En múltiples ocasiones los músicos han compuesto sus obras a pesar del dolor o valiéndose de él. Robert Schumann utilizó poemas de Heinrich Heine para crear sus famosos lieder. En una ocasión nos cantó que había llorado en sueños y que, al despertar, la lágrima aún rodaba por sus mejillas.
Supongo que eso sentiría, muchas veces, la compositora francesa Lili Boulanger que nació en 1893 y murió con apenas veinticuatro años. Fue la primera mujer que ganó el Prix de Rome con su obra Faust y Hélène. Cuando le dijeron que solo le quedaban dos años de vida por la enfermedad de Crohn, aceleró el proceso de composición: óperas, música de cámara y piezas orquestales. Escuchamos su obra D’un matin de printemps y el preciso diálogo entre las cuerdas y el viento de los maestros hizo que contrastara y terminara dominando la alegría sobre el aspecto triste del dolor. Algo así como un contento desconsolado.
Serguéi Prokofiev nació en Ucrania (tristemente conocida hoy) en 1891 y murió, curiosamente, el mismo día que Stalin en 1953, en Moscú. Su malestar fue de tipo político: reivindicaba un poco de aire para hacer música y las autoridades soviéticas le respondieron que componía utilizando un formalismo antidemocrático.
Disfrutamos su Concierto para violín y orquesta nº2. Magnífica escucha, en primer lugar por la labor del director valenciano, Francisco Valero-Terribas, con una gran comunicación con la Orquesta Sinfónica de Bilbao.
Convenció a los maestros de comulgar con su visión: dirigió a la orquesta de tal forma que, al tratarse de un concierto, no eclipsara a la solista. Y, en segundo lugar, por la magnífica técnica, emoción y conexión de la violinista Alena Baeva: empezó sola, como meditando, y le siguieron las cuerdas en un apropiado segundo plano, después un movimiento melódico con el clarinete y un final, en contraste, lleno de agitación.
Y, como colofón, la Sínfonia nº2 de Schumann. Compositor y pianista alemán que nació en 1810 y murió muy joven, en un psiquiátrico, en 1856. Su melancolía crónica invadió su música de cámara y en sus momentos álgidos, las obras como la que escuchamos. Luchando contra su estado de salud. Fuerza que preludian las trompas, trompetas y trombones. Música fluida, después, y un hermoso movimiento lento el tercero, para terminar con un especie de clamor triunfal.
La orquesta se gustó, nos gustó, con una de esas composiciones que tanto agradan al público bilbaíno.
Genma Sánchez Mugarra
Palacio Euskalduna de Bilbao
Orquesta Sinfónica de Bilbao
Música de L.Boulanger, S.Prokofiev y R. Schumann
Alena Baeva, violín
Francisco Valero-Terribas, director
Foto: el director valenciano Francisco Valero-Terribas.