La Semana de Música Religiosa de Cuenca ha celebrado este año su sexagésima edición. Ya van sesenta ocasiones de unas citas imprescindibles, únicas, y que se han convertido en legendarias. Parece mentira que en una maravillosa ciudad que apenas supera los cincuenta mil habitantes se haya conseguido establecer uno de los festivales con más proyección mundial de cuantos pueblan nuestra geografía. Andoni Sierra ha sabido mantener la iniciativa que Daniel Broncano tan sabiamente creó el año pasado, el Ciclo de Adviento de conciertos, que además de ampliar la Semana, le dota de una dimensión extraordinaria más allá de la propia Semana Santa, añadiendo además tres características que tanta personalidad le han conferido en estos más de sesenta años, no olvidemos su supresión de una edición durante la pandemia, a la Semana: extraordinarios intérpretes internacionales, obras de encargo a actuales compositores ibéricos, y la inclusión intrínseca en ella de las grandes agrupaciones orquestales y corales españolas.
RITMO tuvo la gran suerte de estar presente un día, el miércoles santo, 5 de abril, perfecto día en el que se aúnan estas tres características, en dos conciertos de gran valía, muy distintos entre sí.
El primero de los dos conciertos correspondió al grupo vocal inglés Stile Antico. El programa, titulado curiosamente como una obra de John Sheppard, Gaude, gaude, gaude Maria, es realmente un merecidísimo homenaje a uno de los compositores más grandes que el Reino Unido nos haya brindado a la humanidad, William Byrd (ca.1540-1623), cuando se cumplen 400 años de su fallecimiento, efeméride que tristemente ha pasado hasta ahora completamente desapercibida en nuestro país.
En el Reino Unido no están desperdiciando la ocasión y me consta que se están realizando multitud de actos en torno a su figura, no solamente el ofrecer conciertos de su monumental música, sino organizando todo tipo de eventos entorno a su figura, como conferencias, talleres, grabaciones o simposios. Por poner solo un ejemplo, en la Catedral de Westminster se está interpretando al completo su monumental Gradualia, publicada en dos colecciones, en 1605 y 1607, fabulosas composiciones que tratan de poner música a todo el año litúrgico.
Pero Byrd es mucho más que un compositor eclesiástico. Publicó dos libros de canciones inglesas, en 1588 y en 1589, Psalms, sonnets and songs of sadness and pietie, canciones que contienen letra en algunos fragmentos, añadiendo palabras a las partes instrumentales de acompañamiento, y The Songs of Sundrie Natures, que cuenta con secciones de tres, cuatro, cinco y seis partes, un formato que siguen muchas colecciones de manuscritos de los Tudor sobre música de cámara y que probablemente pretendía emular la colección de madrigales Música transalpina. Esta colección contiene obras que abarcan una gran variedad de estilos musicales. Además, compuso fabulosa música para ministriles a partir de 1591 y música para teclado, denominada Parthenia.
Sus obras más conocidas e interpretadas, no obstante, son las de carácter sacro, tanto en inglés como en latín, entre las que destacan sus misas a tres, cuatro y cinco voces. Su afamada reputación tanto como músico como editor, ya que fue el único editor autorizado en Inglaterra por la Corona junto a Thomas Tallis, su maestro, junto al que obtuvo el monopolio de impresión y venta de partituras en 1575. La incondicional adhesión de Byrd al catolicismo no le impidió contribuir al repertorio musical de la Iglesia anglicana. Contribuyó con la creación de algunos anthems como O Lord, make thy servant Elizabeth our queen, o como How long shall mine enemies.
Pues bien, Stile Antico tuvo como hilo conductor del concierto a la preciosa Misa a 4 voces (1592/1593), que todo inglés amante de este tipo de música conoce a la perfección, tanto como los españoles conocemos el Officium Defunctorum a seis voces (1605) de Tomás Luis de Victoria.
El programa elegido, recientemente grabado casi todo de él y publicado por Decca Classics, y que supone su segundo cedé para este sello, se enfoca en la música de los últimos años de William Byrd, escrito sobre todo para servicios católicos clandestinos para su patrono de Essex, incluyendo el exuberante propio para la Fiesta de la Asunción de la Virgen María. A todo esto añadieron algunas obras maestras de compositores ingles coetáneos a Byrd, como John Sheppard, William Parsons o John Taverner.
