El pasado 26 de noviembre pudo escucharse en L’Auditori un más que interesante programa con la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya que destacaba por su cohesión e inteligencia: las obras interpretadas fueron escritas en un periodo de tan solo diecisiete años y en la misma área geográfica centroeuropea, si bien dos de los compositores pertenecían al mundo eslavo y otro, al germánico.
Como figura central, un Antonín Dvořák que mantuvo una estrecha relación con los otros dos, Johannes Brahms y Leoš Janáček.
Este último fue precisamente quien abrió el programa con su obertura Žárlivost (Celos), originalmente prevista para encabezar la ópera Jenůfa, aunque nunca llegó a emplearse como tal. Es una partitura que manifiesta el sentido dramático del compositor, capaz de expresar en pocos compases sentimientos más que contrastados, opuestos, todo ello a través de una música personalísima.
Ruth Reinhardt buscó realzar ese espíritu diverso y cambiante, aunque en su versión se echó en falta algo más de trabajo a la hora de conjuntar los distintos grupos instrumentales.
Ese trabajo sí se apreció en el Concierto para violín de Brahms. Como solista actuó la joven Alexandra Conunova, que arrancó a su violín Ida Levin de Giovanni Battista Guadagnini (h. 1785) un sonido de una belleza extraordinaria.
Su versión fue todo un despliegue de virtuosismo, tanto que, por momentos, dio la sensación de que la técnica se imponía a la personalidad. La orquesta esta vez respondió a la perfección, con una Reinhardt al frente que dio a la partitura ese aliento sinfónico que tiene.
El concierto se cerró con la Sinfonía n. 7 de Dvořák. Quizá por su tonalidad de re menor, en L’Auditori se le dio el subtítulo de “Trágica”, que la verdad casa poco con esta obra, eso sí, la más romántica y menos nacionalista del catálogo sinfónico de su autor.
En todo caso, Reinhardt la concibió de ese modo, de ahí una lectura a todo o nada, llevada por un tempo rápido y un brío que se llevó por delante todo lo que de luz y calidez poética tiene esta música. La de la directora fue, por tanto, una opción discutible, pero ejecutada de modo irreprochable, pues logró no solo que la orquesta se entregara a fondo, sino también que no naufragara en tan procelosa tempestad.
Juan Carlos Moreno
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Ruth Reinhardt.
Alexandra Conunova, violín.
Obras de Janáček, Brahms y Dvořák.
L’Auditori, Barcelona.
Foto © @MayZircus