El cuidado que demostró David Afkham desde el podio, con un gesto de relación contrastada, presidió el arranque de la Séptima sinfonía de Gustav Mahler en temporada de la Orquesta Nacional de España.
Un gesto perfilado que se tradujo en una articulación clara, con su, algo más previsible de lo habitual para su autor, aire marcial.
Esta característica de base, unida a la plasticidad de Afkham desde el podio, dieron con un destacado Lento inaugural que abocó en ejemplar Allegro risoluto, ma non troppo que le siguió.
Excepcional versión de inicio, pues, con carácter, escrúpulo de lectura y, al tiempo, una flexibilidad de conjunto difícil de obtener, dados los poderosísimos recursos e inercias instrumentales puestos en liza, con una orquesta con cuerda dimensionada sobre la base de ocho contrabajos de base. Sin entrar ya en el numeroso viento exigido por partitura, madera (5, 4, 5, 4) y metal (6+1, 3, 3, 1), dos arpas… una obra ambiciosa, no cabe la menor duda.
Su rotundo primer movimiento, pleno de vigor, se remató en una taxativa cadencia que sólo se vería ensombrecida por la monumental cadencia final. Los dos momentos firmemente concluyentes, en el mejor sentido de la palabra, de esta obra.
Así, se dio paso a una misteriosa Música nocturna: Allegro moderato, con factura enigmática. De ahí a un scherzo lleno de gracia y atención con el que volvimos a la segunda música nocturna… lenguaje con gestualidad de serenata y los consabidos detalles tímbricos inusuales (e interesantes…) que caracterizan a esta sinfonía, de rara programación y disputado espíritu mixto: sinfónico y de cámara.
El espléndido Rondó–Finale remató esta sinfonía con definición en su conducción armónica y metal protagonista.
Solemnidad franca y jubilosa, propicia para este momento postrero, mezclada con la nota lúdica que presidió todo tipo de parámetros formales… obvia dificultad y sus pasajes fugados incluidos.
Unos parajes musicales que remitían, desde la percusión, turca o pastoril, a la fatua monumentalidad sinfónica, no sólo del acicalado salón de baile vienés, sino con otros referentes mezclados, rústicos y alpinos, con abierto espíritu programático, inconfesable para su autor, no explícito, por supuesto, pero palmario.
Una obra espectacular, pues, que rubrica la programación sinfónica de la Orquesta Nacional de España (al margen del próximo Focus festival) dirigida con tino, sutil plasticidad y donosa empatía por su titular David Afkham.
Luis Mazorra Incera
Orquesta Nacional de España / David Afkham.
Séptima sinfonía de Mahler.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.