Un “doble concierto” en toda regla el escuchado en el Auditorio Nacional de Música, en su más esporádico horario nocturno, con ocasión del “Concierto-intercambio hispano-luso”. Un concierto “doble”, además, en su acepción más inmediata: “dos por uno”. Porque cualquiera de las dos partes de este programa, antes y después del descanso, tanto por su contenido, generoso en amplitud, como por su enjundia e intensidad, hubieran satisfecho las previsiones de cualquier público al respecto. Más aún al participar en éste, dos conjuntos orquestales completos y podios diferentes: la Orquesta Metropolitana de Lisboa bajo la dirección de Pedro Amaral y la Orquesta Sinfónica RTVE con Miguel Ángel Gómez-Martínez al frente.
Eso sí, una inteligente -y conservadora, también hay que decirlo- elección de las obras, entrecruzando autores, temas y estéticas, ayudó, no sólo a aportar solidez a la amplia propuesta conjunta, espontanea propina del solista incluida, sino a aligerarla convenientemente, sin perder miga musical, en los momentos en que esto fuera preciso, especialmente en su último tramo, ya en horas de madrugada.
De entrada, la orquesta lusa conducida por Amaral, afrontó las Noches en los jardines de España de Manuel de Falla, con el solista António Rosado. Una obra espléndida, no tan frecuentada sobre estas tablas como debiera, propuesta hoy, así, al inicio de programa, que dejó muy alto el listón musical e interpretativo. Nada comparable a una obertura o a los teloneros al uso. Notable ejecución en todos sus aspectos, con una orquesta y piano ajustados a la letra y a la naturaleza atmosférica de esta obra. Una obra, por cierto, en muchos aspectos originales también… “nocturnal” -aquí el horario ayudó (!)-. El aplauso continuado y la apropiada propina del pianista -el preludio de Debussy: La Puerta del vino-, fueron el justo premio a aquella devota resolución.
El ballet Petrushka de Igor Stravinsky volvió a sonar, con pocas fechas de diferencia, sobre este mismo escenario. Ajuste, encaje y precisión directora, y correspondiente desempeño general, agilizando con fluidez y determinación aquellos lapsos musicales y dramáticos que se debilitan al margen del ballet en estas versiones de concierto completas; al margen, también, de sus suites… -de sus suites… “de concierto”, precisamente-.
Por su parte, la Orquesta Sinfónica de RTVE dirigida por Gómez-Martínez, devolvió el testigo con Paraísos artificiais de Luís de Freitas Branco. Otra composición poco anterior -un lustro- a la que iniciara el concierto, eso sí, con densidad y carácter más deudoras del romanticismo decimonónico que la obra del gaditano, pero con la anhelante “aspiración” sugestiva de sublimar musicalmente la “inspiración” (¿maldita…?) del Baudelaire citado. Consecutivas, las dos suites de concierto del ballet El sombrero de tres picos de Falla, fueron un brillante broche sinfónico para esta noche. Simétrico, también, con la música del ruso ofrecida antes del descanso, de ballet. Brillantez y prestancia generales y… contagiosas, que hicieron olvidar a la postre, las horas inhabituales que se estaban alcanzando ya en este concierto… “doble”… ¿Pero qué digo…? ¡Mucho más que dos!
Luis Mazorra Incera
António Rosado, piano. Orquesta Metropolitana de Lisboa
Pedro Amaral y Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española
Miguel A. Gómez-Martínez.
Obras de Debussy, De Falla, De Freitas Branco y Stravinsky.
OCRTVE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto: La Orquesta Sinfónica RTVE y la Orquesta Metropolitana de Lisboa ofrecieron un concierto en el Auditorio.