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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Músicas de las esferas (por Luis Mazorra Incera)

Madrid - 15/12/2020

Nathalie Stutzmann, en su visita a la temporada de los Orquesta y Coro Nacionales de España, dirigió un programa cuyo principal atractivo para el gran público residía en la incombustible Quinta sinfonía de Beethoven. Y así llenó sus butacas, las permitidas en la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música. Una muy buena sensación de público y, sobre todo, lo que es más importante dadas las circunstancias, de entusiasmo en vísperas navideñas.

Sin embargo, aquel programa escondía otras jugosas sorpresas. La inicial, un tanto metafórica en su orondo título: Sinfonia (for Orbiting Spheres) de Missy Mazzoli rompió el hielo con sonoridades atmosféricas -esféricas si hiciéramos caso a la literalidad-, fluidas, acariciantes, con su proporcionado punto álgido. Un ponderado magma musical que vino al pelo a las obras que se sucedían en programa en continua pero implacable e inopinada, transición.

Esferas, pues, que prepararon así la atmósfera, como dije, a otra grata sorpresa previa al Beethoven de todos los homenajes: la selección de Ifigenia en Táuride de Christoph Willibald Gluck. Una obra estimulante, como dicta el interés de eminentes compositores románticos por ella, a la par que compleja en alguno de sus números más centelleantes. Una obra que, en su pulcra definición, mostró los mimbres y calidades de la orquesta, más aún de esta guisa, separados por las oportunas distancias de seguridad. Distancias que a nadie se le escapa que, en música, se traducen en lógica dificultad de empaste. Junto a la orquesta, el Coro Nacional, cuerdas femeninas, y la soprano solista Elizabeth Watts  centrada en primera fila del propio coro, completaron el elenco de esta sustanciosa selección. Una posición de la solista acertada en tanto unificó su proyección con el resto de voces en “escena”… Una escena aquí, eso sí, imaginada en esta versión de concierto y más que una supuesta suite de concierto con coro y solista, un muestrario selecto y oportuno reclamo para la reposición por estos pagos de esta obra... completa… para sus escenarios propios, con todos sus ingredientes en liza... los de la ópera.

“… y Dios abrió la puerta por un instante, y la orquesta tocó… ¡la Quinta sinfonía!” [Jean Sibelius]

Para terminar, la Quinta… ¡La de Beethoven, claro! Una sinfonía que disfruta de ese inicial arranque y atrevimiento motívico en que la batuta, a menudo, tiende, deliberadamente, a sorprender a la orquesta con gestos técnicos que buscan un añadido espontáneo y visceral de carácter. Lo que ocurre es que, en ocasiones, dependiendo del contexto y de otras cuestiones, incluso extra-musicales, la súbita celeridad -aquella urgencia beethoveniana-, unida a la pretendida falta de preparación del gesto, puede producir un efecto contrario… relativa perplejidad y consecuente pérdida de fuerza… Y en el arranque, además. Ahora, como decía Furtwängler de aquel botón de su chaqueta que su orquesta usaba como referencia en las entradas…: cuando entran todos allí… ¡ay… eso es música…! Un riesgo entonces asumido. Al margen de esta pincelada y de algún problema rítmico inicial, probablemente derivado del anterior, la interpretación tuvo vitola personal, con detalles de tempi y, sobre todo, de articulación en la definición del fraseo, que buscaron incardinar la obra en la tradición clásica de la que, sin duda, parte.

Luis Mazorra Incera

Elizabeth Watts, soprano. Orquesta y Coro Nacionales de España / Nathalie Stutzmann.

Obras de Beethoven, Gluck y Mazzoli.

OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

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