georg Friedrich Haendel, su juvenil y deslumbrante Dixit Dominus, compuesto a la tierna edad de 21 años, así como de los intérpretes, el Coro y la Orquesta Nereydas, dirigidos por su fundador, Javier Ulises Illán, quienes iban a ser protagonistas de la última edición cancelada del Festival.

La Orquesta Nereydas apareció en escena para interpretar un acertadísimo preludio a la velada, la magistral Obertura hendeliana de la Oda a Santa Cecilia HWV 76, patrona de los músicos, acogidos con los brazos abiertos nuevamente en Cuenca. Desde este primer momento ya se mostraron muchas cualidades de lo que se avecinaba, primeramente un compromiso total con la música desde cada uno de los atriles, así como la trabajada forma asignada a cada motivo musical, como los fugatos de la segunda sección, desempeñados de un mismo modo por todas las secciones, siempre desde una visión serena, sobria y exigente comandada por Illán, denotando su personal versión de esta pieza.

A continuación, con el coro ya presente, pudimos deleitarnos con una de esas fabulosas piezas que difícilmente se escuchan en un escenario español, el Dixit Dominus del compositor bohemio Jan Dismas Zelenka, genio musical reivindicado desde hace mucho tiempo por Javier Ulises Illán, algo que debemos agradecerle. La pieza, uno de sus preciosos 41 salmos que sobreviven, de una duración mucho menor que su homónima de Haendel, está recogida en una de sus tres colecciones Psalmi Vespertini totius anni para ser interpretada en la Hofkapelle de Dresde. Contiene pasajes de un preciosismo musical realmente inspirados como su coro inicial lleno de profundidad y energía, en donde el grupo vocal de Nereydas exhibió una cuerda de sopranos de una sonoridad fantástica con de afinación y empaste impecables, ayudadas por su composición, 6 personas, el doble que las demás secciones en una obra ideada para 4 partes en el coro. En la siguiente sección, Virgam Virtutis, Carmina Sánchez brilló con su cristalino y directo timbre, mientras la orquesta era reducida a un instrumentista por parte, inteligente decisión que permitió la transparencia del momento. En Dominus a dextris, Victor Cruz exhibió su generosa voz, de gran naturalidad e igualdad en el amplio registro y de una gran expresividad y carácter.

El aria de tenor De torrente in via bibet, fue encomendada a Diego Blázquez, quien ofreció buenas muestras de su bello timbre y una emisión vocal bien afinada.

La pieza concluyó con un arrebatador fugato, Sicut erat in principio, impecablemente desempeñado por todas las cuerdas, en donde volvió a brillar el límpido sonido de las sopranos en su cantus firmus.

Prosiguió la cada vez más gélida noche -con la gran ayuda de unas mantas de sofá repartidas a los asistentes por la organización- con la obra central del programa, el Dixit Dominus de George Friedrich Haendel, monumental composición que no deja de asombrarnos en cada escucha por los innumerables detalles y genialidades ideadas por tan joven compositor.

Su primer movimiento, Dixit Dominus, fue una dicha absoluta de la sección grave de la orquesta, con ese motivo rítmico tan inspirado del bajo continuo a modo de walking bass, y que tuvo como especial protagonista a Ismael Campanero en el contrabajo, quien dotó de una redondez y profundidad máximas al ya fastuoso continuo de los violonchelistas María Saturno, Juan Pérez Albéniz, el imaginativo organista en sus construcciones de arpegios David Palanca y el siempre sólido, eficaz y virtuoso en el archilaúd Manuel Minguillón. La vitalidad y preciosismo sonoros impuestos en este fragmento por Illán tanto a coro como a orquesta no impidió que sobresalieran eficazmente los solistas vocales en sus fragmentos, como la soprano Margarita Rodríguez o el tenor Fran Díaz Carrillo. Las sopranos primeras, en esta textura de SSATB brillaron especialmente en sus exigentes agudos.

La siguiente aria para alto, Virgam virtutis tuae, la desempeñó el contratenor Gabriel Díaz, quien se mostró muy cómodo en una tesitura medio aguda que le encaja como anillo al dedo, a la vez que se mantuvo una línea de canto muy firme ayudada por un fiato formidable. Como contrapunto, fue deliciosa la exigente parte de bajo continuo, interpretada de un modo impecable con un fraseo realmente inspirado por María Saturno.

Como si fuera una sucesión de arias operísticas, de nuevo Haendel propone otra compleja aria, Tecum principium esta vez para soprano, a continuación. La soprano Paloma Friedhoff se encargó de interpretarla de un modo vehemente, preciso y dominando los largos y  arduos fraseos de exigentes fiato y aguda tesitura vocal,  a la vez que mantuvo en todo momento una dicción del texto excelente.

