Zeffirelli, gran hacedor de Aidas, a propósito de la que abrió el remozado teatro alla Scala se explayaba en los pormenores de cada una, “desde la Aidita a las Aidonas”, diferenciando el delicado mecanismo de la primera, que implicaba poner en pie la monumental obra de Verdi en el minúsculo teatro de Busseto, de las concebidas para monumentales espacios como el Met neoyorkino o la Arena veronense.
En todos los casos, con mayúsculas, recuperando la espectacular esencia que demanda el libreto forjado por Ghislanzoni para celebrar los fastos de la apertura del Canal de Suez, dentro de los cuales entraba el estreno de Aida.
Quien en Munich espere otra fabulosa reinterpretación escénica del texto, que se abstenga si no quiere, como en algunos casos ocurrió este domingo, escaparse de estampida en el intermedio.
La propuesta de Daniele Rustioni y su equipo habitual desde hace dos décadas -Paolo Fantin en los decorados y Carla Teti en el vestuario-, rompedora como es sabido en sus trabajos, despoja de cualquier oropel al espectáculo trayéndolo a nuestro momento actual, situando para ello los dos primeros actos de la tebana “corte de faraón” en un polideportivo rehabilitado como refugio para albergar a las víctimas de la guerra, cuyo techo agujereado permite el paso de las cenizas. Y reduciendo los dos últimos -el encuentro nilota (Qui Radames verrà) y la tumba/prisión- a la pirámide carbonizada en que se ha convertido el inicial escenario.
Ningún sinsabor se le ahorra al espectador: desde la muerte de un niño, que dará lugar a la procesión de la diminuta caja blanca seguida por un mínimo cortejo, a la entrega de condecoraciones a personajes que se dirían salidos de las imágenes de George Grosz, mientras las trompetas triunfales atacan en el momento clave por excelencia de la ópera, que Michieletto ha tenido que reforzar con una proyección cinematográfica para potenciar los efectos apetecidos.
La producción, que cerrando las ofertas de la temporada 22/23, se estrenó el pasado mayo, se recuperaba ahora en el contexto del Festival, repitiendo como entonces en el papel titular a la soprano rusa Elena Stikhina, con voz falta de matices en los registros centrales, gritando en los agudos su papel protagonístico (¡Pobres los millares de espectadores que ocupaban la plaza para presenciar la función retransmitida en gran pantalla y tuvieron que escucharla con amplificación!).
De su partenaire, el tenor romano Riccardo Massi -sustituto como Radamés por caída del cartel del norteamericano Brian Jadge- después de hacer temer lo peor tras ser incapaz de encandilar al público debidamente con su inicial recitativo Se quel guerrier io fosse… celeste Aida, declamado con lentitud por exigencias del foso, dejó mejor sabor en el dúo final de la ópera. La parte sólida del trío central se la llevó, como tantas veces sucede en este título, la mezzo rumana Judit Kutasi, desigual en términos generales, pero con momentos de destacada belleza en el tercer acto.
Rumanos también el barítono George Petean y el bajo Alexander Köpeczi demostraron sus calidades en las respectivas cuerdas. Especialmente Petean, un Amonasro de solvencia- mientras Köpeczi defendía al sacerdote Ramfis, transmutado por Michieletto de en lascivo enamorado de Amneris, que acabará ganándosela por medios violentos después de matar de un tiro al rey etíope (¡!!).
En la escena final, el director parece regresar al cine en un homenaje a Theo Angelopoulos con la surrealista introducción en la escena de un violín y un acordeón, mientras media docena de parejas danzantes en un entorno de globos de colores, dulcifican los últimos momentos de la pareja moribunda.
La orquesta titular, a las órdenes de Daniele Rustioni, desde hace dos años principal director invitado, respondió a sus órdenes de modo irregular, subrayado por los momentos bombásticos. Impecable, como es habitual, el coro, contando al frente con Johannes Knecht.
Juan Antonio Llorente
Judit Kutasi, Elena Stikhina, Riccardo Massi, Alexander Köpeczi, George Petean…
Bayerisches Staatsorchester / Daniele Rustioni
Bayerischer Staatsopernchor.
Aida, de Verdi.
Nationaltheater. Munich, 23 julio 2023
Foto © W. Hoesl