La andadura de la 62º edición del Concurso Internacional del Piano Premio ‘Jaén’ se inicia sumándose la organización a la conmemoración del 250 aniversario del nacimiento de Beethoven, con una integral de los conciertos para piano y orquesta en dos jornadas maratonianas, dentro del III Festival de Piano. Esta apuesta del Área de Cultura de la Diputación Provincial de Jaén no puede sino calificarse, en una ciudad aletargada culturalmente de forma permanente, como “obra de moros”, por su lujo y grandeza, tal y como se hacía popularmente en nuestro siglo de oro para designar las grandiosas aportaciones de esta cultura.
Las extensas y excelentes notas al programa servidas por un Luis Gago siempre preciso y lúcido en sus apreciaciones sobre la obra beethoveniana y las conferencias previas a cada uno de los conciertos, donde el crítico Arturo Reverter desgranó con sabiduría y amenidad las características de cada uno de los conciertos y de la dotes interpretativas del pianista, apuntando incluso la necesidad de que su larga experiencia en la ejecución de este ciclo completo, justifica plenamente su grabación al igual que hiciera la mítica Alicia de Larrocha con Ricardo Chailly y la Orquesta Sinfónica de Radio de Berlín, vinieron a completar detalles poco habituales por estas tierras (y quizá no solo de estas…).
La consistencia de estas actuaciones se aportó por una Real Filharmonía de Galicia en uno de sus mejores momentos, dirigida por el maestro Manuel Hernández Silva con una concepción beethoveniana que, bebiendo en fuentes clásicas, sin utilizar resabios historicistas, permite que la música de Beethoven se abra camino por sí misma con una natural intensidad, entendiendo la importancia de los acentos sin interrumpir las melodías y equilibrando perfectamente las líneas de los bajos, mientras que de las expresivas manos del pianista onubense Javier Perianes (portada de RITMO en enero, a propósito de estos conciertos) vino, como siempre, esa sensación de elegancia, tranquilidad y también de energía, así como la capacidad que tiene de sorprendernos en cada nueva actuación con ese toque impecable, el sonido redondeado de su pianísmo, la ornamentación nítida y perfecta (esa perfección en los trinos que alabó Reverter en sus introducciones) y la capacidad de dar vida a los matices en unos acercamientos que resultaron fascinantes.
En la primera de las jornadas se abordaron los Conciertos ns. 2, 3 y 4, ilustrando la evolución compositiva del genio de Bonn desde 1795, fecha de composición del nº 2, en realidad el primero de los escritos, hasta 1805 en que se aparece el cuarto, cuando ya Beethoven era consciente de limitaciones auditivas.
Desde el primer movimiento del concierto Op. 19 quedó patente la alta compenetración de dirección y solista y una misma concepción de la obra, porque Perianes no se limitó a cumplir con la labor de solista, sino que además estuvo muy atento a todas las indicaciones de la dirección, que marcó entradas, acentos y detalles con medidos gestos. El Allegro con brio de este concierto, mirando claramente al clasicismo, sonó con frescura y estuvo brillantemente articulado, evitó las cadencias de Beethoven para sustituirlas por la de Wilhelm Kempff, manteniendo Perianes su posición de manera brillante pero no voluminosa, para posteriormente trazar con pureza cristalina y lenta respiración las melodías del delicado Adagio, cargando cada nota de vida propia de carácter nocturnal y conquistar con inmediatez con sus sentidas acentuaciones sincopadas en el ritmo de 6/8 del Rondo final, en el que incluso buscó sabor casi schubertiano del motivo cantábile. Los logros de este concierto bien podrían explicarse también por el sonido menos voluminoso de la orquesta gallega, que en todo momento permitió resaltar el exquisito y claro fraseo, recordando una actuación casi de época.
En el profundo salto estilístico que supone el concierto nº 3 Op 37 en do menor, desde la primera entrada del piano con su tema en dobles octavas, se puso de relieve que Perianes, con un sonido más imponente y bien apoyado por el juego del pedal, reemplazó la definición de los dedos por una mirada de mayor entidad, en la que supo dosificar con la orquesta la tensiones e imprimir elegancia en ese continuo juego de figuras ornamentales, escalas y arpegios, obteniendo una excepcional calidad de sonido que puso al servicio de la expresión en un Largo lleno de ternura y sensibilidad.
La lectura del cuarto de los conciertos fue inolvidable. La tarea de mostrar el inicio de esto concierto no es fácil, de hecho es temida por los pianistas. Pero se trata de un terreno bien explorado por Perianes, al que se le nota pleno disfrute cuando transforma ese continuo dialogo con la orquesta, muy bien cuidado por Hernández Silva, en un mundo sonoro sereno, a veces alegre y otras épico, pero siempre de una expresividad de altos vuelos, conseguida a través de una dinámica bien calibrada y un fraseo sentido. Arriesgó con potencia y empuje con una estremecedora cadencia y los 72 compases del Andante con moto fueron dichos de manera convincente y conmovedora, hasta sumirse casi en el silencio después los trinos finales. Una verdadera lección de “bel canto”.
En la segunda sesión, el contraste era mayor por ofrecer los dos extremos creativos de obras concertantes para piano. El concierto nº 1 brilló con buen sentido optimista desde la maravillosa apertura del Allegro con brio, en el que orquesta y solista se intercambiaron sus cometidos con naturalidad, respirando ese espíritu de raíces galantes, en el que predominó la claridad de texturas y la búsqueda de sonoridad cristalina; en el encantador Rondó se dejaron llevar por un tono triunfal.
Los dos protagonistas consensuaron bien el criterio para el plato fuerte. El nº 5 no se vio como antecedente de los grandes conciertos románticos, por lo que no hubo pretensión de andar por caminos militares o abrumadores, sino que se situaron el ámbito de la sensibilidad y musicalidad. Sensibilidad no significó debilidad, pues se aportó el debido peso y emoción. Perianes es consciente que a esta altura de su carrera no tiene nada que demostrar en relación a su capacidad virtuosística. Por eso se preocupa más de dar sentido a una partitura especialmente compleja con un juego de infinitos matices. No mira hacia atrás, tampoco al futuro, aunque su interpretación se llena de pasión creciente y es siempre musical en la búsqueda del amanecer romántico de una manera serena y reposada sin tomar tempos rápidos en los movimientos externos. Hernandez Silva apoyó sin ocultar al solista, apoderándose bien del sonido en los tutti pero permitiendo siempre que los bajos, los pasajes más ligeros y los sutiles matices que aporta Perianes se percibieran a la perfección, dejando una gran clase magistral de música compartida.
Salvo dos pequeños incidentes, la insistente impertinencia del reportero gráfico de un medio local y de una señora que llegando tarde consiguió su momento de triunfo atravesando toda la sala hasta una de las primeras filas, el respeto del público fue encomiable, hasta el punto de no escucharse los terribles avisos de los celulares, muestra del interés y concentración con la que se escucharon unas actuaciones que fueron premiadas con una intensa ovación.
José Luis Arévalo
Jaén. Teatro Infanta Leonor. 31-I y 1-II-2020.
Javier Perianes, piano. Real Filharmonía de Galicia. Director: Manuel Hernández Silva.
Beethoven, Integral de los conciertos para piano y orquesta.
Organiza: Diputación Provincial de Jaén. III Festival de Piano.
Foto: El Teatro Infanta Leonor de Jaén aplaude la consecución de los Cinco conciertos para piano de Beethoven por Javier Perianes, la Real Filharmonía de Galicia y Manuel Hernández Silva.