Comenzó el concierto con el breve Ecce virgo concipiet, repleto del puro y estricto contrapunto palestriniano, pero aderezado de las únicas armonías propias de Byrd. Las líneas imitativas tan puras, estables. Compactas, empastadas y preciosistas de cada voz, con una imitación perfecta unas de otras, fueron la carta de presentación de una constante presente en toda la velada.
A continuación, la alegría del Gaudeamus omnes fue impuesta desde su inicio, plasmando a la perfección que los textos sacros en latín pueden -y deben- ser tratados de un modo expresivo, y de qué modo tan formidable nos lo fue transmitido, no de un modo superfluo y poco creíble, sino de una manera interna, verdaderamente llena de júbilo, luz y esperanza. Quienes digan que los grupos ingleses son fríos, deberían ver en directo a los comunicativos Stile Antico, quienes, además, realizaron un fantástico ejercicio de afinación en las bellísimas disonancias del motete. Los tempi fueron aquí y en el resto del programa estables y precisos, olvidándonos en todo momento de la ausencia de la figura de un director.
A continuación, el leit motiv de la jornada la Misa a 4 voces, nos embaucó con sus preciosos Kyrie y Gloria, el primero relajado y vehemente, y el segundo lleno de formidables declamaciones musicales de su texto, mimando el texto con cariño, y demostrando su amor, respeto y compromiso con esta música. La humildad de cada miembro del conjunto inglés fue palpable aquí, supeditándose cada uno al conjunto, haciendo un perfecto ejercicio de música de cámara.
Otro modo de componer de William Byrd se nos reveló en el sencillo Propter veritatem con sus diálogos a dos voces, para ser más espectacular y masivo en Assumpta es Maria, repleto del típico estilo Tudor que tanto nos gusta escuchar a los ibéricos, tan distinto al nuestro, pero tan fenomenal. Los agudos cantus firmus de las sopranos fueron realmente prístinos, a los que escuchamos atónitos los perfectos fabordones y las falsas relaciones de hiriente afinación. Fue un fantástico ejercicio de forma, fiato y expresividad.
El monumental motete que da título al concierto, Gaude, gaude, gaude Maria de John Sheppard (ca.1515-1558), a seis voces, uno de los responsorios más grandiosos del compositor y que interpola la ‘prosa’ para las Segundas Vísperas de la Fiesta de la Purificación. La formidable afinación de la riquísima armonía a seis voces junto a la pureza extrema de las líneas melódicas nos hicieron emocionarnos y nuestras almas se encontraron realmente elevadas, aun cuando no se crea en estos dogmas, antes del descanso del concierto.
Tras la pausa, esa absoluta maravilla que es el Ave Maria de William Parsons (fl.1545-1563), apenas interpretada por nuestros ensembles, pero de enorme popularidad en el territorio inglés, fue interpretada con esa esperanza sincera de quien degusta un maravilloso placer. Los timbres fueron especialmente bellos en los tenores, y esa perfección en la afinación, junto a la fastuosa conjunción de todas y cada una de las 12 voces fue simplemente espectacular. Tras el alegre Assumpta est Maria, le llegó el turno a otro movimiento de la Misa a 4 el Sanctus con su Benedictus, que continuó por la senda marcada por el motete de Parsons, lleno de esperanza, belleza sonora y perfección en las líneas imitativas.
Terminó el concierto tras el Agnus Dei con Ave Dei Patris filia nobilissima, de John Taverner (ca.1490-1545), de texto mariano, como casi todo el concierto, ya que era una de las máximas del catolicismo abrazado por Byrd. El texto es uno de los más populares de principios del siglo XVI en Inglaterra. Taverner emplea el canto llano del Te Deum como cantus firmus del segundo tenor, algo muy extraño después de 1500. Esta obra es un paradigma del simbolismo religioso: hay muchas referencias al número 3, o sea a la Trinidad, tales como el número de semibreves contenidas, en total 333. Dejando al margen esta circunstancia inapreciable desde un punto de vista auditivo, la obra contó con la alegría y espectacularidad suficientes para que el público ovacionara de un modo insistente puesto en pie al formidable conjunto inglés, que tiene como peculiaridad con contar siempre con los mismos integrantes, algo muy inusual en este tipo de conjuntos, más en Inglaterra, y que está comandado por tres hermanas, las ya afamadas hermanas Ashby, Helen, Kate y Emma, lo que denota su grado superior de compromiso, y el resultado es el de un formidable e irrepetible conjunto de cámara con una implicación personal fuera de lo normal.
