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Crítica / Música francesa en el extraordinario de Navidad de la OSCyL - por José M. Morate Moyano

Valladolid - 23/12/2024

El extraordinario que en la Navidad de esta temporada 24-25 ha programado la OSCyL en su sede vallisoletana, ha estado dedicado a la música francesa de final del XIX e inicio del XX, conmemorando el centenario del fallecimiento de Fauré, rodeado de su maestro Saint-Saëns y de su discípulo Ravel. Como suele ser habitual en estas fechas, colaboró el Coro de la OSCyL preparado por Jordi Casas i Bayer. Además, se contó como solista con el pianista Carlos Garaikoetxea (Getxo, 1991), desde 2019 Profesor en el Mozarteum de Interpretación Histórica y en la 21-22, de Pianoforte en la MUK Viena, conocido ya aquí como ganador del "Frechilla-Zuloaga" en 2013. Como Director invitado, François López-Ferrer (suizo criado en USA, 1990), ganador del Sir "Georg Solti" Conducting Award este 2024, que volvía a la Sala dedicada a su padre.

Fauré compuso en 1887 su pieza para piano Pavana en Fa # m., op. 50, que resultó tan exitosa por su encanto y estilizada belleza, que se decidió un año después a orquestarla, con coro opcional y texto de Montesquiou. Esta versión fue la que se propuso. El ambiente melódico en que se desenvuelve es tan delicioso, que fue fuente de inspiración para otros compositores. Como recuerdo a la danza española del XVI, es lenta, austera, de ritmo preciso que marcan los pizzicati de la cuerda. El tema principal, de sabor antiguo, domina la obra desde la primera frase (que enunció con acierto la flauta), seguida igualmente por oboe y clarinete hasta que, en el centro, cobra un poco más contenido carácter ante un nuevo tema. Como pasó en todo el programa, faltó esa finura y sutileza que exige este repertorio; el coro además, con 80 cantores (dos por cada uno de los instrumentistas) resultó excesivo, con el problema añadido de la difícil pronunciación musical francesa, que precisa más tiempo de ensayo y ajuste. A pesar del fino y elegante material, la versión resultó plana; y eso que la OSCyL tocó como se le demandó.

El Concierto para piano en Sol M. (1929-31) que Ravel dedicó a la pianista Marguerite Long, de carácter alegre y jazzístico en los movimientos extremos, tiene exigente virtuosismo para el intérprete por técnica y ritmo, que ha de encajar a la perfección con la orquesta, pidiendo del Maestro claridad de gesto y autoridad para imponer su criterio. Todos estos condicionantes no tuvieron respuesta sobresaliente, sólo notable, en detrimento de una partitura vivaz y brillante. El "látigo" que lo inicia, da paso al solista con melodías que el autor captó en su viaje a USA, y aromas de Stravinsky antecediendo a Copland, que llevan a una coda en modo frigio que suena a español, como suele hacer el autor; el flautín introduce alegre melodía pastoril y trompeta y clarinete tornan al jazz, que el piano amplía sobre los vientos, actuando todos bien como solistas, incluyendo a arpa y percusión. El Adagio es todo un juego de preciosos colores, donde el piano tiene complicadas cadencias a resolver; el corno se lució en su emotiva aria, acompañado del piano con series de fusas, disminuyendo hasta el silencio final. El Presto es toda una prueba por sus contrastes y velocidad, por lo que tuvo problemas de ajuste; señalar cuidada labor de los metales y notable dúo piano-fagotes. En fin, fue una interpretación con altibajos, donde Garaikoetxea estuvo tenso, demasiado contenido y pendiente de la partitura y no brilló como debía, quizá porque su pulsación esté ahora más próxima a "lo antiguo"; aún con todo fue muy aplaudido, junto a Director y orquesta.

El plato fuerte venía con Saint-Saëns y su juvenil Oratorio de Navidad, op. 12, (1858), particular Cantata amplia para solistas, coro mixto, cuerdas, órgano y arpa, cuya amplitud le da estilo de Oratorio. Como organista que era de la Madeleine de París, su instrumento juega un papel importante en toda la obra; y ahí estuvo un primer hándicap, pues la prevista organista se accidentó el día anterior y hubo de ser sustituida por el del Coro Nacional, sin tiempo para calibrar volúmenes y registración en el eléctrico que se dispuso, dado que el Auditorio no posee aún el de tubos previsto, básico en estos repertorios. Agradecer por tanto su prestación, pero resultó pobre de sonido su labor. Por contra, la arpista estuvo excelente en sus tres números. El Coro, ayudado por la pronunciación latina, estuvo más ajustado y afinado, pero excesivo siempre como ya se indicó. Todo estuvo fuera de estilo, más como Händel que como el Bach admirado y recordado por el autor en su inicio. Faltó el intimismo en que se desenvuelve la acción, con momentos exultantes pero expresivos como el Gloria o el final; no hubo esa delicadeza. El quinteto solista vocal cumplió; mejor el tenor en su papel narrativo y mejores en las diversas  agrupaciones. Agradecida la felicitación de Año del Maestro y acogida calurosa para todos, de un público que fue a disfrutar de lo sinfónico-coral navideño.

José M. Morate Moyano

 

Carlos Garaikoetxea, piano

M. Tarragó (S); M. Martins (MS); M. Llobera (A); M. Thomson (T); M. Pujol (Bt)

COSCyL / J. Casas / François López-Ferrer

Obras de G. Fauré, M. Ravel y C. Saint-Saëns

Sala sinfónica "J. López Cobos" en el CCMD de Valladolid

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