Contrariamente a lo ocurrido con La Gioconda (ver en estas mismas páginas) la nueva producción de Rigoletto no sufrió ningún percance y demostró la seriedad con que puede actuar el primer coliseo lírico italiano cuando las cosas se piensan de veras.
Un reparto excelente, donde incluso un comprimario como el Ceprano de Andrea Pellegrini se destacó, y donde sólo hubo que lamentar una entubada Giovanna (Anna Malavasi), dio nueva vida a la obra maestra de Verdi con el triunfo de una Nadine Sierra nada nueva a la parte ni siquiera en este Teatro, pero más dueña que nunca de sus recursos (¡qué trinos y ‘messe di voce’!) y excelente actriz, pero también de Amartuvshin Enkbart en el protagonista (no se permitió ni se le permitió una sola de las ‘puntature’ de la tradición) de voz amplia y oscura, perfecta dicción y buen juego actoral. Incluso Pretti, que tampoco era nuevo al Duque en la sala, pese a un repertorio hoy más pesado logró alivianar la voz lo suficiente como para ejecutar incluso pasajes arriesgados como la cabaletta del segundo acto o la belcantista ‘E’ il sol dell’anima’.
Es cierto que sobre todo él padeció algunos de los tiempos precipitados de Gamba (por ejemplo en el pasaje citado), que también alcanzaron al final del primer cuadro y a un tratamiento un tanto brutal de la magnífica orquesta.
El coro estuvo sobresaliente (toda una diferencia también con Gioconda, con lo que se confirma que el problema venía del foso en ese caso), y todavía hay que destacar el excelente Sparafucile de Buratto y la buena Maddalena de Viotti con un Beggi que en Monterone pone de relieve que se trata de un bajobarítono más que un bajo.
La puesta en escena de Martone fue mal recibida en la primera función. No se trata de su mejor trabajo con esa intención de rendir homenaje al famoso film ‘Parásitos’, lo que molesta mucho en el segundo cuadro cuando padre e hija deben encontrarse solos y más al final cuando en los pocos compases que siguen a la ‘maldición’ final del bufón nos encontramos como en la película con que los ‘parásitos’ se vengan de los ricachones asesinándolos.
Ni da el tiempo (la gente queda descolocada) ni parece obedecer a texto, música e ideas de Verdi, que era un notable realista-pesimista (o el orden inverso) y no quiso desvirtuar el mensaje de Hugo en su obra de que la venganza de los marginales, si llega a realizarse, sólo les hace daños a ellos mismos mientras el poder sigue indiferente sin importarle nada.
Que uno (que Verdi, que Hugo, que Martone) quiera que no sea así no autoriza a un gran director como Martone lo es en cine y teatro y a veces en ópera a deformar a tal punto la óptica. ¿Es más revolucionaria una masacre que no resuelve nada o una clara evidencia de la injusticia de una sociedad?
Jorge Binaghi
Piero Pretti, Amartuvshin Enkbart, Nadine Sierra, Gianluca Buratto, Marina Viotti, Fabrizio Beggi, y otros.
Orquesta y coro del Teatro / Michele Gamba.
Escena: Mario Martone.
Rigoletto de Verdi.
Teatro alla Scala, Milán
Foto © Brescia e Amisano - Teatro alla Scala