Tras estos insistentes vítores, pudimos disfrutar como propina del espectacular Hosanna to the Son of David de Thomas Weelkes (1576-1623), a seis voces, que resulta ser el Introito para el domingo de Ramos.
El otro concierto celebrado ese mismo día viene a colación de lo expresado al principio de este texto, de la importancia de recuperar para la Semana de Música Religiosa de Cuenca a las grandes agrupaciones sinfónico corales de nuestro país, y en esta ocasión el turno fue para la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE, viejos conocidos del festival, pero con la alegría renovada de volver a este querido escenario, el Teatro-Auditorio, ahora llamado ‘José Luis Perales’, de Cuenca.
Pudimos asistir a un estreno absoluto encargado ad hoc a la compositora Nuria Núñez Hierro, quien, con un trabajo tan conocido y reconocido tanto en España como en otros países europeos, presentó su obra Ecdisis: sobre la naturaleza del cambio, para coro y orquesta, en otro ejercicio fundamental que vertebra los fundamentos de la Semana de Música Religiosa de Cuenca. Según la propia compositora, “la palabra ecdisis hace referencia a la acción de algunos animales de despojarse de la estructura externa que los cubre para poder crecer. Esta metamorfosis conlleva la coexistencia del cuerpo actual con el viejo exoesqueleto o exuvia, el cual emerge como una sombra o material impreso del propio cuerpo, una presencia tangible del pasado en el presente.” Sobre esta inspiradora idea, Núñez Hierro supo crear muy inteligentemente una obra que transformó de inmediato lo real y cotidiano a través de sus ricas y ensoñadoras sonoridades, a través de una música ambiental a través de parlatos, susurrados, una rica orquestación en la que los pizzicatos de la cuerda se engarzaban con las sugerentes vocalizaciones y los fundamentales timbres que creaba la percusión a través de instrumentos tan sutiles como las campanas.
La segunda de las obras, núcleo central del concierto, lo conformó una de esas obras de repertorio tan necesarias de encontrar en este festival, el Stabat Mater op. 58 de Antonín Dvořák (1841-1904). En 1875, no mucho después de completar su Quinta Sinfonía, Dvořák y su esposa perdieron a su pequeña hija Josefa, con tan solo dos días de vida. Dvořák canalizó su dolor en la música completando su sombrío Trio con Piano Nº2 en Sol Menor durante enero de 1876, y luego casi inmediatamente comenzó el montaje a gran escala del Stabat Mater. Por si esta primera tragedia no fuera poco, en 1877 murió la pequeña hija de los Dvořák, Růženka, de envenenamiento accidental, además de que su hijo de tres años, Otakar, falleció por culpa de la viruela. En su tristeza, el compositor se puso a trabajar en sus bocetos una vez más y completó el Stabat Mater en unos dos meses. Conmovedora en su sencillez, sinceridad y compasión verdadera, es una de sus creaciones más hermosas.
A pesar de estas tragedias familiares recurrentes, el compositor no pudo dejar a un lado su brillante personalidad, ya que la música se mueve en los dominios de la tonalidad mayor en un buen número de movimientos, a la vez que el movimiento coral central, Tui nati vulnerati, es prácticamente una danza. La obra tuvo su estrenó en 1880, con Adolf Čech dirigiendo la orquesta de la República Checa. Gracias a la fama que ahora gozaba el checo, tras el estreno en Praga, el Stabat Mater se representó en Brno, Budapest y Londres, en cuya actuación de 1884 en el Royal Albert Hall, con capacidad para más de 12.000 personas, los efectivos fueron de un coro de 250 soprano, 160 altos, 180 tenores y 250 bajos. Las cuerdas de la orquesta llegaron a los 92 músicos.
