En relativo espíritu de fusión de emociones más que de géneros, la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música, albergó a Os Músicos do Tejo dirigidos desde el órgano por Marcos Magalhâes, y las voces de Ana Quintans y Ricardo Ribeiro, en un concierto programado por el Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música de la Universidad Autónoma de Madrid, de fados con música barroca, o mejor, viceversa, como se presentaba en titular: "Música barroca con fados".
Espíritu de fusión que, más que en imaginado hermanamiento para el que no habría lugar porque unos beben de los otros sin reparo alguno desde tiempo inmemorial, buscaron encontrar, como en una orquestación, en la propia amalgama, nuevas perspectivas, nuevas voces singulares, nuevas fórmulas de acercamiento al concierto moderno y la, mal llamada, música "clásica". Pero, ahora bien, no por los creadores mismos, los compositores, como fuera habitual en el nacionalismo musical de hace un siglo largo, sino por directores y programadores.
Aquí, además, ataviada con esa rara vitola, cada vez más agostada, por cierto, de "música antigua". Vitola que, por otro lado, permite e incluso aconseja este tipo de acercamientos... y otros muchos, por ejemplo, con la, peor llamada aún, música "contemporánea", en formas transversales que ya serían dignas de estudio sociológico más que musical.
Respecto al efecto combinado que produce, en los momentos puntuales en que se buscó, la versión barroca, barroquizante en sentido amplio, de los fados o la versión fadística de repertorio barroco, nos quedamos con lo primero. Al igual que cualquier orquestador, como dije, o cocinero-gourmet, si quieren ustedes verlo así, se sabe que cualquier combinación u orden, no da siempre el mismo cocktail.
Tripartita, poderosa y animada, la Sinfonía de Lo Frate Nnamurato del más malogrado de los grandes compositores, o el más grande compositor entre los malogrados: Giovanni Battista “Pergolesi”, un barroco progresivo llamando a las puertas del clasicismo, junto con una desenfadada Sinfonía de la Cantata campesina “Mer hahn en neue Oberkeet” de Johann Sebastian Bach, que, en versión completa, hubiera incluido también nuestra Folía, hicieron similar función en momentos "sinfónicos" del programa.
O las bellas, bien trazadas y versadas esta tarde: Venerandum del Te Deum, la más poderosa, cromática y ágil Un cor, ch’ha per costume, pero, sobre todo, la más interesante y comprometida de afinación y tesitura, In queste lacrime, Arsindo, specchiat de Francisco António de Almeida. Todas en la sólida y tersa voz de Ana Quintans con nítida proyección y consistencia en la amplia tesitura que estas tres arias pusieron en brete.
Los fados por su parte, por Ricardo Ribeiro, con arranque y voz profunda en sus respectivos Destino Marcado, Olhos Estranhos y un, más temperamental y sentido, Fado do Alentejo. O el afrontado por Marco Oliveira con sutil, etéreo y suspendido auto-acompañamiento en una bellísima Hei-de amar-te até morrer que quiso parar el tiempo.
- “¿Triste o alegre...?” Preguntó sonriente su director al público, antes de ofrecer el jacarandoso bis a dúo y una voz de fado, del madrileño José Palomino con que, precisamente, se acababa de cerrar el programa, ovación de por medio.
Luis Mazorra Incera
Ana Quintans, soprano; y Ricardo Ribeiro, fadista.
OS MÚSICOS DO TEJO / Órgano y dirección musical: Marcos Magalhães; clave: Marta Araújo; percusión: Jarrod Cagwin; guitarra portuguesa: Miguel Amaral; viola de fado y voz: Marco Oliveira; violines primeros: Nuno Mendes (concertino), Álvaro Pinto, Raquel Cravino y Romeu Madeira; violines segundos: Denys Stetsenko, Maria Bonina y Lígia Vareiro; violas: Pedro Braga Falcão y Lúcio Studer; violonchelo: Henrique Constância; contrabajos: Pedro Wallenstein y Vicente Magalhães; y, oboe y flauta de bisel: Pedro Castro.
Obras de Almeida, Bach, Palomino, Pergolesi, Seixas, Silva Leite, Teixeira... y fados: Hei-de amar-te até morrer, Os efeitos da ternura, Com que voz, etc.
Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música, UAM. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto: Ana Quintans, soprano / © David Rodriguez