Haendel da un enorme golpe de efecto a la pieza rompiendo los momentos solistas en sus siguientes cuatro números con formidables secciones encomendadas al tutti vocal y orquestal, logrando inolvidables efectos sonoros de una audacia máxima. El primero de ellos, Juravit Dominus (“juró el Señor”), fue una dicha de expresividad del texto que exige un momento de enérgico carácter que Javier Ulises Illán refleja perfectamente en su entrega y dirección.

Otro de esos números tan especiales y de una genialidad de escritura máxima es Dominus a dextris tuis, en donde aparecen varios duetos que hacen todavía más amena e interesante la ya fastuosa música,  como los protagonizados por la sopranos Sandra Cotarelo y Margarita Rodríguez con un buen entendimiento e igualdad de sus frases, por la alto Sonia Gancedo y el tenor Ariel Hernández, dos voces de una solidez y profesionalidad sobradamente probadas. A esto se sumó la intervención solista de Manuel Quintana, ágil y seguro barítono de bonito timbre y excelente fraseo.

El fugato Judicabit in nationibus resultó ser una verdadera exhibición de las cualidades de cada cuerda del coro, como unas sopranos dolces y de igualdad envidiable en las dos secciones, unos altos seguros y convincentes, una sección de tenores de precioso timbre y unos bajos muy precisos, nobles y de gran equilibrio sonoro. La sección final de este momento, Implevit ruinas debe ser destacada por el ingenio y fastuosidad de escritura que dominaron todos los intérpretes.

El último de estos cuatro pasajes masivos es el sorpresivo y heredero directo de los madrigales italianos Conquassavit capita in terra multorum (“Aplastará la cabeza de muchos”) en donde Haendel se inventa una sección de constantes entrecortamientos continuos y reiterados de un modo espectacular de la palabra Conquassavit, que tanto orquesta como coro supieron expresar encomiablemente, mediante una cortísima articulación del texto o de la nota orquestal correspondiente absolutamente igual, logrando un sensacional efectismo que el propio Haendel hubiera aplaudido.

Para rizar más el rizo, el maestro de Halle no se conformaría con estos geniales tuttis, sino que compuso uno de los duetos para dos sopranos más inspirados de la historia de la música, De torrente in via bibet, de una sensibilidad extrema y de una escucha inolvidable para cualquier melómano. La elección de las solistas fue muy inteligente por parte del director toledano, puesto que el contraste entre la pulcra y cristalina voz de Lore Agustí con el oscuro y aterciopelado timbre de Lucía Caihuela resaltan aún más las dos líneas sublimes de canto ideadas por Haendel. Este contraste tímbrico no impidió, sin embargo, un total entendimiento de las dos solistas, realizando un hermoso trabajo de fraseo, recreándose en las sutiles y magníficas disonancias. La orquesta respetó en todo momento a las sopranos, permitiendo disfrutar de todo su esplendor.

Esta obra maestra termina con la doble fuga Gloria Patri et Filio et Spiritui sancto, que pone justicia a tan desbordante imaginación con una música de una gran complejidad y monumentalidad de gran exigencia para todos los intérpretes, que mostró el gran trabajo desarrollado por todos para este concierto, comenzando por el entusiasta Javier Ulises Illán, quien en todo momento controló los fraseos, los crescendi y diminuendi y la vital y expresiva interpretación. Tanto coro como orquesta respondieron ejemplarmente a las exigencias de su director, quienes acabaron en una frenética última exposición de la fuga a doble tempo, capricho interpretativo que funcionó excepcionalmente para concluir de un modo brillante la interpretación.

Ante los continuos aplausos del público, los músicos ofrecieron el comienzo de otra obra de Jan Dismas Zelenka, el formidable primer coro de su Miserere, que dejó a la audiencia con ganas de más por su belleza y espectacularidad.

En definitiva, un retorno de la Semana de Música Religiosa de Cuenca que está a la altura de lo que se espera de ella: excelencia musical, interpretación de grandes obras maestras pero también de repertorio menos conocido (esperemos que también recuperación de nuestro patrimonio), a la par que fue un verdadero placer escuchar repertorio internacional a un grupo español de música historicista, algo nada común dentro de nuestras fronteras.

Simón Andueza

 

Coro y Orquesta Nereydas. Javier Ulises Illán, director.

Händel y Zelenka: Dixit Dominus.

Obras de Georg Friedrich Haendel y Jan Dismas Zelenka.

Semana de Música Religiosa de Cuenca, Ciclo de Adviento.

Catedral de Santa María y San Julián de Cuenca.

3 de diciembre de 2021, 19:00 h.

Foto © Santiago Torralba - SMR

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