La contagiosa alegría que irradia la Orquesta del Festival de Budapest caracterizó la clausura de un Festival Internacional de Santander que ha tenido, en esta 70ª edición, la más brillante de los últimos veinte años.
Con el agradable recuerdo de su concierto de 2018 aún fresco en la memoria y la presencia de su fundador y director Iván Fischer en el podio, la formación húngara, que pronto cumplirá su cuarenta aniversario, abordó un variopinto y afrancesado programa con el que logró dibujar una sonrisa despreocupada incluso entre los espectadores que habitualmente escuchan la música del siglo XX circunspectos y con el ceño fruncido.
Lo de afrancesado va, más que nada, por el origen de tres de los cuatro autores elegidos (Milhaud, Ravel y Satie/Debussy), pues si hay algo que marca las partituras de El buey en el tejado o el Concierto para piano en sol mayor raveliano que supusieron el vigoroso arranque de la velada son, precisamente, sus influencias foráneas: en el caso de la primera, resultan más que evidentes las del tango, la rumba y, sobre todo, el choro brasileño hilvanados en un divertido y por momentos vertiginoso rondó, mientras que en el Concierto, a pocos pasarían desapercibidas las referencias al jazz e incluso a la música popular vasca.
No nos parece que la elegancia en el manejo de la batuta sea el rasgo distintivo de Ivan Fischer, pero qué claros y precisos son, por lo demás, sus gestos. Y qué fulgurante la respuesta de su orquesta, de muy alta jerarquía en todas sus secciones; El buey en el tejado tuvo con ellos una lectura vibrante, rebosante de urgentes acentos rítmicos y no lo fueron menos los de la versión que el pianista Dejan Lazic hizo del Concierto, en cuyos sucesivos diálogos con flauta, oboe y clarinete del adagio central nos dejó uno de los grandes momentos de la noche.
La quietud y la ensoñación liricas de las breves piezas de Satie que siguieron -en sendos arreglos orquestales que les privaban de parte de su encanto- ofrecieron el necesario momento de reposo antes de afrontar las Danzas de Galanta de Kodaly que concluirían el programa. Páginas de raigambre zíngara y aire indómito con margen para el virtuosismo que tuvieron en la Orquesta del Festival de Budapest -y, más particularmente, su sección de viento- a los traductores ideales.
El Festival Internacional de Santander llegaba así a una radiante conclusión, pero la Orquesta decidió prolongar el aire festivo de la ocasión un poco más regalándonos una propina de las que acostumbran, al convertirse en coro para ofrecer un Místo klekání de Dvorák de encantadora sencillez.
Darío Fernández Ruiz
Orquesta del Festival de Budapest. Iván Fischer
70º Festival Internacional de Santander
Foto © Festival de Santander - Pedro Puente Hoyos