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Crítica / Mozart y Bruckner, Floristán y Petrenko: una gran noche - por José M. Morate Moyano

Valladolid - 19/10/2024

La extraordinaria prestación de Juan Floristán en su Recital del pasado domingo, y el prestigio que con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León se ha ganado Vasily Petrenko, actual Director Asociado, tras más de 90 Conciertos con ella en los últimos 20 años, hicieron que el Auditorio vallisoletano tuviese un lleno completo, en la primera de sus dos sesiones con el segundo Programa de Temporada. Si además, el repertorio ofrecido tenía a Mozart y su Concierto para Piano nº 20, en Re m., K466 (Viena, 1785) y la Sinfonía nº 4 en Mib M., "Romántica", WAB 104, (1874) de Bruckner, (en la versión de 1878-80 editada por L. Novak), se presumía que la tarde-noche fuera de las grandes. Como la OSCyL viene alcanzando un alto nivel por el trabajo de su Titular y Floristán exhibe unas cualidades pianísticas más que notorias, se tenían todos los elementos para un disfrute fuera total. Y así fue.

El “nº 20” de Mozart que, junto con el K491 está en tonalidad menor, es el más dramático; se estrenó al día siguiente de su terminación y se ha adjetivado como “beethovenish”, por ese carácter similar en la confrontación de ideas; una octava más grave, leen los contrabajos la misma escritura que los cellos y es muy exigente para el solista.

La OSCyL hacía con ésta su cuarta lectura del mismo y Floristán tiene la energía, el mecanismo fácil y preciso y un concepto global de lo que toca, suave y ágil a la vez, que ambos concertaron en una estupenda versión. Con 40 cuerdas, el Allegro (rápido) de entrada las tuvo agitadas, limpias, en creciente tensión hasta el tutti; el piano entró con su tema más tranquilo en reñida lucha con la orquesta, sin que nadie se impusiera, pues Floristán resaltaba su sonido cristalino y la orquesta su línea dramática, todo bien controlado por Petrenko.

Los vientos sonaron perfectos y la cadencia escrita por Beethoven (las de Mozart lo fueron pero no se han hallado) fue magnífica por intensidad, riqueza dinámica y bellos matices. La Romanza (lento) fue un paraíso de reposo, con el pianista lírico, preciso, cuidando cada nota, y la orquesta, sirviendo el rondó con la cuarta sección un punto más dramática pero sin prisa. El final Allegro assai (muy rápido) se deduce, puesto que el autor no lo marcó; los diálogos solista-orquesta fueron fluidos y ajustados, con las maderas acertadas, preparando la cadencia dispuesta por el pianista húngaro Andras Schiff, que Floristán volvió a bordar con todo el aire mozartiano; tensión y drama del inicio volvieron a recuperarse en excelente enlace con la orquesta y rematar con brillante final.

La Sala respondió con entusiasmo pues la versión de Juan Floristán, OSCyL y Vasily Petrenko fue excelente. Tras repetidas salidas y manteniendo el ambiente vienés, el pianista regaló el Momento musical, op. 94/1 de Schubert, como ya hizo en su recital, con la misma respuesta aclamatoria.

La de Bruckner tuvo una lectura admirable. Petrenko, en su tercera interpretación de las cuatro tocadas por la OSCyL en su vida, la ha interiorizado con una madurez que contagió a sus músicos, logrando darnos todos sus muy variados temas, distintos, profundos y/o alegres, con musicalidad y perfección técnica. Ya en los trémolos pianísimos que anteceden a la llamada templada de la trompa, imitando la municipal que sonaba al asomar el día (que ya figuraba en la primera versión del autor), seguida en ésta por una variación sobre el primer tema de aquélla, se vio que íbamos a escuchar algo grande.

El desarrollo tuvo al coral de metales (nobles,  intensos y unidos) sobre la siempre acertada intervención del trompista y el segundo tema con el canto del ave carbonero común con nítidas flautas, reflejaron el amor por la Naturaleza del autor que inunda la Sinfonía; unos violines sin dureza y compactos en los agudos pianísimos; apropiadas dinámicas y claridad de exposición, dieron todo su valor a este Allegro espléndido.

El Andante fue una delicia absoluta, desde la melodía de cellos que lo abre, al contraste entre secciones del ternario, trompas soberbias de concentración y terneza, suaves maderas notables y la melodía de las violas unidas, sonoras y afinadas.

El Scherzo (nuevo para esta versión) vibrante en la cacería, feliz tránsito al Trío, con su danzable melodía para la comida de los cazadores, expresión de la gratitud y admiración por una Naturaleza completa que se remansa en silencio. Y el festival popular de cierre (también en el inicio del movimiento como la primera versión), su variación rítmica 2+3, 3+2 ó 4+4 en el acompañamiento, escalas descendentes y una coda exultante que apunta  a la nueva versión que haría Bruckner en 1887-88, entre tantos retoques en busca de la perfección y aceptación como practicaba a sus obras.

La dirección de Petrenko fue soberana: de técnica, autóritas, unidad de criterio conjunto y gestualidad plena para la concertación, matiz y expresividad; una actuación que extrajo todo el jugo a una plantilla orquestal rendida a él, al pie de la perfección. Una jornada que los asistentes mantendrán en su oído y en su retina, tras haber prolongado y repetido sus ovaciones.

José Mª Morate Moyano

 

Juan Floristán, piano

Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Vasily Petrenko

Obras de W. A. Mozart y A. Bruckner

Sala Sinfónica “J. López Cobos” en el CCMD de Valladolid

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