Prueba la perfecta relación que Krzysztof Warlikowski mantiene con la ópera de Munich, que de los doce carteles operísticos que integran la presente edición del Festival, tres llevan la firma del director polaco. Van los comentarios de dos de ellos, unidos por la idea del amor inalcanzable: desde Tristán, debiendo entregar en puerto su preciosa encomienda al Eneas de Purcell recabando en Cartago camino de Roma. Este último, servido en programa doble con el monodrama musical Erwartung, primer trabajo para la escena de Schönberg, presentado en Munich con carácter de primicia, un siglo después de su estreno.
Lo habría entendido el propio compositor, que tardó 15 años en verlo materializado. Hasta que Alexander von Zemlinsky se atrevió a afrontar la partitura en 1924 en Praga en el marco de un Festival de la International Society for New Music. Una de las principales razones para su reducida presencia en los teatros es su corta duración, que obliga a presentarla con otro título que, en muchas ocasiones -lo corrobora la próxima temporada del Teatro Real- acaba siendo La voz humana, de Poulenc. Lo justificaría su correlación argumental.
En ambos casos sus protagonistas son mujeres maduras, inestables, abandonadas por sus amantes. La de Poulenc se aferra inútilmente a un teléfono; la de Schonberg intenta encontrar en un bosque a su marido, hasta dar con un cadáver. ¿Es él? ¿Es ella quien lo ha matado?. La interrogante queda resuelta en la propuesta de Warlikowski gracias a la dramaturgia de Christian Longchamp, colaborador del director polaco, con quien volverá a contar para Le Grand Macabre, de Ligeti, uno de los estrenos del Festival de 2024.
En esta ocasión, Munich ha asumido el riesgo de parearla junto a la ópera de Purcell Dido y Eneas. Ubicando las dos historias en un mismo plano temporal, el de nuestros días, la reina cartaginesa se hunde entre alcohol y barbitúricos para superar la huida de su amado: el mismo Eneas que, muerto, encontrará la anónima protagonista de Erwartung, bautizada aquí por Longchamp como Dido, dando coherencia al programa.
La solución escénica para enlazar en un juego de vasos comunicantes las dos historias en la misma estética, que recuerda La dolce vita felliniana, la resuelve Warlikowski con la proyección en un interminable túnel de una sucesión de grafittis: desde pinturas rupestres a monogramas de hoy, mientras se escucha un interludio firmado por Paweł Mykietyn, que unos jóvenes siguen con movimientos sincopados de break dance.
La dificultad adicional -más tratándose de una propuesta lírica- consistía en fijar para los intérpretes una disciplina estilística sin fisuras entre el barroco purcelliano y el expresionismo de Schönberg. Para ello, la visión teatral que avalan sus treinta años de trabajo en solitario después de su formación con Krystian Lupa, Warlikowski se ha apoyado para ambas “Dido” en la valentía de la soprano lituana Ausrine Stundyte, la Renate en la producción madrileña de El ángel de fuego firmada por Calixto Bieito.
Fue de la mano del director burgalés, que cuenta con ella entre sus referentes, con quien Stundyte debutó Erwartung en el Arriaga de Bilbao, entones en versión reducida para piano. Cómoda en el registro dramático, al margen de inevitables lagunas filológicas en el aspecto canoro, Stundyte se enfrenta con voz abierta, desgarrada, idónea para los dos papeles, con fuerte temperamento actoral, sorteando las dificultades que reclama la lectura barroca de Purcell con texto en inglés, hasta crecerse, estremecedora, en el famoso aria “del lamento” Thy hand, Belinda. En una tesitura que mantendrá para adentrarse en el personaje -cantado en alemán- de Erwartung. Una hazaña que tendría como precedente, salvando distancias, en una grande como Jessye Norman, que brilló en ambos compositores.
Para evitar contrastes, ninguno de sus acompañantes de reparto -todos cómodos en su personaje: desde el barítono Günther Papendll (Eneas), la mezzo Rinat Shaham (Venus) o la entregada soprano noruega Victoria Randem (Belinda)- procedían del repertorio barroco. Salvo el contratenor norteamericano Key’mon W. Murrah que, como la perversa bruja, demostró su especialización haendeliana, siendo el más reconocido por el público tras Stundyte, que provocó el delirio de la sala. Junto, claro está, con el valiente Andrew Manze, reconocido por su entrega a Bach que, asumiendo la rareza en su carrera de afrontarse a una producción escénica, supo defender ambas partituras desde el foso con igual solvencia.
Si el formato elegido para el doblete Purcell-Schönberg es casi camerístico -dos módulos que, unidos, pueden convertirse en el palacio de Dido y, separados, los barcos en los que Eneas reemprende su periplo-, el ámbito en que Warlikowski ubica el Tristán e Isolda wagneriano impone por su rotundo impacto: un sólido recinto de rica madera, donde, entre inquietantes personajes -actores y muñecos adoptados de dos de sus maestros de la escena, Lupa y Kantor-, transcurrirá la acción de los tres actos, de naturaleza tan distinta, con el mar siempre como idea de fondo. De nuevo el viaje, y de nuevo amantes despechadas. En ambos casos, recurriendo a proyecciones complementarias para describir el momento. Para Purcell-Schönberg, un pequeño mirador ahondando en la psicología de la protagonista; para Wagner, un telón de gran formato, que invita a compartir el largo recorrido.
El trayecto zarpaba con dos nombres distintos en la lista inicial de pasajeros. Por una parte, la anunciada Anja Harteros, soprano de lujo de la casa, sustituida como Isolda por su tocaya Anja Kampe, que refrendó con solidez su vinculación al repertorio wagneriano. Capitaneando la orquesta, Juraj Valčuha, reemplazado con éxito por el veterano Lothar Koenigs, experto wagneriano, que había dirigido esta misma producción en la temporada 21/22.
Completando el reparto, el tenor Stuart Skelton, que en septiembre volverá a encarnar a Tristán en Sevilla, cuya calidad quedó patente como Siegmund en la Walkiria, que dirigió en Madrid el mismo Heras-Casado que, un día más tarde del Tristán que nos ocupa, a pocos kilómetros, marcando un hito en la Historia de la Música de nuestro país, abría desde el foso la temporada de Bayreuth.
Rematando programa como fieles sirvientes de los titulares, la mezzo norteamericana Jamie Barton, además de su voz prodigiosa, lució su talento actoral con la precisa dirección de Warlikowski. En la misma línea funcionó el Kurwenal del bajo-barítono alemán Wolfgang Koch, especialista en papeles wagnerianos. Poniendo el lazo al compacto trabajo como el rey Marke, que tantas veces ha encarnado, René Pape, aun con la voz ligeramente cansada, volvió a comprobar la pasión que levanta en la capital de Baviera. Destacar por último la presencia sobre el escenario de Marlene Gomes para el delicado solo de corno inglés en la obertura del tercer acto.
Juan Antonio Llorente
Ausrine Stundyte, Gunter Papendell, Victoria Randem, Key´mon W. Murra, Elmira Karakhanova.
Bayerisches Staatsorchester/Andrew Manze.
Coreografía/Claude Bardouil.
Dido and Aeneas/Erwartung. Purcell/Schönberg.
Nationaltheater. Munich, 22 julio 2023
Anja Kampe, Stuart Skelton, René Pape, Wolfgang Koch, Jamie Barton…
Bayerisches Staatsorchester & Chor/Lothar Koenigs.
Tristan und Isolde. Wagner.
Nationaltheater. Munich, 24 julio 2023
Foto: Una escena de Dido y Eneas / © Bernd Uhlig