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Crítica / Morlot, como pez en el agua - por Juan Carlos Moreno

Barcelona - 18/03/2024

Hasta la fecha, los mejores programas que ha dirigido Ludovic Morlot al frente de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC), incluso antes de convertirse en su director titular, han sido de música francesa. Y, dentro de esta, los que incluían obras de Maurice Ravel. La pasión por este compositor es tal, que Morlot acaba de emprender la grabación de la integral raveliana para orquesta para el nuevo sello discográfico de L’Auditori.

El concierto ofrecido el pasado 15 de marzo no fue una excepción. Ravel fue su indiscutible protagonista, aunque en él se abrieran paso también otras dos obras cuya refinada escritura y sensibilidad para el color les otorgan un inequívoco aroma galo. La primera de ellas era un estreno mundial: Las constelaciones que más brillan, de Raquel García-Tomás, parte de una ilustración del artista Pere Ginard que muestra unos diseños geométricos en forma de agrupaciones de estrellas que, visualmente, generan una sensación estática y móvil a la vez. La música es así también, con “constelaciones” de notas agudas que, de forma gradual, iluminan a modo de destellos un fondo sonoro más grave, creando nuevas y sugerentes atmósferas. Morlot, cuyo compromiso con la creación contemporánea es incuestionable, realizó una lectura que realzó el carácter plástico de la obra.

La otra página que pudo escucharse al margen de las de Ravel fueron las Cinco canciones negras de Xavier Montsalvatge. El tiempo no pasa por estas melodías, de las que la mezzosoprano Fleur Barron dio una interpretación extrovertida y teatral, así como muy encomiable en lo que a dicción se refiere. La batuta, por su parte, supo sacar partido de los guiños antillanos de esta música, a pesar de algún exceso puntual en la tercera de las canciones, “Chévere”.

Antes, en la primera parte, Barron había cantado también los tres poemas de Shéhérazade de Ravel. La suya fue una versión luminosa gracias a un instrumento de especial belleza, sobre todo en la zona grave, un canto vívido y expresivo, y una implicación que la lleva a vivir vocal y escénicamente cada canción. No menos generosa se mostró la dirección de Morlot, cuidadosa con la solista y entusiasta a la hora de mostrar la inagotable fantasía de la orquestación raveliana, sobre todo en ese prodigio de desbordante orientalismo que es “Asie” o en ese milagro feérico que es “La flûte enchantée”, página en la que brilló (y no sería la única vez en el concierto) el solista de flauta de la OBC, Francisco López.

La música de la Pavana para una princesa difunta, con la que se abrió la segunda parte, es más contenida, pero también ahí el director supo encontrar el tono justo, incluida la elección de un tempo moderadamente pausado. En una página en la que priman el refinamiento y la transparencia, la orquesta respondió a un gran nivel, con especial mención para su solista de trompa, Juan Manuel Gómez.

El concierto acabó con la segunda suite del ballet Daphnis et Chloé. Libre de las ataduras que, en otros repertorios, le llevan a firmar lecturas tan aseadas como impersonales, Morlot se dejó sencillamente ir. Firmó así una versión pletórica, atenta al color y el detalle en la Pantomime (excelente, una vez más, el flautista Francisco López) y exultante en intensidad y brillo en la Danse générale final.

La ovación del público fue el mejor espaldarazo para un programa que Barron, la OBC y Morlot llevarán a Hamburgo y Estocolmo el próximo mes de abril.

Juan Carlos Moreno

 

Fleur Barron, mezzosoprano.

Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Ludovic Morlot.

Obras de García-Tomás, Montsalvatge y Ravel

L’Auditori, Barcelona

 

Foto: la mezzosoprano Fleur Barron.

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