Lejos de esta grandilocuencia exagerada de efectivos, pero con un escenario repleto de músicos, la Orquesta y Coro de RTVE comenzaron el primer número, el más extenso de la obra, Stabat Mater dolorosa, con la introducción instrumental que sugiere la pureza espiritual con sus distintos planos ascendentes en octavas. A esto se yuxtapone un angustiado motivo cromático que descendió con tristeza, en las expresivas manos, sin batuta, de Christoph König. El coro trató el primer verso con ánimo sosegado, para presentar otros versos del poema hacia un agitado clímax. Después de que los solistas comienzan su tema, el coro vuelve a su música de apertura en forma abreviada, elevándose de nuevo a un clímax afligido antes de cambiar de menor a mayor en un pasaje de esperanza final.
El segundo número, Quis est homo?, para cuarteto solista, la mezzo, el tenor, el bajo y la soprano van entrando con una melodía llena de empatía hacia el dolor y llanto de la Madre. Cerca del final cantan en unísono, dejando la última nota grave como si sucediera la muerte. La orquesta cerró el pasaje con olas crecientes y menguantes de dolor.
Para el siguiente número coral, Eja, Mater, fons amoris, una compacta sección de bajos introduce la oración, acompañada del resto del coro. Una y otra vez el coro culmina con fuerza en la palabra Fac (“Hazme”), suplicando ser incluido con la Madre en el duelo. La música se desvaneció con las lamentosas repeticiones de lugeam (“llorar”).
Damián del Castillo, barítono que sustituyó sin previo aviso a Ibor Voievodin, comenzó su entrada calmada, pero de un modo fervoroso. Ya en el segundo verso la sección femenina del coro sonó angelical, en la distancia. EL solista terminó el último tema más rápidamente y con una difícil tonalidad que fue acompañada de un modo preciso por la orquesta en sus rítmicas síncopas.
Dvořák se permite en Tui nati vulnerati la licencia de acelerar el tempo de un modo casi banal tempo quasi allegretto, y escribe una cantarina melodía con trinos descendentes. El ambiente de nana es interrumpido por las exclamaciones de poenas (“dolores"), y la petición se eleva hacia nobles alturas antes de que regrese otra vez el primer tema.
Juan Noval-Moro, tenor de conocida trayectoria, comenzó uno de los momentos más dramáticos de la obra, Fac me vere tecum flere, con el patetismo justo que la música requiere. El coro de hombres dotó de un mágico momento al movimiento en unas etéreas intervenciones a modo de eco del tema principal.
Quizás el momento más tierno del concierto lo puso la soprano Miren Urbieta-Vega en el dueto Fac, ut portem Christi mortem, quien, aunque posee una voz de acentuado dramatismo y potencia en los agudos, supo dialogar con la bella orquestación diseñada para oboe y clarinete junto al tenor solista.
La obra terminó con Quando corpus morietur, el trabajado final que incorpora temas del primer movimiento, construyendo un ardoroso movimiento para expresar la esperanza del Paraíso, y culminando con un cambio al modo mayor con una serie de gloriosos amenes, en un fugato preciso y triunfal.
Simón Andueza
LX Semana de Música Religiosa de Cuenca
Gaude, gaude, gaude Maria
Stile Antico. Helen Ashby, Kate Ashby y Rebecca Hickey, sopranos, Emma Ashby, Cara Curran y Rosie Parker, altos, Tom Castle, Andrew Griffiths y Mathew Howard, tenores, James Arthur, Nathan Harrison y Gareth Tomas, bajos.
Obras de William Byrd, John Sheppard, William Parsons y John Taverner.
5 de abril de 2023, 17:00 h., Espacio Torner, Cuenca.
Stabat Mater
Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE. Miren Urbieta-Vega, soprano, Olga Syniakova, mezzosoprano, Juan Noval-Moro, tenor, Damián del Castillo, barítono. Marco García de Paz, director de coro, Christoph König, director.
Obras de Nuria Núñez Hierro y Antonín Dvořák.
5 de abril de 2023, 20:00 h., Teatro-Auditorio ‘José Luis Perales’ de Cuenca.
Foto: El coro Stile Antico con su programa ‘Gaude, gaude, gaude Maria’, un homenaje a William Byrd en el cuarto centenario de su muerte / © David Gómez